pizza para caníbales y helados de sémola

lunes, 6 junio 2011. He comprado una pizza a un tipo que tiene una carnicería dentro de un autobús. Le digo que por favor me cobre, que tengo prisa. Dice que antes debe vender los tickets a los pasajeros. Alguien le pide una pizza barbacoa y el tipo le muestra a una niña pequeña. La niña lleva una máscara y una correa de perro. Los pasajeros se despiden de la niña. Pienso que la carne de la pizza que yo he comprado también será de niña.
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Alguien despliega un cartón en la acera y, como si fuera una tienda de campaña de las que se montan solas, aparece una maqueta de una casa en ruinas. Varios viandantes se acercan. Nos pregunta qué conclusiones podemos sacar mirando la maqueta. Por los grafitis parece Málaga, le digo. Muy bien, pero, ¿qué calle? En ese momento un tipo aparece con un pájaro herido entre las manos.
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Carlos Pacho me pregunta si me gusta la sémola. Le digo que sí. Se ríe, dice que a él no. Tenemos delante un cuenco de sémola que moldeamos con las manos. Sonríe todo el tiempo. El sueño transcurre muy despacio. Mientras hablamos vamos construyendo bolas con la sémola que, al manosearla se va volviendo helado de distintos colores.
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Veo a Juano en una terraza de un bar. Se levanta, viene hacia mí, me abraza. No decimos nada, estamos un rato abrazados. Pienso que todas las personas de la plaza deben envidiarme en ese momento. Pienso que por fin estoy soñando que no está muerto. Sin que yo le diga nada, él me dice que ya era hora. Hazme preguntas de esas que hacéis los psicoanalistas, le digo.