troll, grulla y popelín

miércoles, 28 diciembre 2022. Alberto, Daniel y yo estamos en casa de Chivite. En el piso de arriba hay una habitación enorme muy desordenada. Alberto y Daniel duermen en una cama cuadrada enorme. Mi madre aparece y nos da un plumero con el palo muy largo. Así podéis llegar a lo cuadros más altos y el reloj. Chivite y yo quitamos el polvo sin ganas. Cuando mi madre se va satisfecha, me siento sobre él y le miro el pelo como si buscara piojos. No puedo creerme que tuvieras el pelo negro, le digo mientras le doy tirones y lo peino hay arriba, como a un troll.
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Estoy en casa de mis padres. El salón está desordenadísimo. Mi padre está tratando de hacerse un nido en el sofá. Me grita que le lleve un taburete plegable. Voy a por él. Él sigue gritando, dando órdenes. El taburete es de playa con la tela amarilla (nunca lo había visto). Quiere usarlo de mesilla de noche. Llegan mis tías con una vecina y su nieto. Me da vergüenza que vean la casa así (aunque no sea mi casa). Quieren que oigamos cantar al niño. Mi tía Encarna canta a la par que él. Mi tía Mari la encierra en el que fue mi cuarto para no oírla. El niño desafina una barbaridad. Entro en mi cuarto para consolar a mi tía Encarna, le digo que el niño canta como las grullas. Nos reímos.
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Estoy en un supermercado en el que parece que haya entrado un tornado (todo está amontonado en el suelo sin orden alguno). Hay salchichas congeladas en un estante, fuera del frigorífico, también unos pulpos que no parecen pulpos y que han congelado con las patas extendidas, como si fueran estrellas de mar. Llevo poco o nada en el carrito. Una flecha indica que la perfumería está en otra planta, pero en realidad está en otro edificio. Bajo a la calle por una rampa mecánica. Una chica marca mi carrito con una pistola que lee los códigos de barra. Si va al otro edificio tiene que comprar algo obligatoriamente, y la salida es por otra calle (información que me parece absurda). Recorro un túnel y salgo a la calle. Hay más gente con carritos. Decido echarles una carrera. Lo empujo, apoyo la barriga en la barra y avanzo a toda velocidad. Al llegar a un semáforo, un tipo muy alto me saluda afectuosamente. ¿Nos conocemos?, pregunto. Me llamo... (dice un nombre extranjero, pero no recuerdo cuál). No nos conocemos, no, le digo y comienzo a cruzar. Es bisexual, dice una señora al pasar por mi lado. El tipo se excusa aclarando que lleva tres años sin pareja. Yo llevo cuarenta y dos años con la misma persona, le digo. Él se asombra muchísimo, tanto que empuja sin querer a una chica que va delante de nosotros. La chica cae. ¿Qué es el popelín?, pregunta a la chica mientras la ayuda a levantarse. La chica no sabe. Su blusa es de popelín, les digo y los dejo en lo que parece el principio de un idilio.