martes, 29 junio 2010. Álvaro y yo estamos sentados junto a unos cajones que hay en la calle. Pasa mucha gente, a veces nos empujan. En los cajones hay una caja de tampones. Álvaro me pregunta qué son. Abro uno y le explico cómo se usan, aunque me extraña que con 17 años todavía no haya visto ninguno. Al abrirlo las manos se me manchan de sangre. Llega Begoña, su madre, quiere que la acompañe a comprar un vaso para poner los cepillos de dientes en su nuevo cuarto de baño. En una sala enorme y vacía hay una chica detrás de un mostrador. La chica saca tres vasos idénticos. Cada uno tiene un precio. No entendemos nada. La chica, seca, sin mirarnos a los ojos, dice que es lo que hay. Tiro del vestido de Begoña para que nos vayamos de allí.
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No tengo cuerpo y floto delante de un trozo de madera pulida. Siento cómo esa madera me habla, de algún modo, y de repente es como si lo entendiera todo.
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No tengo cuerpo y floto delante de un trozo de madera pulida. Siento cómo esa madera me habla, de algún modo, y de repente es como si lo entendiera todo.
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Alberto y yo bajamos por una pared completamente vertical llena de ventanucos cuadrados muy pequeños. Le pregunto cómo puede hacerlo con tanta facilidad. Él dice que yo siempre lo he hecho mejor que él, que ya debería haberme acostumbrado. Cuando llegamos abajo es un quirófano y no tiene puertas de salida. No puedo más, no pienso volver a subir ni bajar esa pared, aquí me quedo, le digo a Alberto y me tumbo en la mesa de operaciones.
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Estoy tumbada en una cama, estoy muy cansada, quiero dormir. Daniel llega y me coge en brazos, da vueltas conmigo en brazos. ¿Te acuerdas cuando íbamos en aquel coche y tuvimos un accidente?, pues sigues sin pesar nada, me dice tirándome al aire.
Alberto y yo bajamos por una pared completamente vertical llena de ventanucos cuadrados muy pequeños. Le pregunto cómo puede hacerlo con tanta facilidad. Él dice que yo siempre lo he hecho mejor que él, que ya debería haberme acostumbrado. Cuando llegamos abajo es un quirófano y no tiene puertas de salida. No puedo más, no pienso volver a subir ni bajar esa pared, aquí me quedo, le digo a Alberto y me tumbo en la mesa de operaciones.
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Estoy tumbada en una cama, estoy muy cansada, quiero dormir. Daniel llega y me coge en brazos, da vueltas conmigo en brazos. ¿Te acuerdas cuando íbamos en aquel coche y tuvimos un accidente?, pues sigues sin pesar nada, me dice tirándome al aire.