domingo, 27 marzo 2011. Alberto y yo estamos en un bar de pueblo. Pide una cerveza. ¿Por qué no pedimos lo de siempre?, le digo. Me mira raro, dice que nunca habíamos estado allí. Le hablo de las botellas cuadradas de clarete, de que solemos pedir una para tres. No recuerda nada. Alguien nos hace señas desde otra mesa para advertirnos que en el fondo del vaso de Alberto hay un bicho. Meto un tenedor y lo rescato, pienso que ya estará muerto. Es una especie de vaca diminuta color ámbar con alas. La pongo sobre una servilleta, le soplo las alas. Al cabo de unos segundos, la vaca comienza a moverse. Un camarero intenta aplastarla, discutimos. Sólo es un bicho, grita. Es un mamífero, le digo en tono muy solemne. Él se ríe. Además, aunque no lo fuera, no voy a dejar que metes a ningún bicho, le digo agarrándole las muñecas. Mientras tanto, la vaca se ha ido volando.