la gata ramiro

jueves, 15 abril 2010. Un grupo se sienta a mi lado en un bar. Ellas hacen punto con agujas de madera, ellos hablan de fútbol, sus hijos corren entre las mesas. Uno de ellos me habla de una revista que hace. Si tú supieras lo que se siente al publicar un libro, dice. No digo nada y sonrío. Saca unas piedras y las pone sobre la mesa como si fuera a pagar con ellas. Yo también colecciono piedras, le digo. Saco una del bolsillo. La piedra se parte en dos en la palma de mi mano.
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Ramiro, la gata que tenía en casa de mis padres, está en la terraza. Tengo que salir y la llamo para que entre. Nada. Le pongo un cuenco con agua. Nada. Junto al cuenco pongo un libro, a ver si así entra de una vez.