sábado, 25 febrero 2012. Estoy en una especie de fiesta que hay en la playa. Ferran, subido a un Mehari naranja, dice que vuelve a casa. Lo lleva lleno de libros y cajas con más libros. En el último momento, y de un salto, subo con una maleta llena de ropa. Le digo a Alberto que ahora vuelvo, que por favor me espere. Ferran me deja en una especie de pensión. Se supone que Juano vive allí. Cuando Juano abre la puerta me abraza, saca la ropa de mi maleta y la mete ordenadamente en un armario. Sólo nos hablamos con la mirada, no decimos ni una palabra, pero él entiende que sólo he ido a despedirme. Se quita una pulsera de cuentas negras y me la pone. Me quita el kombolói que me trajo Pepe de Grecia, y que llevo como pulsera, y lo guarda en el armario con mi ropa. Entiendo que mis cosas se quedarán allí. Una pareja entra en la habitación. La chica me dice que, a pesar de que les caigo muy mal, su hermano y ella han decidido llevarme inmediatamente a la playa porque no hay autobuses hasta el día siguiente. Imagino son familiares de Juano y quieren librarse de mí cuanto antes.