viernes, 18 marzo 2011. Llego a Correos. Hay mucha cola. Algunos clientes se me cuelan, otros me piden dinero prestado o monedas sueltas porque hay que pagar la cantidad exacta. ¿No devuelven cambio?, pregunto. Sin responder, un hombre con traje y corbata deja la cola y se marcha indignado. Un tipo joven habla demasiado alto por el móvil. Le dice a alguien que le compre el cuadro más grande que haya. ¿Las qué?, ¿meninas?, bueno, ese mismo, dice. Cuelga y mira a su alrededor. Sin que yo le pida explicaciones, me cuenta que ha decidido ser coleccionista. No digo nada, sólo le sonrío muy brevemente como solemos sonreír a un extraño que nos parece idiota. ¿Por qué no me crees?, ¡responde!, me grita indignado. Sólo quieres impresionarla, le digo señalando a Virginia. Virginia no hace cola, está extasiada mirando una pradera verde y luminosa por un agujero en una puerta. El tipo se tapa la cara y llora. Me recuerda a Ader en su vídeo "Demasiado triste para contártelo". Lo consuelo, le digo que si de verdad quiere ser coleccionista debería empezar por comprar obras pequeñas de artistas locales. Cuando se quita las manos de la cara, se ha convertido en Juan y sonríe. ¡Compañera, qué alegría verte!, dice. Para aumentar mi grado de confusión, entra Chiquito de la Calzada dando sus saltitos correspondientes. Se abraza al empleado al grito de, ¡Pecadorl! Juan se ríe, casi aplaude. Es que cumplen años el mismo día, me explica. Están todos tan contentos que pienso que es la oportunidad ideal para pedirles posar en una foto con el erizo César.