domingo, 23 mayo 2010. Estoy buscando a Alberto. Alguien me dice que vive en la casa okupa de la Plaza de la Merced. Empujo la puerta levemente, pero se abre como si le hubiese dado una patada. Todos se vuelven hacia mí. Están sentados en bancas de colegio y uno de ellos explica algo en una pizarra. Después alzan la mano para votar. Despejan la sala en un momento, se organizan sin hablar siquiera. Se nota que Alberto es uno más de ellos. Le hago señas pero no me ve. Una chica muy sonriente me ofrece asiento. Las butacas están hechas de chapón, parecen incómodas. Según camino voy tropezando con todo, tiro sin querer floreros y figuras de barro, ceniceros y sillas. Nadie me dice nada, todos sonríen y me resulta muy sospechoso. Finalmente me siento en el suelo. Salud y Antonio están en un sofá, comen una bollo con pita de estar duro. Salud dice que el cocinero debe de ser principiante porque no ha batido bien las claras. Otra chica me ofrece una tarrina de humus, pero al probarlo me sabe a muosse de chocolate. Le digo que no se le ocurra darle una a Alberto porque es alérgico y puede sufrir un choque anafiláptico. La chica sale corriendo y a los dos segundos aparece con el cocinero, que es chino, de la mano. Repítele si te atreves eso que has dicho, dice.