domingo, 19 agosto 2012. Miro un lago desde una loma. El agua está negra. Le hago una señal a varios bañistas e inmediatamente se lanzan al agua de cabeza y sacan del fondo un cuerpo. Con otro gesto les digo que lo dejen en la orilla. Camino despacio, temo que no me reconozca. Está ahí, me dice alguien. El tipo ya está seco, vestido y sentado en la orilla mirando el lago. Me siento a su lado y le aprieto la pierna como saludo. Me mira, le alegra muchísimo de verme, me da un beso de abuela. Está tan delgado que noto sus pómulos y su mandíbula clavarse en mi cara. ¿Cómo me ves, notas cambios?, pregunta. Estás muy guapo y tienes el pelo más suave que nunca. Le acaricio la cabeza, unos rizos de anuncio que no se deshacen por más que los toques. Nos quedamos allí sentados, mirando el lago. A pesar de la alegría de volver a verlo, la sensación de fondo es de tristeza, como si él tuviera que volver al fondo del lago. No estoy segura si el tipo era Antonio Vega, Jurdi, david González, o una mezcla de los tres.