domingo, 26 junio 2011. He llegado con tiempo a una estación de bus. Aun así, veo que mi autobús se va. Mientras sube la curva, corro por las escaleras para alcanzarlo. Golpeo la puerta en marcha, consigo entrar. El autobús es ahora una habitación de hotel, el conductor dice que lo espere, que no tardará nada. Me siento en una habitación pequeña que hay junto al dormitorio. No sé qué hago allí.
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Tengo una niña en los brazos, tendrá un año, no deja de darme besos. A mi lado está Daniel. No sé cómo decirle que la niña es suya, ni cómo no se da cuenta porque es idéntica a él. Ahora besos a papá, dice la niña y comienza a darle besos. Daniel no dice nada.
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Acabo de llegar a una ciudad, entro en el bar de un museo y busco una revista para no sentirme sola. Veo a Luciano tomándose un té, está solo, me acerco a su mesa. ¿Entonces estoy en Barcelona?, le pregunto. No dice nada y se va. En la revista hay un artículo sobre el taller de Rubén, un amigo de Begoña. Hay fotos de grupos en conferencias, bailando la danza del vientre o en pupitres. Pienso que está posando, que son fotos de mentira. En una se ve a Begoña en segundo plano. Pienso que cuando llegue a casa se la enviaré por correos. También pienso que quizá no esté en Barcelona, sino en A Coruña, y ella ya la tenga. Pregunto a todo el mundo en qué ciduad estoy, pero nadie me responde. Ni siquiera me miran.
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Al entrar del comedor al dormitorio, las tablas del parqué se hunden bajo mis pies. El parquetero aparece de repente, me pregunta si quiero que las arregle o si prefiero un agujero para ver la casa de los vecinos.
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Tengo una niña en los brazos, tendrá un año, no deja de darme besos. A mi lado está Daniel. No sé cómo decirle que la niña es suya, ni cómo no se da cuenta porque es idéntica a él. Ahora besos a papá, dice la niña y comienza a darle besos. Daniel no dice nada.
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Acabo de llegar a una ciudad, entro en el bar de un museo y busco una revista para no sentirme sola. Veo a Luciano tomándose un té, está solo, me acerco a su mesa. ¿Entonces estoy en Barcelona?, le pregunto. No dice nada y se va. En la revista hay un artículo sobre el taller de Rubén, un amigo de Begoña. Hay fotos de grupos en conferencias, bailando la danza del vientre o en pupitres. Pienso que está posando, que son fotos de mentira. En una se ve a Begoña en segundo plano. Pienso que cuando llegue a casa se la enviaré por correos. También pienso que quizá no esté en Barcelona, sino en A Coruña, y ella ya la tenga. Pregunto a todo el mundo en qué ciduad estoy, pero nadie me responde. Ni siquiera me miran.
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Al entrar del comedor al dormitorio, las tablas del parqué se hunden bajo mis pies. El parquetero aparece de repente, me pregunta si quiero que las arregle o si prefiero un agujero para ver la casa de los vecinos.