sábado, 24 julio 2010. Alberto y yo vamos en un autocar visitando lo que parece una ciudad china. Pero lo que nos explican, en chino, son obras y casa en construcción. Los monumentos que visitamos también son ruinas de piedra muy oscura. En una de ellas ha crecido hierba entre los restos de muro. Unos perros con los ojos achinados persiguen a un gato que, en su carrera, se para y me mira un momento como tomando aire y buscando comprensión. Detrás de unos setos hay osos hormigueros del tamaño de una jirafa y pequeños visones. Caminan erguidos, sobre las patas traseras, arrancan pensamientos amarillos, como lo haría una persona, y se sientan comérselos. Miro a mi alrededor, pero a nadie parece sorprenderle. Arranco un pensamiento para llevármelo de recuerdo y volvemos al autobús. El pensamiento amarillo empieza a crecer en mi mano hasta tener el tamaño de un folio. Después se arruga, parece más animal que vegetal, parece un ser vivo. Se me agarra a la pierna, no sé cómo librarme de él.