jueves, 4 abril 2024. Estoy en un salón enorme. Tan grande, que los muebles de comedor parecen casi de juguete. La luz, pobre y amarillenta, le da un tono deprimente. Estoy sentada en una butaca pegada a la pared. Oigo que fuera hay una fiesta o algo parecido, pero no me apetece salir. Entra Blanco. Me sorprende que se haya dejado de rapar la cabeza (tiene el pelo rizado como cuando era joven), pero no le digo nada. Se sienta en una butaca al otro lado del salón, a más de cinco metros de mí. Me voy acercando a él arrastrando la mía. No decimos nada, me abraza. Cuando salgo, efectivamente hay una especie de fiesta. Al parecer ha venido una escritora del este, muy famosa. Andrés me dice que quiere presentármela, me toma de la mano y me lleva hacia ella, pero hay tanta gente que me suelto y nos perdemos. De repente estoy en una habitación muy pequeña. Mi familia está allí, apilada. El gato de mi hermana está en una caja de cartón. Todos me miran con insistencia esperando a que lo cepille.
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Andrés, mi madre y yo llegamos a lo que parece una casa-barco. Es de madera y parece muy nuevo. La casa-barco se va convirtiendo en una casa-piano. Intentamos colarnos porque Andrés quiere enseñarnos algo. Finalmente solo yo consigo colarme. Llegan los dueños y me escondo colgándome de un perchero, bajo un albornoz. Espero allí a que los dueños se duerman para poder escapar.