lunes, 7 septiembre 2009. Estoy delante de un escaparate de pañuelos. Cada uno está doblado y colocado en una celdilla cuadrada. La tienda se llama "El mundo es un pañuelo". No quiero sacar ninguno para no desordenarlos. La dependiente me ofrece uno, me lo coloco delante dejándolo caer desde los hombros. Es color crudo con florecillas marrones. Bonito, pero tristón. Por la calle pasan chicas muy jóvenes con vestidos hechos con dos pañuelos cosidos. Todas me parecen preciosas y felices. La dependienta está tan ilusionada que no me atrevo a decirle que el pañuelo que me ha ofrecido no me gusta.