martes, 9 abril 2024. Estoy en una habitación de hotel y toda mi ropa está desordenada sobre la cama. Alguien dice: ¡Ya están aquí! Y meto a toda prisa mis cosas en una bolsa de viaje. No cabe todo y uso bolsas de tela. No entiendo cómo tengo tantas cosas, yo que viajo siempre con lo mínimo. Hay cosas que no reconozco como mías, como un pijama de raso de color rosa y vestidos estampados de gasa. De todos modos lo guardo todo sin doblar. El ascensor del hotel es muy antiguo, de madera y tapizado de rojo, las puertas de reja muy historiadas. Abajo me esperan los tíos y primos de Alberto. Me extraño (y alegro) al ver a sus tíos porque murieron hace un par de años. Se les ve jóvenes y felices. Suben alegremente a un autocar, pero se quedan de pie al fondo. Les digo que se sienten porque nos quedan, al menos dos horas de viaje. Parece que ni me oyen ni me ven. De repente siento que todo me da igual, que seguramente todo sea fruto de mi imaginación (la ropa, que ellos estén vivos), siento un cansancio enorme y un dolor explosivo en la sien derecha. Me siento. (Me despierta una jaqueca inmensa en la sien derecha).