lunes, 26 octubre 2009. En un hotel nos han dado una habitación para minusválidos equipada con mil artilugios. A la hora de pagar tenemos que ponernos en la cola para minusválidos. La ventanilla es muy pequeña y está en alto. No entiendo nada y me alejo de allí. Una chica muy joven me acompaña, se parece a la poeta Bárbara Cumpián. Dice que tiene ganas de cumplir los 18 para comprarse un coche. En ese momento aparece Alberto con varias bolsas llenas de naranjas y varios litros de cerveza. No puede con ellos, le ayudamos. Aparece una chica en un coche sacado de una película del oeste y dice que nos lleva a casa.
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Estoy en la cocina de la casa de mis padres. Mi suegra dice que hay que tirar toda la comida. Le digo que yo me encargo. Cuando se va, la guardo y pequeños cuencos. Hago distintos purés para que no los reconozca. Uno de ellos es blanco con cuadrícula verde. me paso un rato mirándolo, es precioso. Otro es azul y me pregunto a qué sabrá. Mi hermana entra en ese momento, dice que es la hora de su té de melocotón. Le enseño un cuenco diminuto con puré fucsia. Ése quiero, dice. Se lo sirvo en una concha de la playa.
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Estoy en la cocina de la casa de mis padres. Mi suegra dice que hay que tirar toda la comida. Le digo que yo me encargo. Cuando se va, la guardo y pequeños cuencos. Hago distintos purés para que no los reconozca. Uno de ellos es blanco con cuadrícula verde. me paso un rato mirándolo, es precioso. Otro es azul y me pregunto a qué sabrá. Mi hermana entra en ese momento, dice que es la hora de su té de melocotón. Le enseño un cuenco diminuto con puré fucsia. Ése quiero, dice. Se lo sirvo en una concha de la playa.