sábado, 3 octubre 2020. Mi padre quiere que haga la lista de la compra. Le digo que no hace falta, que de la última vez que se hizo quedó en la memoria de la página del supermercado. Se enfada muchísimo, comienza a dictarla en voz muy alta. Guiño a mi madre y hago como que la escribo en una revista.
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Estoy en la escena y, a la vez, la veo desde fuera: Zona superior de un teatro. Acaba de terminar una obra o una película. La sala de va vaciando. Uno de los acomodadores mira intensamente a una chica (la chica también soy yo; estoy con mi madre y con un chico que, se supone es mi novio). Al salir, mi madre cuenta que ha estado en un curso de cocina y ha aprendido a preparar de todas las maneras posibles las albóndigas según el canon catalán. Las nombra. Mi supuesto novio, se enfada, le corrige cada pronunciación. Ella saca una libreta y pide que se las deletree. El acomodador nos sigue. Al llegar a una calles estrechas, pierdo de vista a mi madre y a mi novio. Lo llamo a gritos. Temo que el acomodador lo haya matado. Intento buscar ayuda pero, parece, me vuelto invisible.