lunes, 19 diciembre 2022. Alberto, Salvatore y yo comemos en un restaurante. Nos ponen una sopa muy aguada con cuatro bolitas de carne picada cruda flotando. También un plato de champiñones crudos. La sopa me da mucho asco porque parecen pequeños cerebros flotantes. El cocinero sale, se sienta a mi lado y pregunta qué tal todo. Le respondo con ironía, pero no la recoge. Dice que tengamos cuidado con la carretera. Un grupo espera (completamente pegados a mi espalda) que dejemos la mesa libre. Le digo a Alberto que deberíamos llevarnos al menos los champiñones ya que no hemos comido nada. Le digo a Salvatore si los quiere para la cena. Dice que Carmen nos quiere mucho, a las niñas (las niñas, se supone, son Ángeles y nené) y a mí, pero no come sobras. De repente ya estamos en casa (la de mis padres). Precisamente Emilio, Ángeles y Nené están allí. Mira lo que sabemos hacer, dicen Ángeles y Nené, y se convierten en dos bebés con la cara de porcelana. ¡Tenéis caras de Vírgenes!, deberíais tener una niña porque sería preciosa, les digo. Cojo a Ángeles en brazos y la llevo de paseo por la Alameda. Los mira todo como si fuera la primera vez que sale. Dentro de un camión aparcado hay merchandising de Doraemon y dibujos animados. También un globo que da vueltas en la cabina del conductor. La asomo a la ventanilla para que lo vea. Aparece el dueño. Nos quiere enseñar el remolque, que en realidad es un coche enorme negro acoplado en sentido opuesto. Del remolque salen varios tipos vestidos negro. Os los voy a presentar, dice muy contento. Dice que son músicos y que están encantados de estar en Málaga, que les encanta el desierto. Creo que confundes Málaga con Almería, le digo. Uno de ellos me da dos besos, me pone el brazo sobre el hombro mientras caminamos. Dice que son de Zamora y allí nunca hace sol. Me extraña, pero no digo nada. Somos de Bolmir, dice. Bolmir está en Cantabria, le digo. Se miran entre ellos, se ríen. Seguimos caminando, ahora el paisaje sí parece un desierto. Pasamos por delante de una casa baja encalada donde unas señoras hacen guirnaldas de buganvillas. Ves, esto es el desierto, en Zamora nunca hace sol, dice. Bolmir está en Cantabria, repito. Me fijo en que Ángeles se ha convertido en una muñeca con la cara de porcelana. Quiero irme a casa, pero no sé dónde estoy ni sé cómo volver porque estoy muy cansada. (En ese momento sueña el teléfono y me despierto.).