martes, 22 marzo 2011. Abro el facebook de Octavio y entro en un enlace de su muro. Al clicar sobre el enlace estoy dentro de él, en una calle de Zaragoza. En el sueño consta que para salir del enlace al que uno se ha teletransportado sólo tiene que cerrar los ojos. Todo el mundo pasea con los ojos muy abiertos y sin pestañear. Da un poco de angustia, la verdad, porque no se ve ningún gesto natural. Algunos incluso se sostienen los párpados con los dedos. Pienso que si esta locura sigue de moda acabaremos todos con el aparato que le ponían al de "La naranja mecánica". Cuando voy a cerrarlos para salir de allí, veo a un tipo muy mayor regañando a Nacho (le regaña en verso, me recuerda al Oso Yogui). Al parecer, Nacho ha tratado de subir por un tobogán en el que había un letrero de prohibido. Salgo en su defensa, le digo al tipo que en realidad el letrero sólo marca un horario y el horario es bastante absurdo. El tipo rompe el horario en pedacitos y me acuerdo de aquel poema de Juan que decía que cortaba cuadraditos de papel. Sólo por pensar en Juan, aparece. ¡Compañera!, dice. Me cuenta que mi madre acaba de cruzar la calle, pero que no le ha dicho nada porque él no habla chino. Se ríe de su propio chiste. Estoy tan cansada, tengo tanto sueño, me duelen tanto los tobillos. Todo eso empieza a superarme un poco. Pienso que hay que tener cuidado con dónde se clica y en quién se piensa. En un descuido de Juan, cierro los ojos.