jueves, 17 febrero 2011. Llego a lo que parece un hotel de paredes de piedra. No hay techos, se ve el cielo y algunas ramas de árboles. Ordeno mi ropa en un armario. Una chica, que se parece mucho a mi amiga Carmen, dice que me vista porque están a punto de llegar. Me pongo unas bragas color frambuesa y un kimono de vinilo transparente. Pego la espalda contra la pared y espero. Al rato aparece un tipo que se parece a mi amigo Iker. Pega su cuerpo contra el mío y dice algo en inglés. Pienso que no es Iker, que es el actor Josh Zuchkerman. Hazlo de una vez, le digo y desaparece.
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Desde una ventana veo un jardín donde sólo hay una mesa con un juego de café. Pienso que se debe de estar muy bien ahí, al sol. Nada más salir, comienza a llover. Un grupo de chicas llega con unas hamacas y se tumban bajo la lluvia. Intento aguantar el chaparrón, hago como si no lloviera, bebo de las tazas, pero el café está frío y aguado. Las tazas van encogiendo bajo la lluvia hasta convertirse en tazas del tamaño de un dedal.
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Alberto ha ido a recoger unas fotos. El mostrador la de tienda parece más una barra de bar. Una chica muy gorda saca sobres de fotos y los reparte. Mi amigo Rafa le dice a la chica que en su sobre había un ticket donde dice que tiene derecho a elegir dos canciones. Es mentira, me lo encontré en el suelo, dice en voz baja mientras me guiña un ojo. La chica busca un listado de canciones y Rafa elige dos. La chica trabaja a toda velocidad, pone sellos en las fotos antes de entregarlas, algunos sellos los pone sobre la cara de los retratados. Protesto. Le digo a Alberto que cómo consiente que le estropeen sus fotos. La chica dice entre lágrimas que son órdenes de su jefe, que hay que sellar siempre las fotos. Todos los clientes me miran con odio porque he hecho llorar a la chica. ¿Y por qué no las sellas por detrás?, le digo. Todos los clientes la miran a ella sorprendidos.
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Desde una ventana veo un jardín donde sólo hay una mesa con un juego de café. Pienso que se debe de estar muy bien ahí, al sol. Nada más salir, comienza a llover. Un grupo de chicas llega con unas hamacas y se tumban bajo la lluvia. Intento aguantar el chaparrón, hago como si no lloviera, bebo de las tazas, pero el café está frío y aguado. Las tazas van encogiendo bajo la lluvia hasta convertirse en tazas del tamaño de un dedal.
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Alberto ha ido a recoger unas fotos. El mostrador la de tienda parece más una barra de bar. Una chica muy gorda saca sobres de fotos y los reparte. Mi amigo Rafa le dice a la chica que en su sobre había un ticket donde dice que tiene derecho a elegir dos canciones. Es mentira, me lo encontré en el suelo, dice en voz baja mientras me guiña un ojo. La chica busca un listado de canciones y Rafa elige dos. La chica trabaja a toda velocidad, pone sellos en las fotos antes de entregarlas, algunos sellos los pone sobre la cara de los retratados. Protesto. Le digo a Alberto que cómo consiente que le estropeen sus fotos. La chica dice entre lágrimas que son órdenes de su jefe, que hay que sellar siempre las fotos. Todos los clientes me miran con odio porque he hecho llorar a la chica. ¿Y por qué no las sellas por detrás?, le digo. Todos los clientes la miran a ella sorprendidos.