viernes, 30 abril 2010. Encuentro a Carmen y Enrique en la estación de autobuses. Les cuento que acabo de ver cómo robaban dos coches, que me ayuden a avisar a la policía. Nada. Les pido que me ayuden a encontrar a Alberto. Señalan un autobús. Distingo a Alberto a través de los cristales empañados, le hago señas. Nada. Juan llega con una chica de la mano. En la otra lleva a un niño de unos siete años. El niño es Agustín. Sin mediar palabra me dice adiós con la mano. No sé qué hacen todos allí. No comprendo cómo ni siquiera me da un beso. Entro en los servicios de la estación. Están muy sucios. La chica que iba de la mano de Juan, orina de pie. Me pregunto si él sabrá que es un hombre. La imito para ver si una mujer puede hacerlo de pie. Puedo, pero la sorpresa es que mi orina es azul.
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(Siesta). No veo con el ojo izquierdo. Se lo digo a los amigos pero no me toman en serio. Entro en una habitación de hotel muy blanca, la luz me molesta el ojo bueno. Allí se hospeda el escritor Chivite. Me observa el ojo, me lo lava con cuidado. Dice que no me preocupe, que quizá sólo sea que se me ha dormido, como cuando se duerme una pierna, dice. Aunque también puede que lo hayas perdido por tantos dolores de cabeza, pero de todos modos creo que puede ser reversible, dice en tono muy profesional. Tenemos que ir urgentemente al hospital, haz la maleta, dice. Hay dos maletas sobre la cama, una con ropa, la otra llena de libretas. No tenemos bolígrafos, dice Chivite muy contrariado. Sin perder un segundo llama a recepción y pide que suban un arroz negro. De inmediato, una camarera aparece con una paella entre las manos. Sonríe exageradamente. Chivite dice que tenemos que darnos prisa. Ahora sólo tenemos que separar el arroz de la tinta, dice Chivite entusiasmado y se pone a prensar el arroz con las manos dejando caer la tinta dentro de la maleta. Lo ayudo sin mucha convicción.
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(Siesta). No veo con el ojo izquierdo. Se lo digo a los amigos pero no me toman en serio. Entro en una habitación de hotel muy blanca, la luz me molesta el ojo bueno. Allí se hospeda el escritor Chivite. Me observa el ojo, me lo lava con cuidado. Dice que no me preocupe, que quizá sólo sea que se me ha dormido, como cuando se duerme una pierna, dice. Aunque también puede que lo hayas perdido por tantos dolores de cabeza, pero de todos modos creo que puede ser reversible, dice en tono muy profesional. Tenemos que ir urgentemente al hospital, haz la maleta, dice. Hay dos maletas sobre la cama, una con ropa, la otra llena de libretas. No tenemos bolígrafos, dice Chivite muy contrariado. Sin perder un segundo llama a recepción y pide que suban un arroz negro. De inmediato, una camarera aparece con una paella entre las manos. Sonríe exageradamente. Chivite dice que tenemos que darnos prisa. Ahora sólo tenemos que separar el arroz de la tinta, dice Chivite entusiasmado y se pone a prensar el arroz con las manos dejando caer la tinta dentro de la maleta. Lo ayudo sin mucha convicción.