descalzos

miércoles, 26 agosto 2009. Estoy con un grupo de amigos en un bar, poco a poco los amigos desaparecen, sólo quedamos Antonio Blanco y yo. Me quito los zapatos con disimulo bajo la mesa. Me fijo en que Blanco se los ha quitado con naturalidad y empieza a hurgar en el calcetín hasta hacerse un agujero. Quiero preguntarle cosas sobre sus viajes, pero no digo nada. Blanco dice que está harto de que yo sólo le cuente principios de historias, que debería aprender de una vez por todas a contar finales. No estoy muy segura de lo que eso quiere decir, pero con tal de que no se enfade conmigo, le prometo que a partir de ese momento sólo le contaré finales.