lunes, 17 marzo 08. Tengo dos pezones en cada pecho. Alimento a cuatro crías de gato a la vez. Mi hermana me trae su caja de gusanos de seda. Alimento a cuatro gusanos de seda a la vez.
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Estamos de visita en casa de mi suegra. Como me aburro, me encierro en el cuarto de baño, me desnudo y me adorno el cuello con un lazo enorme de papel higiénico.
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Hemos ido a un festival con Carmen y Enrique. Los esperamos en la fila de la entrada. No llegan. La fila avanza y temo que después no los dejen entrar solos. Me extraña que en la fila sólo haya hombres vestidos con monos azules y cascos, ya que es un festival de música indi. Me llama la atención un edificio donde todos los vecinos han tendido sólo toallas y todas del mismo color por piso. Cuando estamos a punto de entrar, nos sentamos en un banco a esperar. En una casa de la acera de enfrente veo a Yolanda hablando por teléfono, pero no me saluda. Pasan carrozas de vuelta y temo que el festival haya acabado. Una señora muy mayor, disfrazada de sirena, como si me leyera mi pensamiento, me dice que no me preocupe, que sólo vuelven a descansar, pero que el festival no ha comenzado todavía. A lo lejos, vemos llegar a Carmen y Enrique, pero en vez de venir hacia nosotros, suben una escalinata para hacerle fotos a una iglesia. Corremos hacia ellos. Mira, dice Enrique, Carmen se ha puesto su falda de pelo de cabra. Y al decirlo, los tres nos lanzamos a tocarla y a hacerle cosquillas.
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Estamos de visita en casa de mi suegra. Como me aburro, me encierro en el cuarto de baño, me desnudo y me adorno el cuello con un lazo enorme de papel higiénico.
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Hemos ido a un festival con Carmen y Enrique. Los esperamos en la fila de la entrada. No llegan. La fila avanza y temo que después no los dejen entrar solos. Me extraña que en la fila sólo haya hombres vestidos con monos azules y cascos, ya que es un festival de música indi. Me llama la atención un edificio donde todos los vecinos han tendido sólo toallas y todas del mismo color por piso. Cuando estamos a punto de entrar, nos sentamos en un banco a esperar. En una casa de la acera de enfrente veo a Yolanda hablando por teléfono, pero no me saluda. Pasan carrozas de vuelta y temo que el festival haya acabado. Una señora muy mayor, disfrazada de sirena, como si me leyera mi pensamiento, me dice que no me preocupe, que sólo vuelven a descansar, pero que el festival no ha comenzado todavía. A lo lejos, vemos llegar a Carmen y Enrique, pero en vez de venir hacia nosotros, suben una escalinata para hacerle fotos a una iglesia. Corremos hacia ellos. Mira, dice Enrique, Carmen se ha puesto su falda de pelo de cabra. Y al decirlo, los tres nos lanzamos a tocarla y a hacerle cosquillas.