mandiocas congeladas y zapatillas del mismo pie

martes, 27 diciembre 2011. Patino por la casa de mi abuela, pasillo arriba pasillo abajo, sobre dos mandiocas peladas y congeladas. Al estar congeladas resbalan muy bien. Mi madre está en la cocina, mi tía le da un codazo, y mi madre me dice sin ganas que le devuelva las mandiocas porque tiene que cocinarlas. Siguen congeladas, le digo. Mi madre las parte por la mitad y sale una especie de sangre espesa. Me resulta asqueroso. Mi tía las echa rápidamente a la olla.
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La hermana de mi suegra acaba de llegar a casa. Le ofrezco unas zapatillas para que esté más cómoda. Detrás de una puerta hay un zapatero de tela lleno de zapatillas, pero todas son de distintos modelos y del mismo pie. Me quito mis zapatos y se los ofrezco. Ella entra en mi cuarto algo indignada. Dice que lo tengo muy desordenado y que encima el sol se está yendo, como si yo tuviera la culpa. Corro al fregadero y escupo un puñado de bolitas. Pienso que es cuscús, pero al fijarme, veo que son las cuentas rojas de la pulsera que me hice la noche anterior. Intento recuperarlas.