pájaro gigante

sábado, 5 diciembre 2009. Alberto y yo caminamos hacía el garaje. Me voy encontrando a algunos amigos que se me acercan y, sin mediar palabra, me besan muy levemente en los labios. No entiendo nada. Pienso que se han puesto de acuerdo para gastarme una broma. Ya en el garaje se me acerca Marcos. Le doy dos besos, pero él me busca los labios, me besa y desaparece. Al entrar en el coche le digo a Alberto que no entiendo nada, que he tenido la sensación de que me besaban porque se estaban despidiendo de mí porque iba a morirme. Es que vas a morirte, dice Alberto.
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Alberto está buscando una casa. Dice que ha quedado con el dueño. Entramos en una casa mata abandonada. Me sorprende que Alberto tenga la llave, aunque la puerta es de chapón y pienso que hubiésemos entrado igual. Dentro la oscuridad es absoluta. Le digo a Muñoz Quintana que haga fotos con flash para orientarnos. Cada disparo nos muestra paredes empapeladas y muebles rotos. Cuando llega el dueño abre las ventanas y se sienta en el suelo sin decir nada. Por la ventana veo pasar una bandada enorme de pájaros. Se paran en el cielo y se unen formando un único pájaro gigante. El pájaro gigante se posa en un edificio que se parece al Ayuntamiento de París. Veo cómo los muros empiezan a resquebrajarse. Pienso en que si hay gente dentro van a morir sepultados. Por más que grito intentando avisar de la tragedia que se avecina, nadie me hace caso.