lunes, 14 junio 2010. Parece que hay una reunión en la casa de mis padres. Yo no tengo ganas de saludar a nadie y voy escondiéndome, apagando luces y pasando de una habitación a otra. Estoy a oscuras en el cuarto de baño, esperando el momento de salir. Veo pasar por el pasillo a Manuel, lo agarro de la camiseta y lo hago entrar. Me abraza. Yo voy a sacarte de aquí, dice.
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Joan y Jorge me acompañan mientras espero a Alberto. Joan recibe una llamada de un tal Karmelo. Al oír su voz a través del móvil, le digo que lo conozco, que le diga de mi parte que le mando un saludo. Joan niega con la cabeza. Mientras tanto, Jorge me enseña unos cacillos de metal que me ha traído en una bolsa de guardar las cenizas de los difuntos. Quiero irme de allí.
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Salud y yo buscamos un restaurante. Esta calle la conozco, le digo, y sólo hay andamios. Salud me da un mantel de papel azul, donde alguien ha puesto un puñado de espaguetis con setas. Ella tiene otro. Doblo el mantel para que no se me caiga la comida al suelo. Salud me explica que la comida es muy buena, pero el sitio era muy feo. Busca un restaurante bonito y se sienta. Extiende su mantel con comida. Pienso que no creo que la dejen comer algo que ha traído de otro sitio. Abro mi mantel, a ver cómo están mis espaguetis, pero se han convertido en serpentinas de colores.
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Es el cumpleaños de Darío, mi sobrino. Entro en una tienda de juguetes, pregunto si van a cerrar porque las luces están apagadas. La dueña dice que sólo tengo cinco minutos. Pregunto por los juguetes para niños de tres años. Me señala una estanterías llena de cuentas de madera que parecen caramelos. Pienso que podría tragármelas hasta yo. Al fondo hay dos familias haciendo manualidades. Me miran. Me doy cuenta de que sólo llevo una camiseta y unas bragas. Me miro a ver qué tal estoy. No tengo tiempo para tonterías, pienso, y sigo mirando juguetes como si nada.
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Joan y Jorge me acompañan mientras espero a Alberto. Joan recibe una llamada de un tal Karmelo. Al oír su voz a través del móvil, le digo que lo conozco, que le diga de mi parte que le mando un saludo. Joan niega con la cabeza. Mientras tanto, Jorge me enseña unos cacillos de metal que me ha traído en una bolsa de guardar las cenizas de los difuntos. Quiero irme de allí.
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Salud y yo buscamos un restaurante. Esta calle la conozco, le digo, y sólo hay andamios. Salud me da un mantel de papel azul, donde alguien ha puesto un puñado de espaguetis con setas. Ella tiene otro. Doblo el mantel para que no se me caiga la comida al suelo. Salud me explica que la comida es muy buena, pero el sitio era muy feo. Busca un restaurante bonito y se sienta. Extiende su mantel con comida. Pienso que no creo que la dejen comer algo que ha traído de otro sitio. Abro mi mantel, a ver cómo están mis espaguetis, pero se han convertido en serpentinas de colores.
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Es el cumpleaños de Darío, mi sobrino. Entro en una tienda de juguetes, pregunto si van a cerrar porque las luces están apagadas. La dueña dice que sólo tengo cinco minutos. Pregunto por los juguetes para niños de tres años. Me señala una estanterías llena de cuentas de madera que parecen caramelos. Pienso que podría tragármelas hasta yo. Al fondo hay dos familias haciendo manualidades. Me miran. Me doy cuenta de que sólo llevo una camiseta y unas bragas. Me miro a ver qué tal estoy. No tengo tiempo para tonterías, pienso, y sigo mirando juguetes como si nada.