miércoles, 19 marzo 08. Hay reunión de la comunidad, pero en vez de reunirse en el portal, lo hacen en la azotea. Desde una ventana veo cómo papá trepa con dificultad por la fachada. No entiendo por qué va precisamente el día que es necesario jugarse la vida, cuando jamás ha ido a ninguna. Pienso que tal vez haya subido porque le gustan las antenas y sólo ese día tiene oportunidad de verlas de cerca.
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Joan y yo estamos en la cocina de su casa. Abro un cajón y empiezo a sacar copas de distintos tamaños. Las voy enumerando: Éstas las robaste en Lisboa, éstas en Edimburgo, éstas en Berlín. Le pregunto cómo lo hace para que nunca nadie se de cuenta. Joan se ríe.
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Un chico y dos chicas hablan de los zapatos que llevan. Las botas de las chicas son cilindros, sin la forma del pie. Voy a la habitación de la que han salido y veo que hay varios modelos de botas, pero ninguno me gusta. Pienso que es una tienda, aunque me fijo en que hay dos camas una tele y un cuarto de baño. Es una habitación de estudiantes, pienso. Todo está muy desordenado. Ordeno las botas bajo un mueble, los calcetines en un rincón, ropa que doblo en una estantería y apilo un montón de revistas sobre una mesa. Una chica me dice: No pretenderás que mantengamos el orden. Me encojo de hombros. Entre la ropa hay pijamas de hombre que llevo al cuarto de baño. Al entrar pido disculpas porque hay un chico, recién salido de la ducha, secándose. ¿Cómo estás?, pregunta. Ahí voy, respondo. Aunque inmediatamente me doy cuenta de que con quien habla es con la otra chica. Actúan como si yo no existiera.
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Joan y yo estamos en la cocina de su casa. Abro un cajón y empiezo a sacar copas de distintos tamaños. Las voy enumerando: Éstas las robaste en Lisboa, éstas en Edimburgo, éstas en Berlín. Le pregunto cómo lo hace para que nunca nadie se de cuenta. Joan se ríe.
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Un chico y dos chicas hablan de los zapatos que llevan. Las botas de las chicas son cilindros, sin la forma del pie. Voy a la habitación de la que han salido y veo que hay varios modelos de botas, pero ninguno me gusta. Pienso que es una tienda, aunque me fijo en que hay dos camas una tele y un cuarto de baño. Es una habitación de estudiantes, pienso. Todo está muy desordenado. Ordeno las botas bajo un mueble, los calcetines en un rincón, ropa que doblo en una estantería y apilo un montón de revistas sobre una mesa. Una chica me dice: No pretenderás que mantengamos el orden. Me encojo de hombros. Entre la ropa hay pijamas de hombre que llevo al cuarto de baño. Al entrar pido disculpas porque hay un chico, recién salido de la ducha, secándose. ¿Cómo estás?, pregunta. Ahí voy, respondo. Aunque inmediatamente me doy cuenta de que con quien habla es con la otra chica. Actúan como si yo no existiera.