lunes, 10 julio 2017. Una pareja me hace señas desde su mesa. Parece un restaurante italiano muy acogedor. Él me pregunta en francés si hablo francés. Oui. Aplaude como si tuviera seis años. Et, ¿anglais? Un petit peu. Se ríe. Dice que no entiende cómo todo el mundo se ha creído que "un petit peu" significa algo, que a alguien se le ocurrió que significaba "un poqutio", pero que es mentira, que sólo lo hizo para reírse de los demás. Lo veo tan satisfecho que no le respondo. De repente el local se ha convertido en una habitación blanca y fea con las paredes desnudas. El mantel de vichy rojos es ahora de papel blanco. Tengo delante un plato de sopa verde. Como, está buena. Aparece una pareja de periodistas muy jóvenes. La chica se sienta frente a mí y enciende una grabadora. Por romper el hielo, les digo señalando el plato de sopa: Soy la antimafalda. Ya tenemos titular, dice la chica. El chico menea la cabeza, dudando. ¿Qué es más difícil, escribir poesía o prosa?, pregunta. Igual. Por un lado, a veces, es difícil que llegue la inspiración. En prosa, lo difícil es ser constante. Se miran. Mi respuesta no les ha convencido. Miro a lo largo de la mesa para que alguien me apoye, pero todos comen sopa verde sin levantar la vista de sus platos.