jueves, 5 agosto 2010. Manuel y yo caminamos por la calle, casi al filo del bordillo de la acera. Me cuenta cómo empezó a escribir. Cuando vamos a cruzar hacia la Alameda, veo un coche de policía salir de calle Panaderos. Le digo que disimule y hable de otra cosa hasta que el coche desaparezca.
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Cruzo la Plaza de los monos, es de noche y hay algunas personas disfrazadas de vampiro, entre ellas Marcos. Carlos se acerca con Theo, dice que hay un ciclo de Woody Allen en Torremolinos. Les digo que podíamos aprovechar para que Carlos se tomara su primera cerveza. Theo se aleja de nosotros ofendidísimo. Marcos dice que primero tiene que ir a su casa a quitarse el disfraz. Mientras intento convencerlo de que no hace falta, Carlos da saltos a mi lado diciendo: ¡Quiero mi cerveza, quiero mi cerveza!
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En la planta baja de un edificio antiguo y señorial, hay varias personas organizando carreras de tortugas. Han puesto polvos de talco en el suelo para que se deslicen con facilidad. Alejandro está entre ellos, me hace señas para que me siente con él. Le respondo, también con señas, que no quiero mancharme el pantalón con talco.
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Tengo que ordenar un montón de utensilios de cocina y especias en un gran cajón. Mi suegra llega a la cocina e intenta ayudarme. Lo pone todo del revés, al contrario de como yo lo haría pero no le digo nada porque trabaja con cara de ilusión.
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Cruzo la Plaza de los monos, es de noche y hay algunas personas disfrazadas de vampiro, entre ellas Marcos. Carlos se acerca con Theo, dice que hay un ciclo de Woody Allen en Torremolinos. Les digo que podíamos aprovechar para que Carlos se tomara su primera cerveza. Theo se aleja de nosotros ofendidísimo. Marcos dice que primero tiene que ir a su casa a quitarse el disfraz. Mientras intento convencerlo de que no hace falta, Carlos da saltos a mi lado diciendo: ¡Quiero mi cerveza, quiero mi cerveza!
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En la planta baja de un edificio antiguo y señorial, hay varias personas organizando carreras de tortugas. Han puesto polvos de talco en el suelo para que se deslicen con facilidad. Alejandro está entre ellos, me hace señas para que me siente con él. Le respondo, también con señas, que no quiero mancharme el pantalón con talco.
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Tengo que ordenar un montón de utensilios de cocina y especias en un gran cajón. Mi suegra llega a la cocina e intenta ayudarme. Lo pone todo del revés, al contrario de como yo lo haría pero no le digo nada porque trabaja con cara de ilusión.