martes, 20 octubre 2009. Joan Masip está sentado a mi izquierda en una parada de bus, aunque en realidad estamos esperando que pase nuestro avión. Pasan aviones continuamente por delante de nuestras narices, pero ninguno es el nuestro. Joan ve en el suelo una tableta de chocolate. La coge, me la ofrece. Tiene mucho hierro, dice, te vendrá bien. Cuando voy a tomar una pastilla, otro Masip idéntico sentado a mi derecha me dice que no me la coma.
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Mi prima Elisa quiere que la acompañe a comprar un vestido de fiesta. Mientras caminamos hacia la tienda, va sacando de una bolsa de deporte varios vestidos brillantes. Ése para ti, dice. El vestido es bonito, pero tiene los tirantes tan finos como un espagueti. Nunca me pongo tirantes, ya lo sabes. En vez de entrar en la tienda, llegamos a un bar donde el camarero nos dice que todas las piscinas están completas. Elisa insiste en que tiene que nadar dos veces por semana. Está a punto de echarse a llorar. Desaparece con el camarero. Mientras la espero, mi hermana me da unos cedés para que les haga copias. Al cabo de un rato le pregunto qué hora es. Las diez menos cuarto, dice. Pienso que había quedado en recoger a Elisa a las nueve y media. Cuando voy a salir a la calle a buscarla, me doy cuenta de que llevo el pelo mojado envuelto en una toalla.
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Mi prima Elisa quiere que la acompañe a comprar un vestido de fiesta. Mientras caminamos hacia la tienda, va sacando de una bolsa de deporte varios vestidos brillantes. Ése para ti, dice. El vestido es bonito, pero tiene los tirantes tan finos como un espagueti. Nunca me pongo tirantes, ya lo sabes. En vez de entrar en la tienda, llegamos a un bar donde el camarero nos dice que todas las piscinas están completas. Elisa insiste en que tiene que nadar dos veces por semana. Está a punto de echarse a llorar. Desaparece con el camarero. Mientras la espero, mi hermana me da unos cedés para que les haga copias. Al cabo de un rato le pregunto qué hora es. Las diez menos cuarto, dice. Pienso que había quedado en recoger a Elisa a las nueve y media. Cuando voy a salir a la calle a buscarla, me doy cuenta de que llevo el pelo mojado envuelto en una toalla.