miércoles, 8 junio 2011. Estoy muy contenta porque voy a leer poemas. La presentación la hará Jota. Estamos en su casa, me enseña unos dibujos que ha hecho especialmente para la ocasión. Dice que leerá los mails de octubre para que mis poemas se entiendan mejor. Se nos ve felices. Justo antes de salir me doy cuenta de que he olvidado los poemas que tenía que leer. No los metí en la maleta y también he olvidado los pantalones nuevos, le digo señalando el vaquero gastadísimo que llevo puesto. Dice que yo soy capaz de improvisar, que les hable de qué haría si se incendiara mi casa. Empieza a llegar gente que me saluda con besos y abrazos. No sé quiénes son. Me siento en el bordillo de la acera, les digo que me dejen un rato a ver si soy capaz de recordar algún poema y anotarlo a mano. Nada. Nos llaman para leer, mientras el público se sienta un tipo toca pasodobles en un organillo. Después dos tipos hace de solados y pelean. No entiendo nada. Andrés, que está entre el público, habla con ellos en polaco. La gente aplaude. De repente se encienden las luces, me felicitan aunque no he leído nada. Julio Neira se me acerca a darme la enhorabuena, dice que acaba de conocer a mis padres. Mis padres aparecen sonrientes. Al acercarme a ellos se me rompe la pulsera que llevo y las cuentas caen al suelo justo donde faltaba una losa. Mi padre me ayuda a recogerlas. Dice que son perlas buenas, que no las puedo perder. También hay canicas. Julio me pregunta si puede quedarse una de recuerdo. Le doy una canica amarilla muy bonita. Van Gogh dijo que el amarillo es el color de Dios, le digo.