jueves, 3 febrero 2011. Unos adolescentes, que parecen sacados de una teleserie americana, juegan a dispararse. Una de las chicas se esconde detrás de un seto del jardín. ¿Son balas de verdad?, le pregunto. Claro, dice ella y me dispara a bocajarro. Caigo herida. Ellos siguen disparándose y riendo como si se estuvieran lanzando agua con una manguera. A uno de ellos se le han acabado las balas, entra por una garrafa y la esparce por el jardín, mojándome a mí y a sus compañeros de juego. Enciende una cerilla que inmediatamente prende el líquido. Todos ardemos. Un chico que arde a mi lado protesta: Las reglas dicen quemar a los muertos, no vale quemar vivos ni heridos.