martes, 24 mayo 2011. Alberto y yo esperamos a Marcos en un bar. Alguien nos pone delante, sin haberlo pedido, una fuente enorme de costillas a la brasa. Están muy pringosas. Por la ventana veo a Marcos sentado en la plaza. Mira el reloj impaciente. Le hago señas desde dentro. Me ve y, sin entrar al bar, abre una lata de leche en polvo y se la come a cucharadas.