zapatos de tacón y zapatófono

viernes, 16 febrero 2024. Entro muy decidida a un centro comercial para comprarme unos zapatos de tacón de ante azul. Una vez dentro, me doy cuenta de que ya los llevo puestos. Intento salir, pero hay tanta gente que es imposible encontrar la salida. Me fijo en que el edificio no tiene techo y las escaleras mecánicas no llevan a ninguna parte (si siquiera son escaleras, son cintas transportadoras que dan vueltas).
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Voy con Elisa y Andrés por la calle y tenemos prisa. He arreglado tu zapatófono, dice Andrés. Efectivamente me da un mocasín enorme que es un teléfono (se supone que es mío y estaba roto aunque jamás lo había visto, pero no le digo nada). Dice que le ha cambiado la tarjeta. Que, ahora, si alguien quiere comprármelo por cien euros le diga que no, que no lo venda por menos de trescientos. Le doy las gracias. Al fijarme bien en él, veo es simplemente es un mocasín de hombre con una tarjeta sim en la suela pegada con cinta adhesiva. Llegamos a una iglesia. Este es el sitio, dice Elisa señalando una de las losas del suelo (un suelo de losas blancas de mármol, cada una con un nombre; la que ella señala no tiene ninguno grabado), este y solo este donde quiero que me entierren con mis hijos.