sábado, 27 agosto 2011. Mi amiga Cristina y yo estamos alojadas en casa de la familia del escritor Chivite, aunque hay tantos pasillos que sólo los vemos de refilón. Cristina dice que deberíamos ducharnos y entra en un cuarto de baño de color verde agua. Yo espero en una habitación enmoquetada. Aparecen dos niñas, me hacen preguntas. Mientras me hablan, oigo sonar un teléfono que nadie coge. Cristina no vuelve y pienso que no tendré tiempo de ducharme.