tampones y experiencia mística

martes, 29 junio 2010. Álvaro y yo estamos sentados junto a unos cajones que hay en la calle. Pasa mucha gente, a veces nos empujan. En los cajones hay una caja de tampones. Álvaro me pregunta qué son. Abro uno y le explico cómo se usan, aunque me extraña que con 17 años todavía no haya visto ninguno. Al abrirlo las manos se me manchan de sangre. Llega Begoña, su madre, quiere que la acompañe a comprar un vaso para poner los cepillos de dientes en su nuevo cuarto de baño. En una sala enorme y vacía hay una chica detrás de un mostrador. La chica saca tres vasos idénticos. Cada uno tiene un precio. No entendemos nada. La chica, seca, sin mirarnos a los ojos, dice que es lo que hay. Tiro del vestido de Begoña para que nos vayamos de allí.
+
No tengo cuerpo y floto delante de un trozo de madera pulida. Siento cómo esa madera me habla, de algún modo, y de repente es como si lo entendiera todo.
+
Alberto y yo bajamos por una pared completamente vertical llena de ventanucos cuadrados muy pequeños. Le pregunto cómo puede hacerlo con tanta facilidad. Él dice que yo siempre lo he hecho mejor que él, que ya debería haberme acostumbrado. Cuando llegamos abajo es un quirófano y no tiene puertas de salida. No puedo más, no pienso volver a subir ni bajar esa pared, aquí me quedo, le digo a Alberto y me tumbo en la mesa de operaciones.
+
Estoy tumbada en una cama, estoy muy cansada, quiero dormir. Daniel llega y me coge en brazos, da vueltas conmigo en brazos. ¿Te acuerdas cuando íbamos en aquel coche y tuvimos un accidente?, pues sigues sin pesar nada, me dice tirándome al aire.

condecoraciones, uñas y biznagas asesinas

lunes, 28 junio 2010. Carmen está embarazada y dice que prefiere no decírselo a su madre hasta que le queden unos días para dar la luz. Le digo que su madre se dará cuenta de todos modos a partir de los cuatro meses. Mientras hablamos caminamos por los pasillos oscuros de una casa. Enrique lleva en el pecho, como si fuese una condecoración, abridores de botella plateados, muy brillantes.
+
Alguien me ha pintado, sin que yo me dé cuenta, las uñas de los pies de rojo muy oscuro. Pienso que es la primera vez en mi vida que las veo así y si debería pintarme también las de las manos, a pesar de llevarlas cortas.
+
Un biznaguero intenta atracar a mi amiga Salud, la tiene acorralada contra la pared. Peleo con él, se defiende con las biznagas, se me clavan en la cara. Grito pero, como son los gritos en los sueños, no me sale la voz.

alfombra de sémola

domingo, 27 junio 2010. Fiesta en la azotea de un hotel. No sé quién me ha invitado ni conozco a nadie. Todavía están decorando las mesas. Me siento en un rincón a esperar, aunque tampoco sé bien a qué espero. Un tipo parecido a Boris Izaguirre me pregunta si la alfombra es una exageración. No veo ninguna alfombra, pero el tipo lo ha preguntado con tanta inseguridad que le digo que no, que es perfecta. En ese momento llegan los invitados y comienza a llover sémola. El tipo abre los brazos y grita lleno de felicidad: ¡Ya está aquí la alfombra!

caribe

sábado, 26 junio 2010. Estoy arrodillada limpiando el suelo de la cocina con un papel mojado. Mi cuñado me interrumpe cada dos por tres, para decirme que ha escondido mi ropa y no podré marcharme. No le hago caso y sigo ordenando la cocina. Al final no me has contado por qué te divorciaste, dice mi madre. No lo sé, le digo. Ella mira por la ventana, y aunque sólo puede verse el cielo, dice que el autobús está bajando la calle y voy a perderlo. Ella puede oírlo, dice mi cuñado. Pienso que sí, que quizá sería mejor marcharme de una vez. Busco mi ropa debajo de los muebles. Mi padre está desnudo en el sofá. Pienso que también le han escondido la ropa y por eso sigue allí. ¿Entonces te has divorciado?, pregunta mi padre. Qué va, le respondo. Vaya, por un momento pensé que alguien había hecho lo correcto en esta casa. Uno no puede escapar de lo que es aunque se vaya al Caribe, dice. Estoy completamente de cuerdo, le digo y encuentro una bata de casa y una corbata sobre la cama. Pienso que se será suficiente.

olivos ni-ni

viernes 25 junio 2010. He quedado con Pepo Paz en un bar. Llevo gabardina y gafas de sol, él me lo ha pedido expresamente así. Está sentado en una mesa apartada y tiene pinta de preocupado. ¿Lo has traído?, me pregunta. Pongo una caja de zapatos sobre la mesa. Dentro hay hojas de olivo. Las mira detenidamente y niega varias veces con la cabeza. Me cuenta que sus cuatro olivos no quieren hacer nada. Ni dan sombra ni aceitunas. Lo dice con una pena que me conmueve. Me entrega un sobre que rechazo. Le digo que se quede con la caja de todos modos.

toros a dos patas

jueves, 24 junio 2010. El fotógrafo José Luis Gutiérrez vive en un castillo. ha organizado una fiesta en el patio de armas. Incluso andan por allí, en calidad de invitadas, Paulina Rubio y J-Lo. En el pueblo hay fiestas. Han soltado caballos y toros ensogados. Los mozos del pueblo corren por las calles, persiguen a los animales en coches tuneados. Le digo a José Luis que voy a cerrar todas la ventanas, porque pienso que va a pasar algo. Efectivamente, los caballos se organizan con los toros, andan sobre sus patas traseras y, son ellos ahora los que persiguen a los jóvenes del pueblo. Todos corren a refugiarse en el castillo. Intento cerrar las ventanas, pero el viento no me deja. Cuando consigo cerrarlas me doy cuenta de que no tienen cristales. Los habitantes del pueblo se descuelgan por los muros del castillo, invaden el patio de armas. La mayoría lleva sombrillas y neveras de playa. No nos hacen ni caso, han tomado el castillo y han organizado una corrida. Torean un coche tuneado.

astrud y caína

miércoles, 23 junio 2010. Estoy en un salón de actos bajo lo que parece el porche del recreo del colegio al que iba de niña. De entre el público se levanta Astrud y su grupo con instrumentos barrocos. Manolo canta mi canción favorita "Todo da lo mismo". En ese momento, la primera fila se levanta. Son más de diez mujeres vestidas de flamenca. Se levantan y bailan sevillanas al ritmo de esa canción. Entre ellas está Caína, con cara de no-sé-qué-hago-aquí.

otra vez la voz

martes, 22 junio 2010. Estoy durmiendo. Una voz me despierta. Tus amigos los lacanianos están aquí, dice la voz. Diles que se vayan y no vuelvan, respondo.

agujero, ventana y triciclo

lunes, 21 junio 2010. Estoy dentro de una habitación forrada de madera con unos amigos. Josemari está muy triste porque dice que está nublado. Le digo que mire el agujero cuadrado que hay en el techo. Por el agujero se ven pasar nubes muy grises. Si soplamos con fuerza conseguiremos que salga el sol, le digo. Sólo soplo yo. Al momento, un haz enorme de luz entra por el hueco cuadrado del techo.
+
Para pasar de un cuarto a otro, tengo que saltar por encima de un tipo que hay bajo una ventana. Todo el mundo lo hace sin dificultad. Tomo carrerilla, de un salto subo a sus rodilla y de otro a sus hombros. Sobre sus hombros pierdo el equilibrio y caigo. Vuelta a empezar. Si ese tipo no llevara una camisa celeste no me distraería y lo conseguiría, pienso.
+
Voy a la playa con un grupo de amigos. Al llegar al final de un paseo marítimo, subimos a unas rocas. Para llegar a la playa habría que dar la vuelta. Sin pensárselo se lanzan vestidos al mar, incluso Antonio, que suele ser el más prudente. Me siento en la roca a mirarlos, pienso en sus carteras con dinero o documentos, completamente mojados. La roca comienza a cambiar de forma, se estrecha, temo caer. Vuelvo como puedo al paseo marítimo y trato de cruzar a la playa desde dentro del hotel. Entro en habitaciones vacías que se comunican a través de los armarios. Sin querer he vuelto al mismo lugar. Josemari pasa en triciclo. Me dice que no sabía que tuviéramos aficiones en común. No sé de qué habla porque no creo que coleccione piedras. Empieza a llover. Noto que la tierra se ablanda a mis pies y aprovecho para arrancar del suelo dos piedras. Una roja con rayas negras y otra negra con rayas blancas. Las rayas forman caras, tristes o alegres, según las mires. Me las guardo en el bolsillo. La roja para mí y la negra para Chivite, pienso. Cuando voy a darme cuenta, Josemari ha desaparecido en su triciclo. En la calle sólo quedan vestidos blancos ibicencos colgados de cuerdas. Los miro durante un rato hasta que anochece. Una mujer se me acerca, me pregunta en qué hotel estoy. Es la duquesa de Alba. Sin darme tiempo a responder, dice que en ese hotel roban. Y desaparece calle abajo.

metralletas, vapor y betadine

domingo, 20 junio 2010. En la esquina de calle Velarde hay unos niños con metralletas. Me miran. Disparad si queréis, les digo poniendo los brazos en cruz. Disparan chorros de agua. Entro en un garaje para secarme. Los niños llaman inmediatamente. Abro un ventanuco y asoman las cabezas. Cantan una canción muy dulce en inglés. Os conozco de otros sueños, les digo y los llamo a cada uno por su nombre.
+
Alberto y yo entramos en un gimnasio. Pasamos directamente a una sala llena de vapor. La bañera está vacía y nosotros vestidos. Una chica uniformada, nos dice que podemos usar las instalaciones como todo el mundo, no así. Le explico que en casa también tenemos bañera y mucho más grande que esa, pero que nos gustar meternos vestidos en ésa porque el vapor que dejan otros nos hace estar callados.
+
Abro la puerta de la casa de mis padres y me la encuentro sin muebles y completamente inundada de charcos del color del Betadine. Mi madre está llorando, sentada dentro de la bañera. Maribel ha inundado la casa con codeína mientras he salido a hacer la compra. Parece una niña pequeña. Le digo que no se mueva. Llamo por teléfono a la tal Maribel, pero lo coge su hija. Pienso que la hija no tiene la culpa de nada, que quizá no sepa que su madre está loca y va inundando las casas de los demás. Le digo que me he equivocado y cuelgo. Pienso en qué mentira contarle a mi madre para que no sufra. La saco de la bañera y, mientras la seco como si fuera una niña, le digo que Maribel pensó que tenía que desinfectar la casa, por eso la inundó con Betadine. Mientras consuelo a mi madre, veo en segundo plano cómo las cortinas van absorbiendo los charcos y tiñéndose de amarillo. Pienso en cuánto tiempo me llevará limpiar todo eso.

la voz

sábado, 19 junio 2010. Estoy en la calle, en la acera, sentada en un pupitre de cara a la pared. Tengo sobre la mesa una cuartilla cuadriculada desflecada, como si alguien la acabara de arrancar de un bloc, y un lápiz con las tablas de multiplicar impresas. Alguien detrás de mí alarga la mano y clava en la pared con una chincheta la foto de un hombre vestido de marino apoyado en la cubierta de un barco. Después de acaricia la cabeza como se la acariciaríamos a un niño. Ya puedes empezar a escribir, dice la voz a mis espaldas.

el tendedero de los hermanos marx

viernes 18 junio 2010. Alguien ha puesto un tendedero en la baranda de la terraza de la casa de mis padres. Las cuerdas están flojas, intento tensarlas, pero quedan tan lejos que temo caer al vacío. En las cuerdas hay un vestido que fue mío hace años. Intento recogerlo para ponérmelo. He quedado con el poeta y escultor Jorge Villalmanzo. Mi madre se acerca, dice que voy a caerme y que además el vestido todavía está mojado. Le digo que tengo que ponérmelo a la fuerza porque Villalmanzo ha quedado en decirme los nombres de todas las flores del estampado. Por otra parte, aparece mi cuñado. Me pregunta cuántos animales me sé del horóscopo chino, mientras intenta ayudarme a recuperar el vestido. Sólo consigue agobiarme y que algunas pinzas caigan al vacío. Mis tías dicen que cuando llegue Pablo no tomemos té ni cerveza. Mi hermana me tira de la ropa para enseñarme el nuevo armario que ha comprado. Alguien llega cargado de libros y los deja en el suelo. Se pone a llover.

michirones

jueves, 17 junio 2010. Al ir a entrar en la trastienda de un ultramarinos, veo que en una de las baldas hay latas de michirones. Intento alcanzar alguna, pero no llego. Detrás del mostrador hay una sala enorme con bancos hechos de obra. Parece un bar. En un rincón veo sentado al escritor Sanmartín. Está muy serio y tiene las piernas cruzadas. Me hace una señal con la mano. Piensa si será hermoso, me dice desde lejos.

rosarios y mocos

martes, 15 junio 2010. Mi madre está ordenando cajones. Esto es tuyo, dice y me entrega una cajita cuadrada de cuero. Se parece a ésas que tenía mi padre para guardar los afiches de la cámara de fotos, pero dentro hay una medalla de bebé. En el sueño se sobreentiende que es la medalla que colgaba en la cuna del escritor Chivite. No entiendo cómo ha llegado al cajón de mi madre. Al sacarla se convierte en un rosario. Como sé que a Alberto le gustan esas cosas, se la doy junto a otros dos. Uno es el de mi comunión, otro es de coral y este es de azabache, le digo, si quieres puedes colgarlos del cabecero de tu cama.
+
Ha empezado a llover. Manuel y yo nos metemos en una zapatería. Le digo que, ya que estamos allí, deberíamos comprarnos unas botas de agua. Le miro los pies y lleva unas botas de agua rojas muy brillantes. Me señala a un tipo en la acera, bajo la lluvia. Un tipo con abrigo largo que se tapa una narina para expulsar los mocos, y después hace lo mismo con la otra. Es Jaime, al que hace siglos que no veo. No sé cómo puedes mirarlo, dice Manuel. Y tiene razón, porque de la nariz le salen sin parar chorros de moco transparente y baboso. Pero sigo mirándolo con dulzura porque me acuerdo de lo feliz que fui con él.

situaciones incómodas

lunes, 14 junio 2010. Parece que hay una reunión en la casa de mis padres. Yo no tengo ganas de saludar a nadie y voy escondiéndome, apagando luces y pasando de una habitación a otra. Estoy a oscuras en el cuarto de baño, esperando el momento de salir. Veo pasar por el pasillo a Manuel, lo agarro de la camiseta y lo hago entrar. Me abraza. Yo voy a sacarte de aquí, dice.
+
Joan y Jorge me acompañan mientras espero a Alberto. Joan recibe una llamada de un tal Karmelo. Al oír su voz a través del móvil, le digo que lo conozco, que le diga de mi parte que le mando un saludo. Joan niega con la cabeza. Mientras tanto, Jorge me enseña unos cacillos de metal que me ha traído en una bolsa de guardar las cenizas de los difuntos. Quiero irme de allí.
+
Salud y yo buscamos un restaurante. Esta calle la conozco, le digo, y sólo hay andamios. Salud me da un mantel de papel azul, donde alguien ha puesto un puñado de espaguetis con setas. Ella tiene otro. Doblo el mantel para que no se me caiga la comida al suelo. Salud me explica que la comida es muy buena, pero el sitio era muy feo. Busca un restaurante bonito y se sienta. Extiende su mantel con comida. Pienso que no creo que la dejen comer algo que ha traído de otro sitio. Abro mi mantel, a ver cómo están mis espaguetis, pero se han convertido en serpentinas de colores.
+
Es el cumpleaños de Darío, mi sobrino. Entro en una tienda de juguetes, pregunto si van a cerrar porque las luces están apagadas. La dueña dice que sólo tengo cinco minutos. Pregunto por los juguetes para niños de tres años. Me señala una estanterías llena de cuentas de madera que parecen caramelos. Pienso que podría tragármelas hasta yo. Al fondo hay dos familias haciendo manualidades. Me miran. Me doy cuenta de que sólo llevo una camiseta y unas bragas. Me miro a ver qué tal estoy. No tengo tiempo para tonterías, pienso, y sigo mirando juguetes como si nada.

triste

domingo, 13 junio 2010. El monitor del ordenador es una hoja de papel cuadriculado. Al encenderlo, en la hoja aparece escrito "Ya no te quiero" con la letra de Alberto.

superpoderes

viernes, 11 junio 2010. El escritor Chivite está vaciando unos frascos en el lavabo. Me fijo en que es el tinte del pelo que acabo de comprar. Le pido una explicación con la mirada. Te ataré las mano si hace falta para que no te tiñas el pelo, dice. Pienso que si no me tiño las canas pareceré una bruja. Como si pudiera leer mis pensamientos, Chivite sonríe. Pienso que si me ata, podré desatarme usando mis superpoderes.
+
Camino a cuatro patas por un campo recién segado. Es suficiente, me dice Alberto al cabo de un rato, ya se te ha secado el pelo.
+
Los amigos de la peña de quinielas de Alberto han montado una coreografía en la piscina. Unos van vestidos de azul marino y otros con la camiseta del Barça. Forman posturas con balones de Nivea. Después se sientan a desayunar en una mesa larguísima. Les oigo decir que se quedarán a vivir en casa para siempre. Voy a desayunar a la cocina porque en la mesa no hay sitio para mí. En la cocina está todo desordenado. En la bolsa del pan de molde, por ejemplo, no hay rebanadas, hay pequeños croissantes tostados y fríos, incluso algunos mordidos. La mantequilla se derrite sobre la encimera. Ordeno cacharros, pero la cocina se ha convertido en la cocina de la casa de mis padres. Hay botellas vacías en la encimera, se caen. Temo que crean que estoy bebiendo a escondidas. Mi padre sale de un armario y me dice que apile bien las cosas. Primero las tapaderas rojas, después las demás, dice.
+
(siesta). Me levanto de la cama para ir la baño. Para que Alberto no me eche en falta le dejo un pato verde de tela de toalla. El cuarto de baño tiene las paredes forradas de espejos. En algunos mis piernas parecen estalactitas o velas derretidas.
+
Entramos en el restaurante de un hotel para robar tenedores. Al parecer, el tenedor es la moneda que hay que pagar a los taxistas.
+
Álvaro conduce a pesar de tener diecisiete años. Cada vez que me habla, suelta el volante y se vuelve hacia mí. Le digo que no se mueva, que si quiere le canto algo. Una de los ochenta, dice. Hago que toco la guitarra. Le canto una canción de los Smiths.

el día del super-ocho

jueves, 10 junio 2010. Aumesquet, un compañero de instituto al que no veo hace más de veinte años, toca la guitarra en un escenario. Quiere batir un récord. Le han puesto una silla muy baja, pienso que la postura es mala para las rodillas. Cuando llego ya lleva más de cuatro días sin parar de tocar. Uno de sus hermanos me dice que está a punto de terminar. Todos aplauden. Se levanta como si nada. Noto que es a mí a quien le duelen las rodillas. Cuando se acerca a nosotros, lo saludo emocionada después de tanto tiempo, pero pienso que no es él. No se parece nada al que era, al menos. Intento salir del salón de actos pero, a la vez, hay gente que quiere entrar. Cuando por fin estoy fuera, me doy cuenta de que me he dejado el bolso en mi asiento. Pienso si me compensa volver a entrar y decido que sí, porque es un bolso antiguo de mi madre.
+
Mi padre nos comunica ceremoniosamente que, a partir de ahora, los sábados serán el día del super-ocho. Levanta una película como lo haría un sacerdote en la misa e intenta meterlo por la ranura del reproductor de dvd. Mi madre y yo nos miramos sin decir nada.

ventrílocuo

lunes, 7 junio 2010. Joan va a dar su primera lectura de poemas. Ensaya sentado en una silla de playa, en plena calle. Dice que acabará por dolerle la garganta. Le explico que para leer poemas tiene que sacar la voz del estómago. Joan leer sin mover los labios, como un ventrílocuo.
+
Joaquín Reyes está rodando un sketch en el colegio donde yo iba de niña. Mientras un tropel de niñas de uniforme bajan al recreo, el graba un primer plano de una chica pelirroja. Has puesto cara de loca, le dice. La chica se enfada muchísimo, casi llora de rabia. Le explico que poner cara de loca sin serlo es muy difícil y que, en realidad, lo que le ha dicho es un piropo. La chica sonríe.
+
Andrés y Elisa viven en una torre con las paredes de arena, para salir y entrar tienen que escalar por la pared y atravesar un horno. Cada vez que entro o salgo temo quemarme.

traslado al sol

domingo, 6 junio 2010. Es escritor Chivite hace cola ante un edificio que parece una embajada. Lleva una camisa azul muy pálido, me llama la atención lo bien planchada que está. Eso contrasta con su bañador de flores hawaianas. Hace cola muy serio y lleva unos folios entre las manos. Me acerco con temor a preguntarle si se va a vivir fuera de España. Sin que yo llegue a decir nada, me explica sonriente que va a pedir traslado al sol. Me cansé del frío y, además, allí se puede fumar, dice.
+
Mi padre intenta hace café, pero todo se le escurre de las manos. En vez de usar cafetera calienta el agua en una olla enorme. Puedo ver a través de la olla, como si tuviera rayos-x en los ojos, que la ha llenado hasta arriba. Veo que mete unas galletas en el fondo de la olla. Es para que no se salga cuando hierva, dice.

fragmentos

sábado, 5 junio 2010. Carmen y Tony visten a su hijo para su bautizo. La cama en enorme, ocupa toda la habitación, la cama cada vez es más alta.
+
Le cuento a mi cuñada, y a su tía, que desde que murió mi suegra me encargo de felicitar los cumpleaños a sus amigas que quedan vivas. Esto ocurre en un autobús en marcha con asientos triples.
+
Entro con un chico en un descampado vallado. Sólo hay hierbajos y piedras. Aun así las cercas son de hierro, gruesas, pintadas de amarillo, y tiene varias puertas con cerrojos. Cuando entramos voy cerrando las que me encuentro abiertas. Se nota que te gusta cerrar puertas, dice el chico. Me gusta el sonido que hace el pestillo oxidado, le digo.
+
De nuevo con ese chico por un camino de tierra. Un hombre muy parecido de Delibes aparece con un perro entre los brazos. Desde que le dije que se parecía a Delibes no ha dejado de leerlo, me dice el chico. El hombre tira al perro por un cortado. No sabemos si estaba vivo o muerto.
+
Parece un episodio de una serie venezolana. Unos vecinos se cambian de casa por las noches para acostarse con la mujer del otro. Una sirvienta con moño muy alto llama a la policía, que aparece por arte de magia. Disparan hacia las cerraduras de los dormitorios. Los disparos no hacen ruido, sólo se oyen risas enlatadas. Se supone que es una comedia.

madres y vecinas

jueves, 3 junio 2010. El poeta David González y yo estamos a punto de irnos a la cama. Él todavía anda recogiendo papeles por la habitación. Ha estado trabajando todo el día. Su madre entra en el cuarto con un plato de cabezas de pescado frito. Lo deja sobre la almohada. David me dice que él no piensa comérselas y que si su madre vuelve con otra cosa le armará una buena bronca. Yo no sé qué hacer porque es la primera vez que la veo. Oigo cómo su madre se acerca. Me tapo hasta arriba para que crea que estoy dormida. La madre de David lleva en las manos varios trozos de papel de periódico. ¿Esto es todo lo que sabes escribir?, le grita. David sigue recogiendo sus cosas sin alterarse. me da mucha pena pensar que ha estado trabajando todo el día escribiendo poemas.
+
Alberto y yo miramos en la tele un programa horrible de niños que cantan. El mando a distancia está a sólo dos metros, pero estamos tan cansados que no estiramos el brazo. Llaman a la puerta. No abras, le digo. Desde fuera oyen la tele encendida y siguen llamando. Son dos vecinas a las que no conozco, vienen a ver a la madre de Alberto. ¿Ha muerto ya?, me preguntan. Les digo que sólo está dormida. Una de ellas se ha puesto a darle de comer. Les digo que la dejen descansar, que no le den de comer porque podría ahogarse. Una de las vecinas baila en el pasillo. Lleva una ropa horrible, unos vaqueros láser de globo y una camiseta de rejilla. Hoy me he vestido de moderna, dice sin dejar de bailar.

ni hao a todos, dice sergio franco

y sigue diciendo:

El próximo jueves 3 de junio a las 20 horas
presentaré espantado mi espantoso libro
"El espanto, modo de empleo"
en la librería Luces (Alameda Principal, 16, Málaga).

Abrirán el acto Ferrán Fernández
(editor de Luces de Gálibo)
y María Eloy-García.

Si estáis por ahí y os acercáis, haremos nido...

Sergio R. Franco


(yo ya lo he leído y es preciosísimo
por dentro y por fuera)

al nido!

y después, a las 22h en la maravillosa terraza
del hotel molina-lario (frente al málaga palacio)
un pase de modelos a cargo de la tienda pop-out

se ve que empieza fuerte el veranito

toldo amarillo y chanclas gastadas

martes, 1 junio 2010. Juan está escondido bajo un toldo de plástico amarillo. Se supone que no quiere que su padre sepa que está allí. Su padre habla con él sin saber que es su hijo. Le habla de cuando era joven y jugaba a lanzarse al agua desde un acantilado. Le pregunta si tiene almendras negras. Juan saca la mano por debajo del toldo y le da un puñado. Todo esto se va a perder, dice. Juan le responde que no se preocupe, que nada de eso se perderá porque va a comprar el terreno para construir una casa. El padre de Juan dice que siempre había soñado que eso es justo lo que haría su hijo. Yo, que veo la escena desde arriba, no comprendo por qué Juan no le dice a su padre que es él. La mujer de Juan llega de repente, dice que nada de casas. Además, ya no queda nadie, hasta tu amiga ha ido a lanzarse desde al acantilado, le dice. Juan sale de debajo del toldo y corre para evitar que me tire.
+
He llegado a la final de Roland Garros, el último partido es de dobles mixtos y se juega dentro de una habitación de hotel. El público está apretado junto a las paredes y nuestros contrincantes están de pie sobre la cama. A nosotros nos ha tocado moqueta. Hablo en inglés con la chica de la otra pareja, le digo que yo quitaría las lámparas de las mesitas de noche, por si acaso. La chica Las mira con desprecio y sólo esconde un frasco de medicamentos en su bolsa. Mi pareja de juego es Monfils, lleva el pelo teñido de rubio platino y se ha pintado una raya blanca en la cara. Cuando vamos a empezar, me doy cuenta de que llevo chanclas en vez de zapatillas. Monfils se encoge de hombros y señala sus pies. También lleva chanclas y están más gastadas que las mías.