martes, 30 mayo 2017. Se supone que estamos en Islandia. Salimos de un hotel y vemos una bahía enorme. La bahía a ratos es un lago, a ratos un bosque de árboles. Pienso que se parece a las fotos de Ibán Ramón. Le digo a Alberto que tiene que hacerme una foto con ese fondo, pero donde yo salga muy pequeña, como un alfiler entre el paisaje. Caminamos hasta llegar a unos edificios grises que dan la sensación de estar congelados. Me parece ver a mi prima Cristina en una tienda. No comprendo qué hace allí. Entro. Lleva unas bolsas enormes negras. Dice que lleva un rato buscando un detergente que lleve limón. Todo está escrito en un idioma rarísimo. Veo una botella amarilla con un limón dibujado. ¿Esta? Tampoco. Pienso que Alberto lleva demasiado tiempo fuera, solo. Al salir de la tienda, a chica de la caja habla con acento cubano. De repente todos estamos en una habitación de paredes verde musgo con muy pocos muebles tomando té. Alberto le pregunta si ella, o algún amigo, puede hacernos de guía. Mi prima Cristina se ha transformado en su hermana Elisa. Está delante de una pared con techos altos de donde cuelga un cuarto muy pequeño. Muy fotogénico todo. Intento hacerle una foto, pero la cámara no me deja, comienzan a salirle pequeños objetivos por todas partes. Me enfado muchísimo.
abrigo azul
lunes, 29 mayo 2017. Luis Alberto de Cuenca quiere comprarse un abrigo azul. Dice que sólo lo venden la frontera. No sé si se refiere al nombre de una tienda o al límite con otro país. Quiere que lo acompañe. Lleva maleta y un abrigo azul puesto. Subimos a un autobús donde una chica nos habla en italiano. Reparte periódicos. Sólo regalo la primera página y si le gustan las noticias compren el diario entero, dice en italiano. "Non parlo italiano", le digo. Luis Alberto me hace una seña para que bajemos del bus. Bajamos, pero la calle es tan estrecha y sube tanta gente que me empujan de nuevo hacia adentro. El bus se pone en marcha. Le hago señas por la ventanilla, le digo que me bajaré en la próxima, que me espere. Lo veo entrar en un hotel. Bajo en la siguiente parada. Valles con adoquines, camino mal, dos niños me siguen. Uno me empuja, me roba el monedero. Consigo quitárselo. Unos tipos que tomaban vino en un bar me aplauden. Entro en el hotel. La chica que me recibe dice que ya han llegado todos. No entiendo nada. Subo en un ascensor enmoquetado de arriba a abajo. Empiezo a pensar que debería haberme quedado en casa.
el pañuelo de los pandas
domingo, 28 mayo 2017. Hay mucha gente en casa, aunque no es nuestra casa. Las paredes son de cristal y estamos rodeados de árboles. Alberto hace manualidades con unos niños. Corta un trozo de cinta de cassette para atar algo. Es una de mis antiguas cintas. Le digo que corte las suyas, que no se le ocurra volver a tocar mis cintas ni mis vinilos. Todos me miran, nunca me habían visto enfadarme tanto. No sé cómo, pero estamos volviendo a casa, esa casa, y a llegar la puerta corredera de cristal está abierta. No hay ningún mueble. ¡Nos han robado!, digo todavía sin creérmelo. Voy entrando en cada habitación. Nada. Sobre el suelo del que se supone es mi cuarto hay algunas prendas y, bajo una tabla, dos libretas que, se supone, escondí. Al menos me han dejado el pañuelo de los pandas, Le digo a Alberto. Me arrepiento de haberle gritado por cortar una cassette. De repente nada tiene importancia.
barro rojo
sábado, 27 mayo 2017. Penélope Cruz rueda una escena con la que parece su hija. Es igual a ella pero muy despeinada. Hablan en italiano, tienen prisa, las acompaño al avión. El avión pasa por la calle como si fuera un autobús. Espero a que despegue. En la sala de espera, dos ancianos se intercambian revistas y publicidad de supermercado. Uno se queja de que cuelan fotos eróticas.
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Jurdi está en la cola de un estanco. Parece un muñeco. Lleva un gabardina enorme con enormes hombreras. Alberto se pone a su lado y, sin decir nada, bailan dando pasos hacia atrás. Cuenta que va a enviar a varios concursos algunos cortos que ha hecho con su hermano. Miro a mi alrededor por si veo a Marcos. Nada. Observo toda la escena desde lejos.
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Le escribo una carta a Eduardo contándole que estoy leyendo su novela. La escribo a lápiz en la última página del libro. La letra no parece mía. La borro varias veces con una goma diminuta, pero vuelve a salirme mal o la punta del lápiz se rompe. Recibo un mail dentro del propio libro. Aparecen cuatro cuadrados fluorescentes. En el primero pone P1. Entiendo que es Eduardo, y quiere jugar una partida de ajedrez.
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Llaman al portero electrónico de la casa de mis padres. Sin descolgar, mi hermana corre escaleras abajo. Mi madre me pide que la detenga, pero ya ha desaparecido. Salgo a la terraza y todo el paisaje es cascadas de barro rojo. Pienso que tendremos que aprender a filtrar ese barro hasta convertirlo en agua o esperar a que llueva. Aparece mi abuela. La abrazo. Mi tía me pregunta si la estoy viendo, le digo que sí. Se enfada porque sólo yo puedo verla. En un recodo de la terraza veo a un tipo trabajando. Le pregunto cómo ha entrado y me enseña unas llaves. Dice que me las robó e hizo copias. Dice que cuando no hay nadie en casa va allí a trabajar. Dice que tiene que irse. Olvida las llaves. Las cojo. Llevan un pen. Corro a mi habitación a ver qué hay dentro, pero el ordenador no funciona. De repente llega el novio de mi hermana con revistas de viaje y ropa de abrigo. Mi padre dice que deje lo que esté haciendo y convenza a mi hermana de que no se vaya al polo norte.
cajas
viernes, 26 mayo 2017. Unos niños juegan con cajas de cartón sobre una cama enorme. Cuando salen un momento, me escondo bajo las cajas para darles un susto. Cuando vuelven, el susto es tal, que corren y rompen varios muebles y una puerta.
sólo cinco personas
jueves, 25 mayo 2017. Unas cuantas personas salen de la casa de mis padres a toda velocidad, yo entre ellas. Entramos a trompicones en el ascensor. ¡No más de cinco personas!, grita alguien. ¡Rápido!, grita otro. Alguien pulsa el cero. El ascensor no responde ¡Sólo cinco personas!, se vuelve a oír. Todos tenemos prisa, todos tenemos miedo como si huyéramos de algo. No sé de qué.
chanclas
martes, 23 mayo 2017. Desde mi terraza veo la terraza de Beckett. La miro con unos prismáticos. El suelo está cubierto de césped falso. Aparece y riega lentamente unas macetas. Me pongo muy contenta al ver que lleva unas chanclas de goma negras iguales a las mías.
cucurucho
lunes, 22 mayo 2017. Vuelvo a casa, según camino las calles se empinan. Necesitaría una barandilla, pienso, y la barandilla aparece. Necesitaría sostenerme con las dos manos, pero en la derecha llevo un helado de cucurucho. Subo con mucho trabajo. Al llegar a casa todo está revuelto, hay albañiles en la terraza, me escondo en el cuarto de baño. En el baño no hay inodoro, y todas mis cosas (incluido el ordenador) están dentro de la bañera.
wedding present
domingo, 21 mayo 2017. Llego con Sonia y Míchel a un salón de actos enorme. Una señora ha organizado una especie de audición que ha titulado "Elena's wedding present". Míchel y yo nos sentamos al fondo. Voy cargada (rebeca, chubasquero, abrigo, una bolsa con un montón de textos impresos, una mochila que pesa muchísimo). Sonia dice que delante hay sitios libres. Vamos. Acarreo como puedo todas mis cosas, me siento y deseo que no me llamen al escenario. Sonia se acerca a las cortinas, las abre un poco y mete la cabeza. Se vuelve, nos mira muy seria. Míchel se esconde entre las butacas. Yo quiero largarme de allí cuanto antes.
hawaii
viernes, 19 mayo 2017. Encuentro un muestrario enorme de barras de labios. Casi todas rosas muy pálido. Doy con una que me gusta. Miro el nombre del color: Hawaii. Me la pruebo. Cuanto más me pinto los labios, más finos se vuelven.
pelusas
miércoles, 17 mayo 2017. El que era mi cuarto en la casa de mis padres está lleno de pelusas. Cuantas más quito más aparecen. Meto un palito bajo los muebles y saco pelusa gris densa. Quiero irme, pero sigo buscando porque pienso que quizá, entre tanta pelusa, encuentre cosas que pequeñas que perdí.
está todo roto
martes, 16 mayo 2017. Suena el móvil de Alberto. Se oye una voz estridente diciendo pamplinas. Debe ser un niño gordo que se ha equivocado de número al marcar. Imagino un niño con unos dedos muy gordos y unas teclas muy pequeñas. En un escaparate vemos unas plantillas de bizcocho enormes. Alberto entra detrás del mostrador para verlas mejor. Dos chicas insisten en que las pruebe y me dan trozos enormes cargados de fruta de lata y gelatina. Cuanto más les digo que no más quieren que coma.
Veo pasar a una de mis tías. Qué raro, nunca sale sola, le digo a mi madre. Eso es que tu hermana ha pedido un deseo y tu tía va a echar una moneda a la fuente para que se le cumpla, responde mi madre con toda naturalidad. Entramos en una especie de sala de curas. Hay enfermos en sillas de ruedas y una enfermera idéntica a las que piden silencio en los carteles. Mi madre dice que les lleva unas cosas. Saca de una bolsa unos apliques para colgar en la pared, un bolso viejo, un monedero roto, una cartera plateada. La enfermera lo va pasando por un lector de códigos y aparece un precio para cada cosa. Mi madre me pregunta si quiero algo antes de dejárselo a la enfermera. Está todo roto, le digo. A lo mejor ese era el deseo de tu hermana, dice mi madre y se ríe.
producto cartesiano español
domingo, 14 mayo 2017. Camino por una playa de piedras. Parece que está subiendo la marea y debo darme prisa. Parece que también está subiendo la noche, pienso. Las piedras se vuelven negras, el camino muy oscuro y temo pisar algún erizo. Como si se pudieran oír mis pensamientos, un niño se acerca y me dice que necesito unos zapatos como los suyos. Le miro los pies. El niño es de verdad, pero los zapatos parecen de dibujos animados: dos cuadrados blancos con el borde en rotulador negro. Los cuadrados están al bies, con lo cual el niño debe andar con los pies muy separados para no tropezarse. Para librarme de él le digo que yo sólo uno zapatos españoles. Mis zapatos lo son, responde el niño muy enfadado. Sé que parecen un producto cartesiano, pero son producto cartesiano español.
los animalitos
sábado, 13 mayo 2017. Charlo con dos chicas sobre un texto que, se supone, he escrito. Ellas insisten en que meta escenas de sexo y no use palabras dulces. Ya sabes, dice una, sé más bestia. El texto se titula "Los animalitos", pienso que un tono así no le pegaría nada. Mientras hablan, me dedico a negar con la cabeza levemente y a distraerme con el paisaje: un mar inmenso que veo desde una ventana.
Parece un almacén de Ikea donde han dejado espacio entre las cajas para que actúe un grupo de teatro. Llegan carmen y Enrique. Les cuento lo que me ha pasado con las dos chicas, pero empiezo a pensar que no me ven. Muevo la mano delante de sus caras. Nada. Enrique lleva un chándal negro con el escudo de un equipo. A su lado dos chicos, uno con una sudadera del Barça y otro con la del Celta. No comprendo nada. Carmen se ha sentado unos metros más allá y no levanta la vista del móvil. Comienza una especie de zarzuela. Insoportable. Me voy. Llego a los bajos de un centro comercial donde se supone que había dejado el coche, pero el parking está vacío y en obras. Vuelvo tras mis pasos, pero ya han tapiado la entrada. Comienzo a buscar la salida, pero todas estás cerradas por muros recién construidos.
monos de blanco
lunes, 8 mayo 2017. La casa de mi abuela está rodeada por unos tipos vestidos de blanco que me recuerdan a los personajes de "La naranja mecánica". Mi abuela y yo nos escondemos en la habitación que da al jardín. Mi abuela dice que tiene curiosidad por saber qué está pasando afuera. La puerta se vuelve transparente y vemos como esos tipos saltan, como si fueran monos, de un mueble a otro del comedor.
anuncio
domingo, 7 mayo 2017. Jurdi tiene que hacer un anuncio para la tele de algo relacionado con el pelo. Está de pie entre dos tipos que escriben a máquina. Los tres llevan peluca tipo "Colón" muy enredadas. En el ensayo, mientras cantan, Jurdi se pasa un cepillo y la melena queda lisa y brillante. Vuelve a ponerle la peluca despeinada para rodar. ¡El anuncio se emitirá en directo!, dice alguien. Y en ese justo momento, Jurdi comienza a rascarse la cabeza, a retorcerse de picor como un loco. Se arranca la peluca, protesta de que alguien le haya puesto pegamento, pelea con los dos tipos que escriben a máquina.
Llego a la terraza de un bar. Jurdi me espera encogido en su asiento, lleva gafas de sol para que no lo reconozcan. Estás en portada de todas las revistas, le digo, incluso de las extranjeras. Mejor, todo eso es publicidad, dice, ¿y estoy también la revista del Palmar de Troya? Supongo, pero por qué quieres salir en esa revista? Me mira con gesto de que algo tan claro no merece explicación. Sigo sin saber qué anunciaban, pero no le digo nada.
lo que falta
jueves, 4 mayo 2017. Estoy dormida y tapada hasta las orejas. Al medioabrir los ojos, veo que estoy en un descampado, junto a lo que pudo ser un bar. Sin destaparme miro a mi alrededor. Sobre la entrada del bar hay unas letras vacías a las que le han quitado los neones. Las letras dicen TODO, yo leo NADA y vuelvo a dormirme.
un mal poema
miércoles, 3 mayo 2017. Parece un congreso de poetas. Estamos muy apiñados en una sala enorme. Un tipo con barba blanca escribe un poema de dos versos en la pizarra. Parece un chiste malo que incluye la palabra "mierda" (no recuerdo los versos). Explica algo, no lo oigo bien. Todos toman apuntes. Después lee algunos nombres en una lista y pregunta qué les parece su poema. Todos los alaban. Me encojo en mi asiento para evitar que me pregunte, pero oigo mi nombre. No es un poema, respondo, yo soy muy seria, añado a modo de disculpa. Todo el mundo me mira con rencor. Miriam Reyes me dice que nos vayamos. Corremos por los pasillos, llegamos a una cafetería que necesita de una clave para entrar. Me dice que suba al piso de arriba y que ya nos traerán el té. Hago lo que me dice, no le digo que no me gusta el té. Todo está muy oscuro. Mientras la espero me pinto los labios.
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