lunes, 5 octubre 2009. Mi prima Elisa y el poeta Andrés Gómez Miranda han ido al cine y me han dejado en un bar de la Plaza de la Merced cuidando de Darío. A la hora de cambiarle los pañales observo que las mesas del bar se han convertido en camas cuadradas cubiertas por edredones plastificados. El problema es que, según lo limpio, Darío va menguando. Cuando termino de vestirlo es del tamaño de un dedo. Deseo que sus padres vengan por él cuanto antes para que no desaparezca del todo. Elisa y Andrés llegan por fin. Darío es otra vez de tamaño normal, pero en vez de un dodotis lleva papel de periódico que no recuerdo haberle puesto. Sus padre no se dan cuenta. Andrés dice muy asombrado que ha visto a mi abuelo en el cine, y si no es muy mayor para eso. Teniendo en cuenta que murió hace unos años, sí, está muy mayor para ir a la sesión golfa, le digo.