martes, 17 mayo 2011. Mi sobrino Darío y yo salimos de un edificio que acaba de ser bombardeado. Una mujer, que en el sueño consta que es una espía, se acerca y le pregunta al niño qué hacen sus padres en casa. Darío dice que su madre quiere comprarse un collar de dientes. La mujer me mira con asco. Mientras hablan intento esconder con el pie, en un agujero que hay en el suelo, unas perlas y unas cuentas de colores. La mujer nos mira con recelo. Intento salir de allí cuanto antes. Darío dice que tiene sed. No te acerques a esa fuente, le digo, pero es demasiado tarde. La fuente está en una bajada pronunciada de cemento, se chorra feliz como si fuera un tobogán y cae desde una altura de al menos cincuenta metros. Me quito los tacones y me dejo caer. Alberto aparece en ese momento y también se tira para ayudarnos. Caemos de pie sobre unos cartones doblados. ¡Otra vez, otra vez!, dice Darío entusiasmado.