diamantes

domingo, 17 septiembre 2017. Camino por una explanada de tierra. Al fondo hay una iglesia enorme. Se supone que hay una reunión de alumnos. Veo que, los que se van a cercando, llevan el atuendo de su religión. Saco un paño de cocina (no sé de dónde) y me lo pongo a modo de toca. Es un paño de Ikea (blanco con unas bandas azules). Pienso que debo parecer la Madre Teresa de Calcuta. Me río para mis adentros. Entro en la iglesia. Está hasta arriba. Busco a Jota. Pienso que lo reconoceré aunque nunca nos hayamos visto. Sólo sé que es alto. Lo imagino con gafas y cara de sueño. Nada. Me largo, pienso. En una especie de sacristía sin muebles hay un tipo bajito con gafas y gorra. Parece un golfillo de película muda. Fuma sin parar de andar de una pared a otra. ¿Caína?, pregunto sorprendida. No dice nada. Jota no está dentro, le digo y me voy.

Llego a lo que parece una sala de despiece. Marcos está sentado detrás de una mesa de despacho enorme. ¿Qué desea?, dice en tono profesional. Imagino que estamos jugando a las profesiones. Me siento delante de él y le expongo mi problema. Verá, tengo estos diamantes (y pongo un puñado de cuentas de cristal de colores sobre la mesa) y mi problema es que tengo un saco lleno y no sé cómo unirlos para que me quede una buena novela. ¡Eso es!, dice marcos emocionado. ¡Escriba una novela! ¡Siguiente!