rosarios y mocos

martes, 15 junio 2010. Mi madre está ordenando cajones. Esto es tuyo, dice y me entrega una cajita cuadrada de cuero. Se parece a ésas que tenía mi padre para guardar los afiches de la cámara de fotos, pero dentro hay una medalla de bebé. En el sueño se sobreentiende que es la medalla que colgaba en la cuna del escritor Chivite. No entiendo cómo ha llegado al cajón de mi madre. Al sacarla se convierte en un rosario. Como sé que a Alberto le gustan esas cosas, se la doy junto a otros dos. Uno es el de mi comunión, otro es de coral y este es de azabache, le digo, si quieres puedes colgarlos del cabecero de tu cama.
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Ha empezado a llover. Manuel y yo nos metemos en una zapatería. Le digo que, ya que estamos allí, deberíamos comprarnos unas botas de agua. Le miro los pies y lleva unas botas de agua rojas muy brillantes. Me señala a un tipo en la acera, bajo la lluvia. Un tipo con abrigo largo que se tapa una narina para expulsar los mocos, y después hace lo mismo con la otra. Es Jaime, al que hace siglos que no veo. No sé cómo puedes mirarlo, dice Manuel. Y tiene razón, porque de la nariz le salen sin parar chorros de moco transparente y baboso. Pero sigo mirándolo con dulzura porque me acuerdo de lo feliz que fui con él.