viernes, 2 febrero 2024. Estamos en una especie de hotel de madera enorme. Nos sirven el desayuno en bandejas de varios pisos. Mi abuela que también está por allí, quiere que le pase unas trenzas de pasas. Dejo que los demás elijan primero y cuando voy a comer ya no queda nada. Delante de mí están sentados Emilio, Francis y Javi (me extraña que los tres lleven perilla). Me ríen todas las gracias, (quizá exageradamente, pero me da igual porque me gusta hacerlos reír). De repente todos se levantan y van a sus habitaciones a recoger sus cosas. El hotel es un auténtico laberinto, no doy con mi habitación. Donde se suponía que estaba ahora hay unas duchas comunales y están ocupadas. Le pregunto a Alberto si sabe dónde están mis cosas, pero está charlando con unas chicas jóvenes y me aparta con la mano. Por más que busco no doy con mis cosas. Un chico intenta ayudarme, me consuela, pero me dice que el hotel ya ha cerrado y lo que se haya quedado dentro lo dé por perdido. Me acurruco en el suelo a llorar. Esperaba que el chico me abrazara o saltara la verja para buscar mis cosas, pero me dos palmaditas en la espalda y se va.