domingo, 18 diciembre 2022. Busco en mi cajón del escritorio tiritas anchas y las meto en el bolso para cuando quede con mi prima Elisa (me dijo que las necesitaba). Voy a la cocina, abro el frigorífico y veo las botellas boca abajo. Me sirvo un vaso de gaseosa, pero parece agua. Pienso que al no estar tumbada ha perdido el gas. Al volverme, veo la olla y la cafetera echando mucho humo. Las apago. Los otros dos fuegos están encendidos sin nada encima. También el horno, encendido y vacío. Lo apago todo. Barajo qué me compensa más, decírselo a Alberto (se enfadará) o callar (aunque se lo diga volverá a dejarse todo encendido). Lo veo desde el salón, tomando tranquilamente el sol en la terraza. No le digo nada. Al verme se levanta, dice muy alegre que salgamos a comprar sellos. Voy a por el bolso, le digo. Mientras regaré las plantas, dice. Cuando vuelvo, está regando los libros de poesía de la estantería del hall.