jueves, 14 enero 2010. Hay una cama en mitad de un patio, el patio parece de adobe y tiene los muros bajos. Hace sol. Un tipo mitad David González mitad Camilo de Ory, juega a darme azotes. Otro tipo parecido al actor Alberto Sanjuán, camina haciendo equilibrios por el borde del muro hasta que cae hacia el otro lado. Ha muerto, dice el tipo que me azota. Al asomarme veo que al otro lado hay agua y el supuesto Sanjuán nada felizmente.
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Veo aparecer una manada de perros. Nunca me han dado miedo, pero corro a esconderme junto a un tipo sentado a la puerta de un bar. No dejes que me laman la cara, le digo. El tipo se ríe y no hace nada por ayudarme. Todos los perros me lamen la cara a la vez.
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Entro en un banco para abrir una cuenta. Al sacar el carnet, veo que me he confundido y sólo llevo el del Málaga C.F. Una chica muy amable me acompaña a unos ascensores ocultos entelados de moqueta verde. Me gustan. Una niña me acompaña. Nos hacen pasar al despacho del director, un barbudo que tiene la mesa llena de figuritas de hadas y duendes. Recojo del suelo un broche diminuto con forma de pastora y se lo dejo encima de la mesa. El barbudo me mira y sonríe. La niña que me acompaña rompe una silla sin querer. De la silla sale agua. El despacho se convierte en un jardín y la mesa en una cocina de leña. El barbudo quiere que nos quedemos a cenar.
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Veo aparecer una manada de perros. Nunca me han dado miedo, pero corro a esconderme junto a un tipo sentado a la puerta de un bar. No dejes que me laman la cara, le digo. El tipo se ríe y no hace nada por ayudarme. Todos los perros me lamen la cara a la vez.
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Entro en un banco para abrir una cuenta. Al sacar el carnet, veo que me he confundido y sólo llevo el del Málaga C.F. Una chica muy amable me acompaña a unos ascensores ocultos entelados de moqueta verde. Me gustan. Una niña me acompaña. Nos hacen pasar al despacho del director, un barbudo que tiene la mesa llena de figuritas de hadas y duendes. Recojo del suelo un broche diminuto con forma de pastora y se lo dejo encima de la mesa. El barbudo me mira y sonríe. La niña que me acompaña rompe una silla sin querer. De la silla sale agua. El despacho se convierte en un jardín y la mesa en una cocina de leña. El barbudo quiere que nos quedemos a cenar.