domingo, 30 julio 2017. Espero a alguien en una habitación vacía con el techo muy bajo. Llevo un bebé en los brazos. Alguien llega, le entrego el bebé y salgo a un jardín con desniveles y laberinto de setos. Mi sobrino Darío está esperándome. Lo abrazo. Te quiero muchísimo, le digo, y he pensado en un truco infalible: Cuando tu padre te castigue en el agujero canta una canción que te guste. ¿La de los Yo kai? Esa. Si cantas, el miedo se esfuma.