restaurante italiano

martes, 19 noviembre 2024. Alberto y yo estamos en un restaurante. La mesa es redonda y pequeña. Empiezan a traer platos enormes (todos me parecen igual, todos son espaguetis con algo). En la mesa de al lado se sienta una familia con una niña (todas mujeres: madre, abuela, tías). La niña va comiendo con las manos de los platos de las demás. Cuando se acerca al nuestro, intenta meter los dedos. La freno, forcejea, mira a su madre, no está acostumbrada a que nadie le diga que no. Al rato intenta meter las manos en nuestro postre (también es un plato enorme de espaguetis con bolas que parecen bombones de carne). Esta vez le agarro las muñecas, la miro a los ojos, le digo que es una maleducada. Pienso que la familia me va a decir algo, pero todas me miran con admiración.

meñique

lunes, 18 noviembre 2024. Voy con Alberto, Jorge y una chica. Tenemos que cruzar el hall de un hotel para llegar a la playa. El hall es enorme, está lleno de mesas muy bien adornadas porque hay un concurso de postres. Hay muchísima gente de un lado para otro probando dulces y tartas. Les digo que sigan, que quiero probar alguna. La chica me sigue. En todas las mesas hay unas tartas con aspecto delicioso, pero todos los tenedores están usados. Una chica muy joven nos ofrece una lámina de algo que no sé qué es (parece queso, no sabe a nada). Le digo que está bueno (por decir algo). Con mucha ilusión, comienza a escribir la receta en una servilleta de papel para dármela. Nos acercamos a otra mesa con unas tartas de queso. Les pido un trozo para comerlo directamente en la mano. Me explican que no son de queso, pero no oigo de qué son porque hay mucho ruido. En ese momento aparece el jurado para dar el premio. Alberto, Jorge llegan con Joan de la playa. Me alegro mucho de ver a Joan. De repente estamos en un primer piso, nos asomamos a una escalera de hierro para ver el paisaje. La escalera está rota, despegada de la pared. Me agarro con el meñique y me elevo en el aire. Mirad lo que hago, mirad qué fuerza tengo. (Mientras lo hago, pienso que si me lo propongo en la vida real también podría hacerlo, como si en el sueño fuera consciente de que estoy soñando). Alberto se asoma a una habitación. Me parece ver a un tipo de espaldas, en calzoncillos, esnifando sobre un paquete de salchichas Campofrío. Les digo que nos vayamos, que no es una casa abandonada. Corro escaleras abajo, pero nadie me sigue.

miel

domingo, 17 noviembre 2024. Estoy en un piso muy alto. Desde ahí arriba veo el sitio donde tengo que ir (una calle normal, con tiendas y bares). No dejo de mirarlo. No quiero ir. Llevo un jersey de cuello alto rojo de lana gruesa (que tenía de niña) con un vestido de tirantes de flores encima. Tengo que cambiarme de ropa y me da pereza. Mi tía M dice que vaya como estoy, que qué más da. Alberto llega, dice que tenemos que irnos. Voy al baño, intento quitarme el jersey sin quitarme el vestido. Me entran ganas de orinar. Orino en el bidé. Me sale una especie de miel de caña muy espesa. No estoy segura de dónde me sale.

zumo seco

sábado, 16 noviembre 2024. Alberto dice que no ha desayunado y tomemos algo en la terraza de un bar. La terraza está en alto, sobre lo que parece el cauce de un río. De repente creo recordar que he estado ahí esa misma mañana. Alberto pide un batido de frutas (me extraña). Yo pido otro. Cuando el camarero los trae me mira mal. Alberto dice que su zumo está exquisito, viene en un vaso muy historiado, con pajita y adornos. El mío viene en un vaso de plástico y dentro hay un grumo seco que parece paja prensada.

nísperos

viernes, 15 noviembre 2024.  Mi padre está comiendo en una especie de triclinio. Le digo que hay nísperos, si le apetecen. Hace un gesto que alguien que no lo conociera diría que es de asco, pero significa que sí. Me da tanta rabia que no diga que sí abiertamente que no me muevo. Pienso que, si de verdad los quiere, vaya él a buscarlos.

ascensor

jueves, 14 noviembre 2024. Estoy en casa de mis padres. Hay mucha gente, mucho desorden de voces y de idas y venidas. Digo algo (no recuerdo qué) y Paquito (un amigo de la infancia) se enfada muchísimo, me acusa de haber contado su secreto (no sé de qué habla). Me fijo en ese momento en que va vestido de jugador de baloncesto. Coge su bolsa de deporte y se va indignadísimo, entra en el ascensor. Voy tras él. Elisa (que es un bebé de poco más de un año) me sigue. Le digo que no puede venir. Se queda conforme en la puerta, me hace un baile de despedida (el mismo que hace mi madre cada vez que nos despedimos). Una vez en el ascensor, con Paquito, le digo que cómo ha podido pensar que yo podría traicionarlo. Es verdad, perdóname, dice y me abraza. Dejemos esto para luego que ahora tenemos prisa, le digo.

en cinco

miércoles, 13 noviembre 2024. Daniel está tumbado en la calle, no sé si se ha caído o se ha tumbado él. Llegan Andrés y Elisa. Andrés se tumba un metro más arriba y empieza a orinar. Le dijo a Elisa que me ayude a mover a Daniel para que no se moje.
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Le digo a Sonia que he visto en Google el pueblo donde va a vivir y que me parece muy bonito, que tiene hasta teatro romano y un dolmen. Sonia saca del bolso unos cupones de la ONCE para tirarlos. Le digo que lleva el número premiado, que estuve a punto de comprarlo pero no me gustó que terminara en 5. Le digo que cuando se lo cuente a mi tía M no se lo va a creer.

tiranos temblad

martes, 12 noviembre 2024. Estoy en una habitación (a ratos se convierte en un patio). Un grupo charla (están sentados en el suelo con las espaldas pegadas a la pared (entre ellos un señor con pinta de Papá Noel, Sr. Chinarro y Bárbara Lennie). Se recomiendan series unos a otros. Les digo que si han visto ya en Youtube "Tiranos temblad". Lennie se enfada, dice que estoy pesadísima con eso y no tiene ninguna gracia. Sr. Chinarro y el tipo que tiene a su lado empiezan a cantar el himno de Uruguay. ¿Os sabéis el de Uruguay y el de España no? (pido disculpas porque me doy cuenta de que el de España no tiene letra). Sr. Chinarro va a por algo y lo oigo cantar a mis espaldas un pasodoble dedicado a (no recuerdo qué objeto). ¡Es un genio, digo a los demás, ser capaz de escribir algo así!, cuando e lo cuente a mi tía E va a alucinar (se supone que es un objeto que a ella le gusta mucho). Intento hacer las paces con Lennie hablándole de feminismo Mientras, el señor vestido de Papá Noel monta una lámpara de sí mismo sobre un mueble. ¿Ya es Navidad?, pregunta Jorge mientras lo ayuda. El tiempo vuela, le digo. Sr. Chinarro ha cruzado la calle, llega su novia con varias amigas. La novia lleva los labios muy rojos, le da un beso muy leve para no marcarlo. ¿No habrá chicas con minifalda? (le pregunta y mira hacia nosotras), así me gusta. Después le huele el aliento par saber si ha bebido. Lennie y yo nos miramos como diciendo, menudo control.

carpintera

lunes, 11 noviembre 2024. Estoy con Daniel en un bar que se parece al de la Facultad de Medicina. No hablamos, pero me siento profundamente acompañada. Pienso: deseo que no hablemos y quedarnos así para siempre. Daniel dice de repente que necesita una silla para su casa nueva. Pienso que tengo una en el cuarto de baño, una silla Thonet pintada de blanco que encontré en la basura. Se la ofrezco. Una silla especial, aclara. Dibujo sillas en servilletas de papel, le digo que yo le fabricaré la que más le guste.

coche beige

domingo, 10 noviembre 2024. Alberto, Luciano, Salvatore y yo Salimos de una especie de palacete. Al llegar a los jardines hay cuatro coches iguales (antiguos y enormes color beige). Abrimos los maleteros a ver cuál es el nuestro. Me he dejado la chaqueta, les digo y corro escaleras arriba. Me cuesta avanzar porque todavía hay mucha gente bajando. Las escaleras no tienen barandilla y temo caer. Cuando por fin llego, el salón de actos se ha convertido en una especie de tasca con mesas corridas con restos de haber celebrado una boda. Veo mi chaqueta en el respaldo de una silla (es una chaqueta beige), al cogerla, pienso que de dónde la habré sacado (también el coche, porque nunca hemos tenido coche ni chaquetas beige). También está mi chaqueta negra y dos de mis bolsos. No sé qué hacen sobre la mesa, entre platos sucios. No sabe usted lo que la gente olvida, dice una camarera. Fíjese, dice y me enseña una falda de fiesta. La ministra se la quitó porque otra ministra llevaba una igual y se le ha olvidado llevársela, dice. ¿Volvió a su casa en bragas?, le pregunto, pero la chica sigue limpiando mesas. Al volver a los jardines recuerdo que el coche lo aparcamos en la, en una cuesta. Voy a por él, les digo. Se ha hecho de noche de repente. Subo una cuesta con la acera estrecha y sucia. Hay algunos vecinos en la calle, tomando el fresco en camiseta interior y pantalón de pijama. Un tipo hace poses de karate. Estoy ensayando para mi próxima película con Jonás Trueba, dice. Le digo que es amigo mío y me invita a pasar a su casa. le digo que estoy buscando mi coche. Tu coche estaba ahí pero Alberto se lo llevó hace un rato, dice. Entro en su casa, hay tres sofás alrededor de una mesa de centro cuadrada con restos de comida. Varios tipos fuman y beben cerveza. Estábamos votando cuál es la mejor canción para masturbarse. Suena una de Dire Straits. Esta no, digo y el ritmo cambia. Ah, pues sí, esta sí, pero solo para muy fans, digo. 

lata de apuntes

jueves, 7 noviembre 2014. Estoy al fondo de un bar enorme. Llega una señora con carpetas (se supone que es una profesora; se parece a Dolores Vázquez) y los clientes se convierten en alumnos (ponen sus mesas mirando hacia una enorme pizarra que hay en la pared). La profesora nombra a dos chicas que hacen el camino entre las mesas, cabizbajas. Les regaña y salen llorando de la sala. No sé el porqué, pienso que va a nombrarme. Belinka, dice. Me da mucha vergüenza. Todos los alumnos mueven sus mesas hacia atrás hasta dejar la mitad delantera de la clase vacía. Por el camino, una chica que se parece a Montse Amorós (compañera de colegio a quien no he vuelto a ver), dice que me pese. Subo a una báscula que parece de cocina. 40 kilos. Sigo mi camino, subo la tarima. Dice que cometí faltas de ortografía. Le digo que no fue eso, que fue que había dos preguntas y respondí la que no era. Le da igual, dice que me vaya. Salgo a la calle y busco una mesa en la terraza del bar. Hay un viejo con una radio muy vieja. Está escuchando la clase. La radio se oye tan mal que solo pillo algunas palabras. Como no hay mesas libres me tumbo en la acera boca abajo para tomar apuntes. No tengo cuaderno, no hay servilletas. Encuentro una lata de sardinas abierta y vacía en el suelo y apunto dentro, como puedo, algunas palabras. Veo unos pies que llegan, es la profesora. No pones ningún interés, me dice. Le enseño la lata con algunas palabras dentro, como para demostrarle el esfuerzo que he hecho. 

en ruta

miércoles, 6 noviembre 2014. Estoy en un autobús. Una señora me pregunta (en inglés) dónde hay un estanco. Le digo que se baje en la próxima parada y lo verá. Mi marido quiere preguntarle algo, dice. Me pregunta en qué año y cómo fue la Transición. Le digo que comienza al morir Franco en 1975, que fue tranquila y pacífica (mi inglés no da para extenderme). El hombre se ríe, está gordo y se le mueve la barriga. Le dice a su mujer que no tengo ni idea, que todo eso ocurrió en 1789. Le digo que la confunde con la Revolución francesa. Me entran ganas de decirle que no sabe ni en qué país está, pero no le digo nada porque su mujer ya le está echando la bronca. Me bajo del bus y la mujer se baja conmigo. Lleva un libro mío en las manos. Intenta leerlo pero pronuncia muy mal. En el libro hay un poema en inglés, le digo. ¡Sí, dice muy contenta! Lo lee en alto y se despide. Se ha hecho de noche y no sé dónde estoy. Están regando una plaza. Al cruzarla, el jardinero me apunta con la manguera, tengo que acurrucarme sobre unos escalones para no caer porque el chorro lleva mucha fuerza. Nadie en la plaza intenta ayudarme, se ríen. No digo nada y sigo mi camino. De repente hace sol y estoy seca. Llego a unos bungalows color terracota. Pienso que no sé cómo he llegado a México. Entro en uno, está decorado con cosas que fueron mías (juguetes y cosas que perdí). De repente me enfado muchísimo, pienso que los amigos me han dejado tirada. Llamo a Alberto. Como responda una chica lo dejo para siempre, pienso y responde una chica. Me enfado todavía más. Vamos en ruta, responde con acento mejicano. ¡Que pare y se ponga al puto teléfono!, le digo. Al momento aparece la chica con un niño de la mano. Dice que me esperan fuera, que los amigos ya se fueron a ver los lagos que rodean el pueblo, que coja lo imprescindible porque el coche es pequeño y ya van cinco (conmigo seríamos seis). Miro a mi alrededor y no sé qué elegir. Me guardo en los bolsillos algunos muñecos pequeños y un reloj diminuto del tamaño de una uña. Le digo al niño que coja lo quiera. Otra chica muy seria con gesto imperturbable entra, toma al niño de la mano y se lo lleva disimuladamente. ¡Lo está secuestrando!  Corro tras ellos hasta que se lo arranco de la mano y cruzo la carretera entre los coches. Al otro lado está aparcado un 600 con mi prima Elisa al volante. Al verme, sonríe. No te preocupes, dice Elisa, es un 600 de siete plazas.

el salto del tigre

domingo, 3 noviembre 2024. Le digo a Alberto que voy a ver a Gallero (ha venido de Madrid) y vuelvo en un momento. Gallero está con dos amigos delante de un local cerrado. Dicen que fue un espacio de cultura que abrieron para su barrio (me extraña porque estamos en Málaga, junto al jardín de la Victoria). Me enseñan un vídeo con el proceso, donde ellos mismos hacen la obra, colocan una reja, las estanterías de madera, los libros...). Supongo que tuvisteis que cerrar por culpa de la pandemia, les digo. Asienten (se les nota muy afectados). Nos sentamos en un bar y sacan un juego de mesa que inventaron para el centro. Consiste en un tablero con un aspa que lo divide en cuatro. Tres jugadores tienen seis piedras pequeñas y el cuarto jugador cinco cristales pulidos (de los que se encuentran en la playa). El juego consiste en ir perdiendo piedras y conseguir cristales. El que consiga todos los cristales gana. Empiezan a mover las piedras de un lado a otro sin ton ni son. De repente, un tigre del unos siete centímetros sale del bolsillo de la chaqueta de Gallero y se me sube al hombro. Juego con él. Les digo que es más cariñoso que la gata de mi hermana, que nunca se deja acariciar. Uno de ellos me explica que en los 70 era muy común llevar un tigre en el bolsillo. Se burlan de Gallero, dicen que se ha quedado colgado en esa época. ¿De llevar un tigre en el bolsillo viene eso de hacer el salto del tigre?, pregunto inocentemente. Todos se ríen. Llega Parreño con su hija. Mira el tablero, mira al tigre. ¿Todavía seguís con eso?, pregunta. Jara dice que quiere irse, que se aburre, y amenaza con ponerse a hablar en inglés. Lo hace (parece que recita algo de memoria). Ya no es una niña, pero intento entretenerla, me invento que en Japón celebran el día del tigre disfrazando a los niños de animales de peluche y hacen una carrera por un monte. ¿Quién gana?, pregunta entusiasmada. Gana el que lleva el disfraz de tigre debajo del suyo, así que ya había ganado antes de salir de su casa, solo lo celebran para que los niños dejen los ordenadores y hagan ejercicio. Todos se ríen. Jara se hace pequeña de repente y se queda dormida, enroscada como un gato, en una butaca de mimbre. Llega Pedro Sánchez y se sienta a mi lado. ¿A qué jugáis?, pregunta. Le explican el juego de las piedras. Pregunta cómo se llama. Todos se miran porque inventaron el juego pero no le pusieron nombre. Se llama "El salto del tigre", le digo. Todos se ríen (no entiendo que rían todo lo que digo). Sánchez se abre un poco la corbata y pide una cerveza. ¿Puedo preguntarte algo?, ¿necesitas tomar alguna pastilla para dormir?, le digo. Dice que de momento no, pero sabe que hay quien las toma. Yo las tomo, le digo. Todos vuelven a reírse. Uno de ellos apura su cerveza, dice que su mujer lo está esperando y que si fuera joven no volvería a casarse. ¿A qué edad te casaste?, me pregunta. A los veintitrés. ¿Y volverías a casarte? Le digo que sí y veo pasar el C2. He perdido el bus, Alberto estará preocupado. Intento llamarlo pero el móvil no funciona. Sánchez se sorprende al ver mi móvil marca Jiménez. Una chica, guardaespaldas de Sánchez, me acompaña a la parada. La parada es un banquito de madera muy viejo, casi a ras del suelo. Junto al banquito, sobre un ladrillo, está uno de mis sujetadores muy bien doblado. Se supone que lo dejé allí para cuando fuera a dormir a casa de mis padres. También hay una bolsa de tela con collares y juguetes colgada de la reja de una ventana. Fíjate, le digo a la guardaespaldas, llevan aquí varios días y nadie se los ha llevado, ¡esto parece Oslo!

ola y fiesta

martes, 29 octubre 2024. Se supone que estoy en casa de unos amigos. Estamos en una ahbitación enorme y desordenada. Hay platos con restos de comida, ceniceros con colillas y latas de cerveza vacías. No sé dónde sentarme poruqe todo está gastado y sucio. Para salir a la terraza hay que pasar por encima de la cama (deshecha). De repente veo llegar una ola, me agacho, me pasa por encima, no me mojo, pero ha entrado en la habitación y ha mojado la cama. Llaman a la puerta, nadie se mueve, abro. Son los padres de uno de esos tipos, dicen que vienen a ver los desperfectos que ha causado la ola. Dicen que habrá que tirar el colchón. Me miran como si fuese la responsable. Comienza a llegar gente. En la terraza veo lucecitas encendidas y una mesa con vasos de plástico. Entra Alejandro. me alegra mucho verlo. Lleva un modelo muy extravagante: pantalón y chaleco negro con unas bolas cosidas y una especie de barretina negra con un alfiler de sobrero con cristales de colores y perlas.

fiesta de disfraces

lunes, 28 octubre 2024. Estoy en un supermercado. A lo lejos veo a Alberto. Lleva una bolsa enorme de otro supermercado. Le hago señas para que se acerque. Un tipo muy alto y delgado (se parece a Charly, el amigo de Caína) me saluda familiarmente. No sé quién es. Cuando llega Alberto le digo: ¡Mira a quién me he encontrado!, y hago un gesto de "no recuerdo su nombre". El tipo dice que tomamos algo y nos pongamos al día. Nos sentamos en la terraza de un bar que parece cerrado. En la mesa de al lado hay dos chicas extranjeras. Nos dicen que vayamos con ellas a la bahía (no sé si se refieren al mar o un bar con ese nombre), porque se celebra una fiesta de disfraces. Pienso que quieren ligar con Alberto y "Charly". Pienso que Alberto dirá que prefiere irse a casa, pero dice muy animado que sí, que vamos. Cundo llegamos Bahía es una estación de autobuses. Hay una multitud expectante, entre ellas Ferran y Cumpián. ¿A quién esperan?, pregunto a una madre con un bebé en los brazos. ¡A Padura! Ah, estuvo el otro día en el Museo, le digo. De repente la multitud queda decepcionada con mi comentario y se van a sus casas. Ferran dice que tiene un libro para mí. Le digo que pronto tendré uno para él. Cumpián me pregunta por mis padres. Le digo que sigo cuidándolos, que ya tienen 97 y 93, que es muy cansado. Mi madre con 99 vivía sola, dice Cumpián. De repente estoy en el aseo de casa y "Charly" me lava el pelo. Sale mucho barro. Cuando me froto noto granos de tierra. o vamos a llegar a la fiesta de disfraces, le digo. Lo tengo preparado, me dice. Me seco el pelo, lo tengo corto y de punta (parezco Pumuki). De repente estamos en un edificio parecido al Hotel Miramar. Veo llegar a los amigos, entre ellos Elías disfrazado de policía. También están las dos extranjeras. Tienes que darte prisa, dice Elías. "Charly", un tipo que va en patinete y yo buscamos una habitación en el hotel para cambiarme, pero todas están cerradas. Llegamos a una zona de oficinas con cristaleras que dan a un jardín. Salimos y comienzo a quitarme la ropa para ponerme el disfraz. Al otro lado hay un edificio de oficinas. Todos los empleados (hombres) se han sentado para ver cómo me desnudo. Les hago una reverencia, aplauden, nos vamos. No he podido cambiarme. "Charly" me enseña un mapa, dice que no vaya a la fiesta, que me vaya con él. Tengo un mapa y una ruta, dice señalando una línea dibujada con boli.

coche amarillo, máquina expendedora y columpio

jueves, 24 octubre 2024. Bajo una cuesta con Alberto y Luciano, veo pasar un coche de plástico amarillo que parece de juguete. Les digo, me parece que era Zoki. El coche frena. Zoki asoma la cabeza. Me pareció oír mi nombre, dice. Nos acercamos y vemos que es un coche normal al que le ha puesto una funda amarilla para que no lo estropee la lluvia. Le doy un abrazo inmenso. Dice que vayamos a su casa. Llegamos a una habitación de hotel. De repente Zoki es una mujer pero sin barba. Nos cuenta que desde que murió su marido, y tuvo que dejar su casa, los amigos le van prestando una casa cada mes. Mientras nos lo cuenta se cambia de ropa varias veces.
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Estoy con Jurdi y Javi. Contamos chistes todo el tiempo intentando que el siguiente sea mejor al anterior. No paramos de reír. Vemos una máquina expendedora de ropa (se supone que la gente que no quiere algo lo deja ahí para otros). ¡Qué ropa más fea!, dice Javi muerto de risa. Jurdi dice que le gusta y quiere esa camisa (señalando una horrorosa con estampado de colores chillones). Al abrir el expendedor se da cuenta de que es una funda de inodoro. Se ríe a carcajadas. ¡Esta funda era de mi madre!, dice y nos caemos al suelo de risa.
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Estoy en una casa de acogida. Hay chicas muy jóvenes con bebés, otras que están dejando el alcohol. Yo estoy porque me he separado y no tengo dónde vivir. Una chica con un bebé casi recién nacida quiere salir. Me dice que soy su mejor amiga, que soy muy guapa. Le digo que no hace falta que me haga la pelota, que me quedaré con su niña de todos. Sale corriendo (lleva minifalda y va muy maquillada). Entro, voy descalza y el pasillo que lleva las habitaciones está lleno de cristales rotos. Voy abriendo puertas para encontrar la habitación del bebé. En una está Alberto, en la cama, con un ordenador enorme y muchos monitores, como si rigiera el mundo. Le digo que voy a pasar el día con el bebé de mi amiga (por si se ofrece a pasarlo conmigo), pero no dice nada. Vuelvo a buscar al bebé. Finalmente lo encuentro en un columpio del jardín. Su madre y él están columpiándose. Lo hacen tan fuerte que caen hacia atrás. Intento rescatar al bebé. Me ilusiona pensar que si la madre ha muerto del golpe, me quedaré al bebé para siempre.

timo

miércoles, 23 octubre 2024. Mi cuñada dice que la han estafado, que compró un viaje y ha perdido el dinero. Le digo que vaya al banco o llame a la agencia. No dice nada. Le voy sacando poco a poco que en realidad la ha timado un tipo que dijo estar enamorado de ella. Entramos en un bar. ¡Es ese!, dice. Lo seguimos. Es un tipo con barba muy feo.
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Un montón de famosos duermen la siesta en el suelo de una plaza enorme (parece Cádiz). Incluso en los escalones que suben a la catedral hay gente tumbada. Me acerco a Nacho cano, lo despierto y le pregunto por qué los hombres se casan con mujeres guapas y las engañan con mujeres feas.

tobogán, pan duro y alubias negras

martes, 22 octubre 2024. Para llegar a casa de mi prima Elisa hay que bajar por un tobogán. Mi sobrino Darío se sienta conmigo. Tú me ayudabas de niño, ahora te ayudo yo. Bajamos. Me llama la atención lo brillante que está el suelo.
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Mi hermana se queja de que mi padre se queja de que el pan que le da está duro. Le digo que tiene que sacarlo del congelador la noche antes y envolverlo en una servilleta o bien meterlo en el microondas, con medio vaso de agua, unos diez segundos. Veo que no me está escuchando.
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Estoy sentada en la escalera que da al rellano de la casa de mis padres. No quiero entrar. Aparece Carmen con una cucharada de alubias negras para que las pruebe. Imagino que está cocinando para quitarme trabajo. ¿Cómo están?, pregunta. Perfectas, parecen mantequilla, respondo.

el coleccionista de personalidades

lunes, 21 octubre 2024. Oigo voces en el dormitorio de mis padres. Mamá le enseña fotos a Jonás. Apago la luz para que no pueda verme con quince años, maquillada y con tacones. Todo queda completamente negro. De todos modos lo oigo decir: esto es un cumpleaños, estas de la playa... Se ríen. Me maravilla que las pueda ver al tacto. Enciendo la luz. Mira mi móvil con incredulidad. ¡Pero si tú tienes uno igual!, le digo. El mío tiene cámara, responde. Abre mi móvil y aparece una foto de mi padre posando con un perro. Qué raro. No parece que tenga noventa y siete años, dice. Después mete todas las fotos que han ido esparciendo por la cama en una bolsa amarilla y la guarda en el armario. Antes de cerrarlo le hace una foto. Le digo que esa foto no  le servirá para su colección de personalidades porque no es representativa de mi padre, que él nunca metería de cualquier modo una bolsa en el armario porque es el rey del orden. Jonás borra la foto con gesto triste
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En las noticias cuentan que el gobierno ha decidido separar a la población idiota del resto para el mejor funcionamiento de la nación. La presentadora cuenta que pusieron un anuncio: "Se venden terrenos en Galicia y Murcia a un euro". Han hecho una lista con todos los idiotas que han llamado para comprarlos. + En la tele, en un programa de talentos, un niño cuenta que ha descubierto el modo de comerse un helado que no le gusta. Si te compras un helado y al probarlo no te gusta, coges un buen puñado de regaliz rojo, lo vas mojando y el sabor cambia, cuenta mientras come. El público aplaude enloquecido. El niño gana. El premio es un cubo de cristal de un metro cúbico lleno de agua. En el centro hay una bola enorme de helado de chocolate. Un mago le echa por encima láminas de oro. Donde cae la lámina se abre un agujero y de cada agujero sale un gato color chocolate. El público vuelve a aplaudir. ¡Has ganado una máquina para hacer helado de gato!, dice el mago.
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Se me rompe la pulsera que me hice con dos cuentas de madera. Decido, para que no se rompa más, hacerme una con trozos de brownie.

en diagonal

jueves, 17 octubre 2024. Chivite da una charla. La sala está completamente llena. Esta en un rincón y yo en el opuesto, en diagonal, así que no puedo verlo. Habla muy bajito, casi no lo oigo.
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Compro algo en unos grandes almacenes. A la hora de pagar, una chica me acompaña a una habitación muy pequeña donde un señor trajeado ordena papeles. Se va la luz. Cuando vuelve todo lo que llevaba en la mochila está tirado encima de la mesa. Intentó ordenarlo, no encuentro mi tarjeta. Hablamos de libros. La chica quiere saber cómo se escribe una novela. Le digo que hay dos maneras. Una, inventar una historia desde un episodio real; otra contar un episodio real empezando por algo inventado. El señor dice que está pasando por un momento delicado, que cuál de mis novelas le recomiendo. Ninguna, le digo.

pulsera de maizena

miércoles, 16 octubre 2024. Hablo con Begoña por teléfono mientras busco el coche (no recuerdo dónde lo he aparcado). La noto muy triste, dice que en cualquier momento irán a recogerla. Se supone que van a ingresarla en un hospital. Yo pienso que en realidad es una secta y no van a recogerla, van a por ella. Le digo que tenga cuidado, que ya sé que no le permitirán tener móvil, pero que haga todo lo posible por ponerse en contacto conmigo.
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Mesa larga de madera. Está toda mi familia (los vivos y los muertos; mi padre parece joven). Veo a mi padre intentar quitarle un pelo a su plato para poder seguir comiendo. Me extraña porque es muy escrupuloso. Miro a mi madre. Se lo digo con un gesto. Ah, es que el pelo es suyo, dice mi madre tranquilamente. En segundo plano hay una tele donde aparezco yo disfrazada de geisha. Pongo caras muy raras mientras canto en japonés inventado. ¿De verdad estoy tan gorda?, pienso, pero no me atrevo a preguntar a nadie.
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Vuelvo a casa (mi casa no es mi casa, es un edificio muy antiguo de piedra en una plaza adoquinada en cuesta). Paso por delante de una joyería que hay justo enfrente. Las dependientas ya están cerrando. Me acerco a preguntar por una pulsera del escaparate. Hemos traído la que usted quería, dice. Me arrepiento de haberme acercado (no quiero esa pulsera, solo fue curiosidad, porque la vi en un capítulo de Larry David). Les hago preguntas para poder decir en algún momento que no me interesa. ¿Son circonitas? Son zafiros. ¿Es de oro? Está hecha de Maizena y flan, de ahí el color, mañana puede venir a por ella. Cruzo la plaza a todo correr, pienso que al día siguiente puede ir Alberto a comprarla y decir que no la quiere por algo. Al llegar al edificio, veo a un tipo igual a Alberto, con su misma ropa, que se arrodilla y se santigua en la acera, delante de una iglesia. No se parece en nada, me digo. Sigo pensando en la pulsera, Alberto me la podría regalar por mi cumpleaños, pero seguro que me queda grande, tendrá que tener cuidado de que no lo engañen y le quiten piedras para achicarla, le diré que las piedras que sobren se las den para hacerme unos pendientes a juego, pero en otra joyería. En todo eso voy pensando mientras subo al último piso por unas escaleras de piedra muy viejas (algunas tienen musgo; temo resbalarme porque voy descalza). Me miro las piernas y me extraña que estén tan morenas. Me gustan. La puerta parece de establo, hecha con tablones viejos, no necesita llave, empujo y entro. Parece una casa de campo abandonada con un prado enorme al fondo. Siento no haber llamado, pero la puerta está rota, le digo a Alberto.
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Alberto y yo vamos en coche por una carretera muy estrecha junto a un precipicio. Al llegar a una curva se hace de noche de repente. Se supone que vamos a un restaurante muy exclusivo que hay en la cima. Le recuerdo que ya estuvimos una vez y no nos gustó nada. Al llegar se hace de día de repente. Todas las mesas están ocupadas y hay una cola larguísima para llegar a una mesa donde hay una tarta de comunión. Pasamos entre las mesas, sin bajarnos del coche, buscando una libre.

agua gris

lunes, 14 octubre, 2024. Las calles están inundadas de agua gris. Me llega hasta las rodillas. Llego a un bar. Javier dice que tengo que leer, pero no llevo ningún libro ni mis gafas. Busco unas en el bolso, pero son las de mi padre. Javier me pasa un papel mal cortado con poemas escritos con una letra muy mala. Leo a trompicones, pero ni siquiera son poemas, parecen recetas mal copiadas. Los clientes siguen a lo suyo, no les interesa. Pregunto, ya que es una bar librería, si habrá algún libro mío. Una chica intenta ayudarme. Me pone un micrófono, me da una revista. Me busco, pero solo aparecen fotos de otras lecturas. Paseo ente las mesas leyendo. En realidad hago que leo porque no hay nada escrito, voy inventando el poema mientras paso entre las mesas. El poema comenzaba: "Nené Búho pintó su teclado con laca transparente".

helicóptero

domingo, 13 octubre 2024. Sonia me enseña un vídeo de Adriana en la que se ve con dos amigas en un helicóptero. En el vídeo cuenta, sin dejar de reír, que van a desayunar. No me gusta que se tire el dinero de esa manera, le digo a Sonia. Sonia está muy resfriada y se mete en la cama. Su casa es lo contrario a lo que ella siempre le ha gustado. Pienso que quizá no esté resfriada, solo 
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Mi madre está en la cocina. Cuando me acerco a ver qué hace, le veo bebiendo el agua atascada y sucia del fregadero.

cerveza espesa y perfume paquita

sábado, 12 octubre 2024. Llegamos a un embarcadero. Para llegar a un barco convertido en museo tenemos que pasar por unos tablones inestables que sobresalen del agua. Bienvenidos al Museo del vino, nos dice un señor con muy mala pinta. Su mujer nos cobra la entrada. Dice que podemos visitar las cuatro plantas y tenemos derecho a una cata de vinos y cervezas. Dicho esto nos da a cada uno un vaso de chupito de plástico. El museo consiste en una tienda de objetos de cerámica en miniatura relacionados con el vino (vasos, botellas, porrones). Su mujer nos azuza para que vayamos más rápido, nos guía hacia la bodega a empujones. Unos turistas degustan sus chupitos de vino. En cada mesa hay una especie de probeta de medio metro con un indicador verde dentro. La cerveza parece zumo de melocotón. La pruebo, da asco. Volvemos por donde hemos entrado. Alberto dice que pasa de tablones y se echa al agua. Al salir, lo espera el dueño con una toalla, le quita la camiseta, lo seca con mimo, le dice que está muy moreno. Alberto responde que es que va a misa todos los días. El dueño del museo lo mira con admiración. Le hago un gesto de no entender a Alberto, y él me hace otro de, he confundido la palabra piscina por misa.
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Estamos en unos grandes almacenes. Alberto dice que va a comprarse un perfume. Qué raro, pienso (a ninguno de los dos nos gustan). ¿Puedo oler ese, el que se llama Paquita?, pregunta a la dependienta. El frasco es la figura de una diosa griega. Le digo: primero, es de mujer; segundo, dudo que se llame Paquita, se llamará Afrodita o algo  parecido. Dice que le da igual el nombre y que le encanta porque no huele a nada. Nos lo llevamos, dice satisfecho. ¿Vas a pagar más de 70 euros por un perfume que no huele a nada? Claro, es el perfume perfecto.

un socavón y dos copas de vino

viernes, 11 octubre 2024. Mi madre despide a mi hermana. Nada más cerrar la puerta me dice que tiene que enseñarme algo, pero no puedo decírselo a mi hermana para que no se deprima. Levanta una alfombra y debajo hay un enorme socavón. De repente toda la casa está llena en ruinas, incluidas paredes y techos. Nos movemos con dificultad sobre los escombros para ver los desperfectos. Le digo a mi padre que no se levante porque puede caerse. Arreglar esto va a llevar meses, le digo, y que hay que empezar cuanto antes porque podemos caer al piso de abajo. ¿Y no crees que pueda estar listo antes de que llegue tu hermana?, pregunta mi madre.
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Cruzo la calle donde vivía mi abuela y veo a Andrés en una especie de cobertizo. Me siento frente a él. Pregunto, ¿conoces a Larry David? Él responde en lenguaje para sordos, number one. Hay dos copas de vino sobre la mesa. Me hace una seña con el índice sobre los labios para que me calle. A nuestro alrededor parece que se esté proyectando una película. Antonio y otros poetas discuten sobre poesía en un callejón, Antonio cae al suelo, pierde las gafas, voy a levantarme para ayudarlo y Andrés vuelve a decirme con gestos que no me preocupe, que ni siquiera pasó en el pasado, que solo es un sueño proyectado. Se me cae el móvil a una alcantarilla. Andrés lo pesca con un cazamariposas y lo mete en una bolsa, le hace el vacío y me lo da como nuevo. Aparece mi sobrino Darío, pregunta a su padre si nos vamos ya. Andrés le señala con la mirada las dos copas de vino llenas. Me bebo una de un trago. Darío hace lo mismo. Pienso que cuando mi prima Elisa se entere nos vamos a llevar una buena reprimenda porque Darío es menor de edad.

un goya y tres dones

jueves, 10 octubre 2024. Estoy en el que fue mi colegio. Una chica me va enseñando las clases. Están cambiadas. Me las va explicando. Le digo que ya sé qué clases eran antes porque pasé por todas. Le sienta mal y acaba la visita bruscamente. Llegamos a las clases de párvulos, ahora convertidas en comedor. Me enseña una caja con cosas que las alumnas se dejaron. Dice que puedo quedarme con lo que quiera. No sé qué elegir. Y, de todos modos, ¿para qué querría una goma usada o un lápiz mordido? Salgo del colegio con pena y prisa porque llego tarde a una entrega de premios. La acera está como antiguamente (sin enlosar, tierra y piedras; si corro me tuerzo los tobillos). Llego a un auditorio al aire libre. Las gradas están llenas. Veo mi asiento vacío con una tarjeta en la primera fila. Empujo a algunas personas para que me dejen pasar. Llego justo a tiempo cuando dicen mi nombre. He ganado. Salgo al escenario. Aparece Fred Astaire y me entrega un Goya. Me susurra al oído que debemos bailar, que el público lo está deseando. Tú no hagas nada, sigue mis pasos, será fácil, dice. Al momento de tomarme la mano y ver mi torpeza dice que no va a ser tan fácil. Dos chicos nos hacen gestos para que acabemos ya. Le doy las gracias, le doy un beso y me voy.
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Estamos en una plaza con adoquines. En el centro hay un tipo con túnica. Dice que nos irá llamando de uno en uno para que nos acerquemos y lancemos tres monedas al aire. Si una moneda os cae a menos de un metro podéis quedárosla y ese será vuestro don, ¿entendido?, ahora poneos de rodillas, dice. Alberto se burla. Le recuerdo que fue él quien quiso venir, que ya que estamos vamos a hacerlo bien. Se ríe y, no solo se queda sentado, se tumba. Me pongo de rodillas sobre los adoquines (se me clavan). El santón llama a una niña, le dice que lance las tres monedas. La niña se pone nerviosa, las lanza mal, hacia atrás y me caen a mí. No me atrevo a cogerlas, no me atrevo a moverme. Tres dones, pienso, ¿qué voy a hacer con tres dones? De repente estoy en casa de mis padres, llevo las tres monedas apretadas en la mano. Entro en el cuarto de mi hermana y le dejo dos en una de sus cajas.

despacho de quesos

miércoles, 9 octubre 2024. Estamos, en el que se supone, el despacho de Cristina. Son dos habitaciones enmoquetadas casi vacias. Me extraña que todo esté desordenado porque ella es maniática del orden y la limpieza. Al salir, la última habitación es un ultramarinos. ¿Os pongo algo?, dice un chico vestido de blanco, con gorrito a juego, desde detrás un mostrador lleno de quesos. ¡No me tientes!, dice Cristina. Me cuenta que desde que le duele todo no come nada de lo que le gusta. Le digo que yo hago justo lo contrario, como me va a doler igual, como lo que quiero. Ya en la calle, dice que la acompañe a Ronda, que tiene cita con el especialista. Le digo que Alberto me está esperando en el conservatorio. Aparece Andrés paseando un perro blanco enorme. Yo te acompaño, le dice.

aguja envenenada

martes, 8 octubre 2024. Se supone que estamos en Uruguay, en un restaurante, pero la decoración y la comida es china. Entre las mesas nada un gato chato y peludo. El gato intenta beber de un frasco con líquido. Alberto le hecha un chorro de kétchup, el gato cae al frasco y sale teñido de rojo. Nos ha sobrado comida y le pido al dueño que la empaquete. Me da un táper y un cajón. En el cajón hay cubiertos, juguetes, anillos y medallas. Separo cada cosa, se las dejo ordenadas. Me quedo de recuerdo con unos soldaditos planos para Alberto. Daniel dice que le gustó más Cuba y otra chica habla de dos poetas. Le digo que se divorciaron y él se casó con la chica que habían adoptado. ¡Ha hecho un Woody Allen!, dice la chica sorprendida y me da una toalla para que me seque el pelo (no sé por qué me lo he lavado antes de marcharnos). Daniel dice que no le gustan nada los cotilleos, y menos de poetas. Carlos dice que antes de volver a España tengo que probarme unas gafas que ha visto, que me quedarían muy bien porque son muy discretas. Ya por la calle nos cruzamos con un grupo de chicos y chicas. Una de ellas dice, voy acaloraíta. Re acuerdo del anuncio Achicharraíta y lo repito varias veces. El novio de la chica piensa que me estoy riendo de ella, y lanza a Alberto una aguja. Se la quito de la espalda, le pregunto al chico qué es. Eso por reírte de mi novia, a tu novio se le paralizará el cuerpo y después morirá, dice. Busco un taxi para llevarlo a un médico. Una taxista, al parar, empuja una excavadora y la vuelca. Ante mi asombro dice: es que soy muy fuerte, me largo de aquí.

juguetes rotos

lunes, 7 octubre 2024. Voy encontrando juguetes rotos y piezas sueltas enterrados en la arena. Laura me ayuda a recogerlos. e cada uno que vemos asomar entre la arena decimos entusiasmadas: ¡otro!

el chico mochila

domingo, 6 octubre 2024. Cuando vamos a dormir veo una ventana abierta. Pienso que alguien ha entrado a robar, pero no falta nada. En el suelo hay círculos que parecen de cal. Los sigo y me llevan al jardín. Hay unos niños jugando. pienso que son los hijos de los cine que sean collado por la ventana para entrar a jugar. Empieza a llegar gente, hablan unos con otros como si fuese una fiesta. Pienso que debo darles algo, busco bebidas. Un chico se pega a mi espalda como si fuese una mochila, me cuenta cosas mientras yo sigo de un lado para otro atendiendo a los invitados. Busco a Alberto para que me ayude. Alguien señala una mosquitera hecha con una sábana. Al mirar detrás veo que está con una chica desnuda. La chica lleva a una careta con su propia cara. Pienso que es idiota. Les digo que ahí se quedan, que me largo para siempre. Salgo al jardín y pregunto a voz en grito si alguien me lleva a casa. Al decirlo me doy cuenta de que no sé dónde voy a ir porque se supone que esa es mi casa. El chico mochila me dice que me vaya con él. Aunque me gusta mucho, le recuerdo que tiene mujer y dos hijos. Las amigas de la mujer me ayudan quitármelo de encima.
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Estoy en un bar con tres tipos que no conozco. Hablamos de las lecturas de poemas que habrá por la tarde. Por hacerme la graciosa les enseñó lo que llevo en el bolso, entre otras cosas un cepillo plegable (mitad peine mitad cepillo). Primero me peino y después le paso el cepillo por los zapatos de antes a uno de ellos porque los lleva llenos de barro. Les cuento que hay una tienda donde me compré cuatro pares de zapatos iguales. Me acompañan. Le explico a la chica que en el año 91 compré unos zapatos de Gaultier, se los describo, le pregunto si le queda algún par más. Dice que sí, va a la trastienda, aparece como una caja muy pequeña de zapatos y empiezas a sacar alpargatas que no tienen nada que ver con lo que yo busco. También me enseña monederos y collares.

edredón

lunes, 30 septiembre 2024. Alberto y yo nos colamos en una la habitación de un hotel. Me inquieta que tenga varias puertas porque pienso que la camarera puede entrar por cualquiera de ellas y pillarnos. Alberto se pone cómodo en un sillón. Va envuelto en un edredón. Yo llevo una bata de guatiné que no sé de dónde he sacado. Le digo que debemos irnos lo antes posible porque ya oigo que vienen a limpiar. Él se retrepa en un sillón. Le grito que haga lo que quiera pero que yo me largo. No sé bien por qué puerta marcharme.

márgenes

sábado, 28 septiembre 2024. Voy por la calle con Chivite, dos chicas y un señor mayor. El señor mayor nos da conversacion, nos pregunta dónde vivimos y cuántos poetas viven en nuestro barrio. Como la conversación me aburre les propongo echar una carrera hasta el bar más cercano. Más que correr casi vuelo y llego la primera. El señor mayor se encarga de pedir las bebidas y las tapas. Desde el otro extremo de la mesa veo charlar animadamente a Chivite con las dos chicas. Después se acerca a mí, me da un libro en el que ha escrito notas en los márgenes. El señor mayor no para de hablar, no me deja leer. Con tono muy dulce le digo que no me interesa absolutamente nada lo que me está contando, que por favor se calle. Le doy un beso en la frente y sigo leyendo el libro de Chivite.
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Voy en el asiento trasero de un coche. Delante llevo un portátil donde suenan canciones de The Kinks a todo volumen. Intento bajarlo. Sonia, que va de copiloto, se vuelve y dice que es imposible, que su cuñado los engañó y les vendió un ordenador roto. Míchel, que va conduciendo, al volverse para decir algo, se sale de la calzada y se mete en unos jardines del paseo de los curas.

pienso

martes, 24 septiembre 2024. Estoy en una clase muy larga y estrecha. Al fondo se ve la iglesia de la Victoria. Pienso que quizá le hayan puesto una paredes a la acera. La clase la recorre una mesa igual de larga. Cada tres metros hay una caja de zapatos con lápices, gomas, sacapuntas y un compás. Al fondo, veo pasar a una chica. Pienso que la conozco de saludarnos, pero nunca hemos hablado. Pienso en lo que sé de ella: que parece tranquila, que tuvo un niño siendo muy joven, que trabajó en una mercería, que su padre era inventor. Pienso que la próxima vez que nos veamos le diré algo. Pienso que igual me meto en un lío porque quizá no sea como la imagino. Mientras pienso van llegando otras alumnas. Una dice que está muy nerviosa. Mira dentro de la caja y, señalando el compás, pregunta qué es.

meñique

lunes, 23 septiembre 2024. Es el primer día de clase. Los asientos son butacas de cine muy incomodas. Entra la profesora Magdaleno (me daba historia en el instituto). Me estraña que siga joven. Va vestida con minifalda y chupa de cuero, medias agujereadas y pelo punk. Antes de empezar se pone una pinza entre las piernas para que la minifalda no deje enseñar nada. Llega el que se supone es su padre a presentarla (en realidad es el que fue mi profesor de derecho civil en económicas). Mientras hablan, me levanto porque estoy muy incómoda y me apoyo en una columna. Cuando terminan, el profesor se despide dándome el meñique (como si me diera la mano). Dice que se alegra de verme. Pienso que ya no se acuerda de cuando me mandaba callar en clase.
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Estamos en la que se supone que es nuestra casa, aunque no se parece en nada. Es un loft enorme muy desangelado. Hay una mesa larga en el centro. Los amigos han venido a comer. Pongo cubiertos y platos para cinco. Les digo que tengo mucha prisa, que cojan lo que quieran del frigorífico. Lo abro y veo un montón de gambas peladas. Las huelo, las tiro. Te dejo a cargo de todo, le digo a Emilio. Me pregunta si debe desenchufar el frigorífico al irse. Le digo que Alberto volverá por la noche, que no se preocupe. Salvatore y Cantos ya están en la mesa. No me da tiempo a saludar ni despedirme. Salgo corriendo porque llego tarde a casa de mis padres. Alguien me dice desde un coche que me lleva. Entro. El coche va hasta arriba. Voy apretujada en el asiento de atrás. De repente alguien dice que quiere cambiar de asiento, paran, se cambia con Antonio Soler que, antes de volver a entrar en el coche, se prueba sombreros. Salgo del coche porque pienso que llegaré antes andando. Aparece Laura. Pararé un taxi, dice. Es un taxi descapotable que al momento se transforma en una limusina articulada. Rápido, entra, dice Laura. El conductor va sentado en el asiento de atrás, dice que yo me siente delante. Miro el reloj. Mis padres llevan una hora solos. (Me despierto agobiadísima).

permanente

domingo, 22 septiembre 2024. Mi prima Cristina y yo estamos escribiendo algo al fondo de una habitación. Yo estoy de espaldas a la puerta. Delante tengo un cristal o algo que refleja lo que pasa a mis espaldas. Veo pasar a mi tía M por el pasillo. Se vuelve, viene hacia nosotras. ¡No hables!, me grita, ¡no hables y escribe! No ha salido de la habitación y ya la veo volver. Vuelve a gritarme que no hable, me zarandea, intenta pegarme. Me defiendo tirándole el cuaderno a la cara.
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Tengo muchísimo pelo. No sé si me lo he rizado o llevo peluca. Intento hacerme unas fotos para enviárselas a Javi y que me diga si me queda bien, si me hago una permanente. Hago las fotos al espejo, pero el flash se dispara y no sale nada. Por más que lo intento no puedo quitar el flash.

descalza

sábado, 21 septiembre 2024. Parece un bar o el jardín de una casa. Un tipo llega con su bebé. Al bebé lo sienta a ras del suelo y se desentiende. Me siento a su lado, lo tomo en brazos, le doy de comer.
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Voy por una urbanización de chalecitos bajos con jardín. Los muros son blancos con barrotes de obra de entre los que salen plantas con flores muy delicadas. No hay nadie. Anochece. Me fijo en que voy descalza y en camisón. Noto la acera templada. Me gusta esa sensación de serenidad. Recuerda esto, me digo. No te olvides de esta felicidad, recurre a ella cada vez que la necesites. De repente estoy dentro de un coche en marcha (en esa misma calle) y voy a estrellarme contra la puerta de un garaje. Intento pisar el freno pero no llego porque voy en el asiento del copiloto. Moviendo el cuerpo consigo enderezar la trayectoria y el coche solo roza la puerta y un muro.
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Estoy con unos amigos en un descampado. A un lado hay eucaliptos y un arriate. Lo recorro. Dentro hay juguetes, cintas de casete y libros rotos, baratijas... Pienso que me gustaría llevarme algo de recuerdo. Aparece Pateta, quiere que le digitalice unos libros que le gustaban mucho de niño. Señala el arriate. Por más que miro no los veo. Me fijo en que también hay cajas de cerillas. Me pregunto si dentro guardarán algún tesoro.

totoro

viernes, 20 septiembre 2024. Han puesto unas figuras de "Mi vecino Totoro" sobre un montículo. Quiero hacerme una foto. Cuando estoy arriba, veo a Alberto encaramarse a un coche para poder hacerla. Se sube al techo del coche y el coche arranca. Alberto cae. Me asomo y está tirado en el asfalto. Corro hacia él, pero Cayetana Guillén Cuervo (la encargada de abrir y cerrar las puertas del recinto donde están las figuras) no me deja pasar. la empujo, corro escaleras abajo. Cuando llego, Alberto está sobre unas sábanas. Lo acompaña Salvatore. Le pregunto con miedo cómo está. Salva me hace un gesto que significa que se ha quedado tetraplégico. Alberto no quiere responder. No se mueve ni me mira siquiera. Pienso que, conociéndolo, no querrá vivir así. Dudo si sabré convencerlo que yo quiero cuidar de él, que no soportaría que él quisiera morir. (Me despierto llorando).

lambada

jueves, 19 septiembre 2024. Estoy en un concierto. Un tipo toca la Lambada con violín. Me echo a llorar. Me da vergüenza porque todo el mundo corea y aplaude a mi alrededor. Escondo la cabeza entre las rodillas, veo cómo mis lagrimones llegan al suelo y hasta salpican los zapatos de las personas que tengo al rededor. De repente el violinista para. Pienso que se ha dado cuenta de que estoy llorando, pero no es eso: pide a parejas del público que salgan a bailar.

zapatIllas rojas

miércoles, 18 septiembre 2024. Marcos y yo estamos en el hall de un hotel años 70 que parece abandonado. Todo está en penumbra. Hay un grupo a la entrada. No nos atrevemos a acercarnos. Parece que están preparando una hoguera. Dos parejas entran. Nos escondemos junto a los ascensores. Frente a nosotros hay un espejo. No se nos ve pero sí mis zapatillas rojas de casa. Cuando creemos que van a descubrirnos una de las chicas se pone de parto y todos se van corriendo.
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En el patio de la casa de mi abuela hay una reunión de hombres. Están sentados en círculo, parecen una mafia. Me acerco al jefe y le digo, solo por provocar al resto, que voy a salir a comprar piedras. Todos cuchichean.

pantalones de piso

lunes, 16 septiembre 2024. Miro hacia un edificio de tres platas. Hay muchas cabezas asomadas. Se supone que son amigos de Juan Luis y lo están buscando desde hace horas. Lo veo llegar con su hijo en brazos. ¡Está aquí, grito.
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Llego al probador de una tienda. Hay tres chicas. Una de ellas (la más gorda) se prueba mis pantalones. Le quedan ajustadísimos. Pienso que me los va a agrandar. Las otras dos la animan a que compre unos iguales. Son pantalones de piso, dice la otra. Una de ellas dice que puede hacer algo con su jefe para que le consiga unos de su talla. Le digo que no merece la pena hacer nada con nadie por unos pantalones de rebaja, ni siquiera por unos sin rebajar, ni por nada. Me miran mal. Me devuelve los pantalones que han ensanchado varias tallas. Pregunto si tienen tallas más pequeñas. Ni me contestan. Me ato los cordones de los zapatos y se me rompen.
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Andrés y Elisa llegan de visita a casa de mis padres. Les cuanto que mi padre está peor que nunca, que nos pone a prueba. Andrés lo disculpa y le dice a Elisa que debería haberse pintado los párpados de verde. Me fijo en que los lleva naranja a juego con la camiseta. Elisa se queja que desde que han llegado de Turquía no hace más que criticarla. Llega mi hermana y nos da regalos de su último viaje. En mi bolsa hay un nazareno de barro enorme muy mal hecho. Le digo que ya le dije que no quería regalos, que no quiero más cosas. También hay un cono truncado hueco de madera negra. Le pregunto qué es. No sabe. En la bolsa también hay lápices pequeños de haberles sacado punta mil veces. Le digo que es lo que más me ha gustado.

definición de amigo

domingo, 15 septiembre 2024. Grupo de poetas alrededor de una mesa. Una chica estornuda muy flojito. Pienso que debería estornudar más fuerte, sacarlo todo, pero no le digo nada. La chica me pide que la deje pasar al cuarto de baño. En ese momento alguien la critica. Salgo en su defensa. No la conoces de nada, dice alguien. No me importa, necesitamos más narradoras, digo. Alguien habla de una antología que ha sacado Ocaña Miranda. Hacen bromas. Les digo que es una persona excepcional, la persona más divertida del mundo, les cuento anécdotas. Alguien dice que en las antologías todos sacan solo a sus amigos. Les digo que definan amigo pero acabo haciéndolo yo. Les digo que es cuando conoces a su familia, su madre, sus hermanos. Sonia le dice a alguien el nombre de su madre y sus tres hermanos. Todos aplauden. Ella dice que ha sido suerte porque en realidad no los conoce. 
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Llevo a mi suegra del brazo y en la otra mano un paquete envuelto en papel de estraza, dos móviles y el mío pequeño. Hago malabares para que no se me caiga nada (ni ella). Entramos en una farmacia. Ella busca una crema. Dejo todo sobre el mostrador mientras ella busca una crema. Al volver a mirar, veo que hay dos paquetes prácticamente iguales. Pienso que van a creer que lo he robado. Una guardia jurado se acerca. Le dice a mi suegra que la acompañe, que arriba tienen la crema que busca. No me da buena espina. Recojo mis cosas y voy detrás, pero desaparecen. Me doy cuenta de que he perdido mi móvil. Aparece una chica con pañuelo en la cabeza, lleva un móvil como el mío. Forcejeo, le digo que me lo devuelva. La chica se resiste. Al verlo bien, veo que es otro modelo y que no lleva la pegatina Jiménez en la tapa. Le pido disculpas, no quiero que piense que soy racista, simplemente me pareció raro que alguien usara un móvil tan antiguo. Le digo que debo encontrarlo porque ya no los fabrican, que no tendría interés para nadie porque no lleva mis datos ni fotos siquiera. Le digo que quizá se me cayó en el parking, al salir del coche. La chica se ofrece a ayudarme a buscarlo. Salimos de la farmacia pero las calles han cambiado. No hay parking, ni coches, hay una plaza con árboles y es de noche. No sé dónde estoy.

dos cines

viernes, 13 septiembre 2024. Subo por Fernando el Católico. Delante de mí, una familia (padre, madre, hija de mi edad, hijo muy joven). Se paran en la esquina con Rodrigo de Ullóa, dudan si seguir. Les digo que si siguen hacia adelante llegarán a la carretera de los montes, que no hay nada, que solo pasarán calor. Dudan, dicen que la ciudad no tiene nada. Les digo que ahí mismo tienen el seminario o Gibralfaro. De repente aparecen por arte de magia dos cines, uno frente al otro. El cine de la derecha tiene bar, les digo. Deciden entrar porque están muy cansados (van cargados de bolsas con souvenirs). Los acompaño a la puerta, miro el reloj y resoplo. El hijo me pregunta si pasa algo. Son las 20.35 y el tren sale a las 20.40, tendré que coger el siguiente. Me despido de la madre y la hija. El padre duerme con la boca abierta. Adiós señor papá, le digo desde lejos. El hijo acompaña a la puerta. Mientras vamos por el hall del cine me dice que quiere comprobar algo y va a besarme pero solo en los labios. No estoy segura de si quiere comprobar si hay química entre nosotros o que es la primera vez que va a besar a alguien. En ese momento aparece un tipo con pinta de tipo duro y le da unos golpes en la espalda. Pienso que nos ha fastidiado el momento. Me enzarzo en una pelea con él. El chico sorprendido me pregunta qué demonios hago. ¡No te das cuenta que quería matarte!, le digo.

la chica de balthus

jueves, 12 septiembre 2024. Voy a un servicio público que hay en los bajo de un edificio. A la puerta hay dos mujeres hablando. Una parece extraterrestre, con los ojos separados y enormes. Tiene una pierna levantada, apoyada contra la pared. Me recuerda a una de las chicas de Balthus. Dudo si decírselo para congraciarme con ella porque me mira con mala cara. Pienso que ya he estado ahí, pero no recuerdo cuándo. El servicio no tiene pestillo y está muy sucio. Levanto la tapa con el pie. Al orinar acabo mojándome las piernas y la ropa. Antes de salir pienso en qué esas dos mujeres pensarán que he sido yo quien lo ensució todo.

abrigos

miércoles, 11 septiembre 2024. Alberto quiere que vea una sala de un museo. Las paredes parecen vidrieras muy antiguas, pero cuando me fijo es que están muy sucias. Le pregunto si ya habíamos estado en ese sitio. Dice que sí, en un concierto. De repente la sala se transforma en una tienda de ropa de segunda mano atiborrada de abrigos. Cuesta avanzar entre tanta ropa. Decido arrastrarme por el suelo. Me acuerdo de que dejé a la entrada una bolsa. Le digo a Alberto que me espere fuera, que no tardo nada. Decido ir por la calle para tardar menos. Corro entre los coches como una bala. Casi no piso el suelo. Cuanto los semáforos, calculando por donde iré sobre la tienda (se supone que está bajo tierra).

chiclanera

domingo, 8 septiembre 2024. Estamos en una frontera. Hay coches esperando varios controles al aire libre (como cuando vas a pagar gasolina). En uno no hay nadie (pienso que está cerrado porque no tiene luz). Alberto va hacia él y varios policías armados se nos echan encima. Volvemos a la cola. Una señora no sabe rellenar el impreso. La ayudo. Le digo que apunte de dónde viene, dónde va y la fecha. Escribe Chiclanera, 3/3 y debajo el año en tres partes 2-02-4. Intento corregirlo pero un agente no me deja. Alberto mete su impreso en un sobre. Conociéndolo, con lo poco que le gustan estas cosas, no creo que haya escrito nada bueno. Quiero irme de allí cuanto antes.
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Pablo está en la cama de mis padres. Vamos a visitarlo Pepe y yo. Nos cuenta cosas. Le recuerdo un vídeo juego que nos prestó, uno de los primeros que salieron. Mientras, le doy la mano. Dudo si decirle, te quiero, al despedirnos.

ducha

viernes, 6 septiembre 2024. Llegan mis sobrinos Darío y Abel. Me extraña que sean dos bebés y casi tengan la misma edad, pero me encanta verlos así. Cojo a Abel en brazos y no pesa absolutamente nada, como si estuviera hueco.
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En casa de mis padres alguien se dejó la puerta abierta y la gata se ha escapado. Está bajando las escaleras. La agarro del rabo y tiro de ella. El rabo estira y estira.
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Estoy sentada en una silla plegable de playa en una calle soleada de un pueblo. No hay gente ni coches. Les digo a unos niños que así da gusto vivir. Uno de los niños me dice que Alberto ya se ha ido. Corro al hotel (una casa baja encalada). Alberto está en la dduch, menos mal. Intento hacer la mochila a toda velocidad, pero mi ropa está en una cuba de la calle. Pienso que no me dará tiempo a guardarla toda, pienso hasta en dejarla allí. Debo elegir qué me llevo y qué dejo porque el tren sale ya.
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Estoy en casa de mis padres intentando arreglar una cajita de música. Mi tía M dice que es imposible, que no seré capaz, que pierdo el tiempo. Me sienta muy mal. Con un táper transparente y un poco de arena de la gata consigo que funcione. Suena "Para Elisa". Se la pongo delante a mi tía. Dice que no volverá a hablarme.

cúter

martes, 3 septiembre 2024. Estamos en la acera de la casa de Rosamari. En el portal hay una especie de bar (nosotros lo vemos desde el coche). Llega una chica que me da mala espina. Saca un cúter rojo (como el que salía en la serie "Larry David") e intenta atacarlos. Le digo a Alberto que vayamos a avisar a la policía. Llegamos a un apartamento muy desordenado. Isabel Preysler y sus hijas se preparan para una fiesta. Sacan vestidos sobre la cama. Quieren que me pruebe uno. Le digo que ha llegado una asesina y deberiamos escondernos. Dicen que quieren darle una oportunidad y que trabaje en casa de sirvienta.

volverás

lunes, 2 septiembre 2024. Estoy en casa de mis padres. Mi tía M está muy despeinada, le digo que no vaya a salir así a la calle. La noto rara. Tardo en darme cuenta de que se ha teñido el pelo de oscuro. Le quedaba mejor blanco, pero no le digo nada. Mi padre no está en su sillón, no sé cómo se ha levantado solo. Mi madre dice que está en la cocina. Lo encuentro revolviendo en un cajón de herramientas. Me alegra que te entretengas, le digo. Eso hago, responde. Aprovecho para ir al cuarto de baño a ducharme, está todo manga por hombro, no hay sitio para colocar mi ropa. La bañera está muy sucia. Busco una toalla pequeña para usarla como alfombrilla. Ya queda menos, me digo. Mientras, suena de fondo "Volverás" de Sergio y Estíbaliz.

cumpleaños y ducha

sábado, 31 agosto 2024. Es el cumpleaños de mi hermana. Dice que ha quedado con unas amigas en un bar. Solo hay una chica y tres chicos (no conozco a ninguno). Se la ve nerviosa, va de un lado a otro entre las mesas. Las mesas del parecen de colegio. Cuenta en voz muy alta que cumple 24 años y que aunque parezcan muchos todavía es muy joven. Le digo a la chica que con 23 yo ya estaba casada y llevando mi casa. De repente caigo en la cuenta de que cumple 54, pero no digo nada. Uno de los chicos tiene cara de extraterrestre, con los ojos enormes muy claros. Los otros dos no destacan por nada. Le pregunto a la chica si le gusta alguno. Dice que no está segura, que no saben cuál le gusta a cada una. Le pregunto a mi hermana. Dice que le gusta el de los ojos claros, pero que sabe que no tiene nada que hacer con él. Nunca se sabe, le digo. Me aburro muchísimo, me quedo en la puerta del bar a mirar la calle. Pienso que en realidad no tiene nada que hacer con ninguno.
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Habitación de hotel enorme y destartalada. Solo hay una cama metálica de matrimonio en un rincón. El colchón parece de lana, se hunde. La colcha va a juego con las cortinas que en otro tiempo fueron de damasco dorado y ahora son jirones. Las paredes están desconchadas, quedan restos de lo que pudieron ser frescos con escenas de dioses griegos. A un lado de la cama hay una ventana que da a una plaza con escalinata de mármol donde los turistas se hacen fotos. Mi padre está en la cama leyendo. Le pregunto a mi madre dónde está la ducha y me señala la barra de las cortinas. Me subo a la cama y antes de abrir el grifo, pregunto si hay que correr la cama para que no se moje. No hace falta, dice mi padre. Espero un poco para que salgan mkentras me ducho, pero no se mueven, siguen a lo suyo. Hago tiempo buscando champú o gel, pero solo encuentro pedazos pequeños de jabón. Elijo uno amarillo transparente que parece de glicerina. Sigo esperando a que salgan, carraspeo para que se den por aludidos. Nada.

meter primera

jueves, 29 agosto 2024. Vamos en coche a toda velocidad desde calle Beatas a calle Álamos. Llevo un traje de chaqueta verde oscuro con corbata a juego (se supone que vengo que un evento en el que tenía que ir así vestida). Al coche le pasa algo. Alberto dice que es mejor empujarlo para que arranque solo. Lo empuja por una calle en cuesta, estrecha y empinada. Sería mejor bajar en primera para usarla como freno, le digo. Le coche baja a toda velocidad, corremos tras él, lo perdemos de vista. Oigo un golpe. Alberto se para y se lleva las manos a la cabeza.

la hora de los superhéroes

lunes 26 agosto 2024. Entro en el dormitorio de mis padres, está todo muy revuelto, la cama sin hacer. Es la hora de los superhéroes, todos a dormir, digo y lanzó un muñeco que parece más un luchador de pressing catch que un superhéroe. Después me meto en la cama y Homer, el gato de mi cuñada, se tumba a mi lado.

rampas y blusa

domingo, 25 agosto 2024. Estoy con mí padre y otros familiares en lo que parece la sala de espera de un médico. Mi padre dice que quiere dibujar, me pongo muy contenta de que tenga ganas de hacer algo. Sobre la mesa hay cuatro carpetas enfrentadas como si fueran cuatro manteles individuales. Abro una, pero no hay cuaderno, en otra solo hay hojas ya usadas, en la tercera solo un bolígrafo. Por fin, en la cuarta, hay cuaderno sin usar y bolígrafo, pero mi padre prefiere un lápiz. Busco uno. En el momento que va a ponerse a dibujar dice que tiene sueño y quiere irse a casa. Alberto lo levanta y se lo lleva. Todos se van. La sala ha quedado desordenada, se han olvidado las chaquetas y las bolsas. Coloco las sillas en su sitio y las cuatro carpetas como estaban. Me llama mi tía M, me pregunta cómo va la cosa, le digo que se han marchado y que estoy recogiéndolo todo, que llevo cinco bolsas que pesan mucho, que la casa es un laberinto y no encuentro la salida. Hablo con ella mientras voy por la casa abriendo puertas y recorriendo pasillos. En una de las habitaciones hay una anciana durmiendo. En otra, unos ancianos cocinan mientras canturrean. Cuando por fin voy a salir, al abrir la puerta, suena el timbre (que está por dentro y lleva una cruz roja pintada). Varios ancianos se me acercan a ver qué pasa. Nos despedimos. El descansillo es enorme y enmoquetado, no veo el ascensor por ninguna parte, hay rampas y escaleras (casi ruedo por una), se me caen las bolsas, una toalla fucsia (que tuve hace años para ir a la playa enrollada) cae rampa abajo. Ahí se queda. Cuando por fin llegó a la calle no sé dónde estoy. Sobre otra rampa de cemento se ve una autovía, los coches pasan en blanco y negro (parecen coches del siglo XIX). Miro a mi alrededor, estoy en un polígono, hay obreros charlando en las aceras, no sé cómo llegar al hotel donde se supone que estamos alojados. Sacó un móvil del bolso pero no es mi móvil, es un móvil cuadrado pequeño donde aparece la cara de Puigdemont. Lo guardo rápidamente antes de que nadie lo vea, porque pienso que me puede traer problemas.
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Estoy en lo que parece el hall de un cineclub situado en los bajos de un edificio. La luz es muy pobre, deprime. Miro la cartelera, ponen seis películas. No me suena ninguna. Oigo  decir a alguien que solo se accede con invitación y solo queda una en el mostrador. Varias personas corren a por ella. Voy a coger un programa pero no quedan, en su lugar alguien ha dejado una blusa de tirantes de vichy en rojo y blanco. Decido llevármela, pienso que me vendrá muy bien para dormir fresquita.

terrario

jueves, 22 agosto 2024. El mueble de las medicinas de la casa de mis padres tiene la puerta de cristal. Me pregunto cuándo la habrán cambiado. Dentro hay un terrario. Me acerco y veo unos huevos con manchas que parecen de codorniz. Temo que sean de serpiente y, cuando eclosionen, ataquen a la gata de mi hermana.

dentadura

miércoles, 21 agosto 2024. Estoy en casa de mi abuela, entró en el comedor, está a oscuras. Me siento en el sofá. Me sorprende ver que a mi lado está Larry David. Oigo ruidos en la puerta, entran dos hombres. Le digo a Larry David que nos escondamos, pero no nos da tiempo. De repente estamos en una especie de hangar enorme (se supone que nos han secuestrado). Hay mucha gente que hace colas para entregar sus abrigos. No parecen asustados. Cuando llega mi turno me dicen que saque lo que lleven los bolsillos. Sacó una dentadura postiza que no sé de dónde ha salido. Se ríen de mí. Intento esconder el móvil para poder pedir ayuda. Intento llamar, pero el móvil no funciona. En uno de los rincones hay un sofá semicircular pegado a la pared con una mesa delante, como en las cafeterías americanas. Se van arremolinando algunas personas, se sientan y hablan como si lo que está pasando fuera de lo más normal. Intentó sentarme y ser una más entre la gente. Los miro. La imagen me recuerda a cuando le das vuelta a un puré de patatas y se queda pegado a las paredes de la olla.

ropavieja

martes, 20 agosto 2024. Voy por la calle. Llevo un top rojo sin tirantes y una falda corta. Me miro y me veo muy delgada, ni siquiera tengo pecho. La acera es muy estrecha y está llena de señoras mayores que caminan muy despacio. Al verme se apartan hacia la pared para que pase. Llego a casa de mi prima Elisa (no se parece a su casa). Mi sobrina Nadia está en la cama y tiene el teléfono en la mano. Del teléfono sale la voz de mi tía M. Cojo el teléfono y le digo que ya he llegado. Se enfada porque he llegado muy pronto. Solo diez minutos antes, le digo. Me cuelga. Sobre la cama hay un montón de ropa, me pongo a doblarla, hago varios montones (camisetas, pantalones...). Voy a la cocina (ya no estoy en casa de mi prima, estoy en casa de Francis) tengo que preparar comida para mucha gente y solo tengo una bola de carne desmenuzada sobre un papel. Cuanto más la amaso mas pequeña se hace. Decido hacer ropavieja para que cunda más. La cocina está desordenada, llena de cacharros sucios, busco una olla pero no encuentro nada. Francis está en la despensa buscando algo y no quiero molestarlo.
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Mi prima Cristina dice que me trajo de Londres un neceser que pone London. Dice que no sabe si me gustará. Me encantas los neceseres, le digo entusiasmada. Alguien dice que Torre Eiffel se pronuncia de la misma manera en inglés que en francés. No corrijo. Les digo que los ingleses, cuando se refieren a la Torre de Londres, pronuncian el the, de the tower, como di, no como de. Alberto me mira con escepticismo.

hojas secas

lunes, 19 agosto 2024. Estoy en lo que parece una terraza de un bar pero no hay bar, solo son unas mesas en la acera junto a un árbol. El árbol deja caer todo el tiempo hojas secas, la acera está cubierta de hojas amarillas. No sé que hago allí no hablo con nadie. De repente estoy en casa de mis padres, cojo dos o tres cosas, las meto en un neceser y subo al piso de arriba (donde vivía Enmita). Al entrar me abre Zayas. Le digo que no me acordaba que estaba allí, que había subido a echarle un ojo a la casa. Por hablar de algo, le cuento que en las aceras ya hay hojas secas.
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Estoy en un despacho con tres personas que no conozco. Una chica dice algo sobre unas sandalias y le cuento que me hice unas con una base de madera y dos tiras elásticas cruzadas. Por sus caras, veo que no me creen. El chico me pregunta si también hago maquetas de trenes (señalando una que tiene justo al lado).

antebrazo

viernes, 2 agosto 2024. Voy en autobús. La chica que hay a mi lado le cuenta a su novio los dolores que tiene, que no entiende por qué le duele aquí (señala el antebrazo) donde no hay siquiera articulación. Dice que los médicos no saben lo que tiene. Dudo si decirle algo. En un momento que calla, mira al suelo y parece abatida, le digo que seguramente padezca fibromialgia, que yo tenía (y tengo) esos mismos dolores. Ya lo sospechaba, dice ella sin dejar de mirar al suelo.

estolas de piel

jueves, 1 agosto 2024. Por el público (parejas mayores muy arregladas) parece la terraza de un bar de hotel. Un tipo, vestido elegantemente de camarero, está sentado en un taburete sobre una tarima. Cuando entras debes recoger una tarjeta donde aparecen las tapas, y una casilla para poner una cruz al lado de lo que quieras tomar. Alberto pasa de largo y busca una mesa. Me fijo en que nadie ha cogido tarjetas. Le pido al camarero tarjetas para todos y las reparto entre las mesas. El tipo pone los ojos en blanco y me mira con gesto cómplice de "no se enteran de nada". De repente estamos en una sala de cine, llena hasta los topes. Las luces están encendidas a pesar de que la película esté proyectándose. De repente se abre una puerta lateral que hay justo al lado de mi asiento, y salen un montón de personas mayores muy arregladas (parecidas a las de la terraza de antes). Algunas señoras llevan estolas de piel. Varios acomodadores hacen gestos para que salgamos, mueven los brazos, nos echan como si fuésemos ganado. Protesto. Nuestra película no había terminado y quiero saber cómo termina, les grito.

rabos de lagartija

martes, 30 julio 2024. Estoy en casa de mi abuela, tengo que tender la colada en el patio. La colada son cuatro lagartijas vivas. Pienso que si las tiendo del rabo, se desprenderán los cuerpos. Mientras pienso en qué hacer con ellas una se me escapa.
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Estoy con un grupo de personas en una habitación pequeña, sentados sobre cojines pegados a la pared. No sé de qué hablamos. Yo solo me fijo en que dos de las chicas se parecen a dos actrices (no recuerdo cuáles). En el momento de despedirnos, el organizador de la reunión dice: Y esas dos chicas del fondo, se parecen a fulanita y menganita. Yo grito: ¡Por fin!

un gran tipo

lunes, 29 julio 2024. Llegamos a la explanada de la iglesia de la Victoria donde su supone que Alberto ha dejado el coche. Está en obras y está prohibido circular. Alberto conduce muy despacio y yo lo sigo andando. El coche derrapa por montículos de tierra. No hay salida. Alberto sale, lo empuja y lo deja caer a una hondonada llena de agua. Después se lanza al agua para entrar en el coche y sacarlo conduciendo. Me quedo mirando, no sé si será capaz de salir.
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Tengo que tomar un autobús para Marbella. Hay una acera con muchas paradas. Pienso que será la más concurrida. Le pregunto a un niño. Responde que no en inglés. Un señor mayor, dueño de una pastelería, me dice que él me sacará el billete. Su hija me ofrece una torrija flotando en un plato de miel. Como tanta miel me da asco, se la paso a un camarero como si no hubiera entendido que era para mí. Vemos llegar el autobús y me dicen que me dé prisa, que salga por la ventana. paso por encima de pasteles y mesas cubiertas de harina. Todos dicen que me echarán de menos, a mí y a Javi. El señor mayor me acompaña a la parada, dice que al principio creía que Javi y yo no nos llevábamos bien, pero que se dio cuenta de que siempre estábamos de broma. Le cuento que nos conocemos desde el instituto. Es un gran tipo, decimos casi a la vez. Lo veo tan triste por mi partida que le digo que le enviaré un libro de poemas. Mis poemas no riman, aclaro. Él tuerce el gesto y se ríe.
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Estoy en casa de mi abuela. Hace tanto viento que los cuadros se han descolgado. Hay cuadros que no he visto nunca y me extraña. abro la puerta y miro el jardín que me parece desolado. Temo que el trompetero se caiga o uno de los plátanos aplaste el muro o incluso algún coche aparcado. Todo está gris, da pena, pero me gusta mirarlo porque siento mucha paz. Suena el teléfono. descuelgo desde el comedor. Mi abuela ha descolgado desde el cuarto de estar y las dos decimos Diga a la vez. Mi tía M nos cuenta que han dicho en la radio que se ha perdido un bebé, que se lo ha llevado el viento, que los padres del bebé no tienen más de trece años y que mi madre ha llamado a la radio para ayudar. No quiero seguir escuchando esa historia, cuelgo y vuelvo a la puerta a mirar el jardín.

anillo de caramelo

domingo, 28 julio 2024. Esperamos para entrar a un concierto de Sr. Chinarro. Alberto se aleja de la puerta, dice que le aburre esperar con el resto del público. Una organizadora nos dice que los fans están invitados (se supone que somos los que llevamos un rato en la entrada). Busco a Alberto, pero no doy con él. Nos hacen entrar por una puerta lateral y nos sientan en las dos primeras filas. Intento llamar a Alberto, pero el móvil no funciona. Intento enviarle un sms. Pongo mi mochila en el asiento de la izquierda por si Alberto aparece, pero pienso que no lo dejarán entrar a las filas de los fans. Saco de la mochila el anillo amarillo que me compré en Vigo hace años. Me lo pongo como si eso me fuera a dar suerte. El chico que está sentado a mi derecha se ríe, dice que parece de caramelo. Lo chupo como si eso me fuera a dar suerte e hiciera que Alberto apareciera.
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Parece que acabamos de mudarnos a una especie de loft. Todo está manga por hombro, sobre todo la parte de la cocina. Nada está en su sitio. Intento mover el frigorífico, pegarlo a la pared. Cualquier cosa que hago me cuesta muchísimo, me canso moviendo un simple cubierto.

clavo

sábado, 27 julio 2024. Le enseño a Alberto una serpiente enorme que llevo en la mano. Está muy quieta, parece de juguete. Es blanca con aros rojos y negros. Los ojos y la boca son rojos, parece que un niño se los haya pintado con rotulador. Resulta ridícula y nada peligrosa. Parece que a Dios no le caía muy bien la serpiente, le digo a Alberto. No sé si soltarla, temo que se esconda debajo de algún 
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Estoy en una habitación vacía. En un rincón, a unos centímetros por encima del rodapié, hay un clavo. Al pintar lasparedes también lo han pintado de blanco. Me acuerdo del candado que dejó Javi en Peritos. Ese es mi sitio, pienso, junto a ese clavo, ahí puedo poner unos muebles pequeños, vivir ahí, sin molestar a nadie. Sólo quiero llorar, pero no quiero preocupar a nadie. Pienso en el erizo César, en que podría vivir ahí conmigo. También me acuerdo de aquella película Tiny furniture, y que nunca supe por qué se llamaba así.

casitas de lata

jueves, 25 julio 2025. Voy por la calle del brazo de un chico gay muy joven. Detrás de nosotros una chica con un anciano. La chica le va contando al anciano una historia. Cada vez que dice "entonces el gay..." nos paramos para escuchar y nos reímos. Así todo el camino hasta que llegamos a la orilla del mar. El agua está muy limpia, se transparentan las piedras. El mar bate contra un muro blanco. Aprovechamos cuando se retira para avanzar sin mojarnos los pies. Por sin llegamos a la playa que hay delante de un chiringuito-hotel. Hay una tienda donde venden llaveros, broches y anillos hechos con piedras de la playa. Les digo que si cogemos algunas piedras podremos hacerlos nosotros mismos. Veo cajitas de lata amarillas y rojas Desde lejos parecen Cubitos Maggi, pero de cerca son la casita de Heidi y dentro llevan figuritas (Heidi, las cabras, el abuelo). A la chica que contaba historias también le encantan y la animo a comprar una. Qué pena no tener siete años, le digo a la chica.

el hombre de la peluca

miércoles, 24 julio 2024. Parece la sala de espera de un médico, pero son los bajos de un edificio. Hay gente amontonada delante de la puerta como si temieran que alguien se fuera a colar. Un grupo de pacientes me dicen que entre primero, casi me empujan a la consulta (no sé qué hago allí). La consulta es una habitación decorada para niños. Hay dos camas, cada una pegada a una pared. En una hay un señor mayor con gafas negras redondas y peluca oscura despeinada que le hace parecer un payaso (sospecho que las gafas también son de broma). Hay crucigramas. El médico un chico joven muy guapo con aspecto de actor americano de los años 50, pregunta qué me pasa. No sé qué decirle. Por algo estará aquí, interviene el señor de la peluca. Aprovecho para decirle que estaría mejor sin ella, que le queda ridícula y que se lo digo por su bien. El hombre sale de la cama e intenta ponérmela. Me da asco, le doy las gracias y me niego. Vuelve a su cama y sus crucigramas. El médico me mira las piernas. Yo, instintivamente, también. Tengo las venas enormes. Dice que me tumbe. Me doy cuenta de que solo llevo una camiseta. Las observa con detenimiento. Le digo que suelen dolerme mucho y cada noche tengo calambres. Más que calambres, se mueven solas, aclaro. Me las cubre con la sábana y dice que espere. Pasa el tiempo y allí sigo. Pienso que Alberto estará fuera esperándome y todavía tengo que ir al supermercado y hacer la comida. ¿Cuánto debo esperar?, pregunto. El médico no responde, hace cosas (que no sirven para nada) por la habitación, como cambiar juguetes de lugar, o rascar algo con la uña en la pared. El hombre de la peluca sigue a lo suyo. Decido irme. El médico me pregunta si estoy sufriendo alguna situación de estrés. Primero cuidó de su suegra y ahora cuida de sus padres y tías, dice el de la peluca. Le digo que lo de mi suegra no fue nada y fue hace mucho, y que estar con mis padres y tías no es para tanto, que invento cosas, que ya le enviaré las portadas del Hola que les hago. Es otra cosa, le digo y me voy. Antes de salir me vuelvo para decirle al hombre de los crucigramas que la peluca le queda muy bien. Por fin volvemos a casa. Por el camino nos encontramos a mi sobrino Diego, sentado en la acera, recortando u ordenando papeles en una caja de zapatos. Le pregunto qué tal el examen (se supone que tenía que hacer la selectividad y solo estudió unas horas antes). Dice que sacó un 8,5. Alberto se pone muy contento. Le pregunto si hizo trampas. Dice que sí. Alguien lo llama. Tengo que volver, se ha escapado el gato. Le digo que estaba en el alféizar de la ventana y lo metí en casa antes de salir. No me hace caso y entra en un local abandonado para buscarlo. Bajamos por una escala de madera sucia. En el sótano hay cajas polvorientas y juguetes viejos. Quiero salir de allí. Agarro a mi sobrino por el cuello de la camiseta para subir la escala, pero se ha convertido en un recortable y se le rompe la cabeza. Salgo como puedo, le pongo fixo a la cabeza y se la doy a Alberto. Llegamos a casa de sus padre. Su madre ha preparado la comida. Le digo que no podemos quedarnos, que tenemos que ir al supermercado y todavía tengo que preparar la comida de mis padres.

segunda oportunidad

martes, 23 julio 2024. Todo sucede como si fuera una película y yo estuviera dentro de ella, pero solo de espectadora. Una chica vuelve a su casa, al principio viste muy mal (se le transparenta la ropa interior, no se peina ni maquilla, etc). Una tarde decide arreglarse. Su amiga se queda asombrada de lo guapa que está. Lleva un vestido plateado y le pregunta algo en el inglés al camarero que hay detrás de la barra. Este, alucinando con su belleza, deja caer un vaso que estaba secando. La chica tiene la voz muy grave. A pesar de ahora todo el mundo la admire se la ve totalmente infeliz. Me alejo de escena y llego a casa. Alguien me enseña una libreta con pasatiempos. Me fijo en que era una libreta que usaba hace años como agenda, donde apuntaba cada cosa que hacía con una inicial roja. Me fijo en que todo está como cuando era pequeña. Me miro las manos y el cuerpo y, efectivamente, tendré no más de diez años. Pienso que tengo la oportunidad de rehacer mi vida. Podría matricularme en Biología, como quería mi padre, en vez de en Económicas pero, ¿seré capaz de retener tantos nombres en latín? También pienso que en vez de no parar en casa cuando Alberto salía con otra, yo podría encerrarme en mi cuarto a estudiar. Pero entonces no conocería a Jurdi, ni a Elías y Henry, ni a nadie, y quizá nunca hubiera escrito poemas. Pienso en qué prefiero. Voy a ducharme (donde mejor pienso), pero la bañera está llena de agua sucia. Me da igual, me meto de todos modos. (Quizá haya influido que anoche vi el documental El método Farrer).

tres hermanos

sábado, 20 julio 2024. Alberto y yo llegamos a unas canchas de deporte. Se supone que es la entrada a unas instalaciones que vamos a visitar. A la entrada hay unas mesa largas con manteles de papel. Tres chicos, muy parecidos a Pacho, comen, cada uno a lo suyo, separados por varios metros (pienso que son sus hermanos). La visita comienza y yo me quedo rezagada mirando algo. Mientras el grupo continúa la visita yo limpio unas letrinas con un bastoncillo para limpiar los oídos.

calva

viernes,  19 julio 2024. Se me cae el pelo. Mi madre dice que me lo cepille bien y volverá a crecer, pero el cepillo arrastra todavía más pelo hasta dejarme calva.

cazuela de fideos

jueves, 18 julio 2024. Estoy en una casa de campo encalada y destartalada. La dueña (una jipi parecida a Eva de "Verano azul") está recogiendo sus cosas para marcharse. Yo también recojo las mías. Oigo ruido fuera. Alberto esta en el coche con Emilio y Salvatore. Les hago una seña para que me espere, pero arranca y se van. Corro detrás del coche, levanto los brazos, nada. Al entrar de nuevo en la casa ya no hay siquiera muebles. Al fondo veo a un chico en el suelo leyendo dentro de su saco de dormir. Su cara y voz cambia. A ratos es Nacho, a ratos Juano. Pienso que quizá me pueda quedar con él hasta que pueda volver a casa. Lee en alto, parece un poco ido. Veo por la ventana que vuelven en el coche (es un coche blanco que no conozco). Le digo desde la puerta que cómo se les ocurre no esperarme. Alberto baja la ventanilla y me dice nuestra sobrina está embarazada. Arranca de nuevo y se van.
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Estoy en la cocina de la casa de mis padres preparando la comida. El gato se sube a la encimera, intenta tirar la olla, le digo que va a quemarse las patas. Sigue hasta que se quema y sale bufando. Entra mi madre, pregunta qué vamos a comer, que le apetece cazuela de fideos. Miro la olla y es cazuela de fideos. Le digo que está de suerte. Dice que vendrá toda la familia, incluidos los sobrinos, que seremos mínimo quince personas. Dicho esto se pone a echar fideos a la comida que ya estaba casi hecha. Queda una masa incomible, pero no le digo nada. Intento arreglarlo como puedo sacando fideos a otra olla. El gato vuelve. Mi hermana dice que como es nochevieja ella se va, que no olvide ponerme los guantes y la bufanda. Miro el calendario que hay en la pared. Es mayo, pero no le digo nada.

gato ladrón

domingo, 14 julio 2024. Alberto lee el periódico en el hall de un hotel mientras yo atiendo a una chica que nos dice que es nuestra responsable, pero no va a poder hacerse cargo de nosotros. ¿No puedes dormir en el hueco?, le pregunto en broma refiriéndome a si no puede dormir entre los dos. A la chica le hace mucha gracia y se ríe a carcajadas, dice que es una lástima que no estemos en el Siete Mares (se supone que es un hotel que hay al lado). Le respondo que elegimos este porque ya estuvimos una vez y queríamos estar en el mismo. Alberto me dice al oído que en el que estuvimos fue en el Siete Mares, si no me acuerdo de las piscinas redondas. Le digo que no me acuerdo (lo que sí recuerdo es haber soñado con un hotel así). De repente estamos en casa, hemos vuelto a por algo, me doy cuenta de que llevo un pantalón de pana negro muy viejo con lamparones y manchas de lejía, y unas botas tipo australianas a pesar de que es verano. Le digo a Alberto si no se había fijado en lo mal que voy. Al entrar en el dormitorio todo está desordenado, la cama revuelta llena de ropa, de latitas con monedas, incluso hay perlas de onagra sueltas. Los cajones están abiertos, el teléfono descolgado en el suelo. Le digo Alberto que creo que alguien ha entrado a robar y que todavía está en la casa. Él se fija por primera vez en el desorden,  pero no parece afectarle. Le digo alzando la voz (para que el supuesto ladrón lo oiga) que saque la pistola (que no existe). De repente aparece el gato de mi hermana. Pienso que quizá haya sido él quien lo ha revuelto todo. Le digo a Alberto que tenemos que poner una cámara para saber qué hace mientras no estamos. Busco ropa de verano para cambiarme, pero toda la ropa del armario no es mía. Intento ponerme cualquier cosa, pero no hay una prenda que casé con otra porque todo es marrón, azul oscuro o negro. Alberto dice que me va a gustar el sitio donde vamos a ir a cenar. Intento quitarme una blusa muy fea que me he probado y me quedo atrapada dentro. Le pido a Alberto que me ayude, pero está buscando algo en sus estanterías. Me doblo y agacho para ver si sale sola, pero se enreda cada vez más.  No puedo respirar. (Me despierto llorando).

regalo

sábado, 13 julio 2024. Estoy en un apartamento con Federico y Virginia. Es la hora de dormir y nos damos las buenas noches. Antes de irnos cada uno a su cuarto, Federico abre el maletero de un coche y me da lo que parece una foto o un dibujo enmarcado envuelto en papel de seda rojo. Por más que intento abrirlo no puedo. Así que todos se van a dormir y allí quedo yo con mi regalo.

pantalones

jueves, 12 julio 2024. Entro en el cuarto de mi hermana para cambiarme de ropa. La encuentro llorando, dice que el chico que le gusta no le ha escrito. Le digo que estará ocupado, que le escriba ella y le mande la foto que se hizo vestida de futbolista. En ese momento llega mi padre, quiere que le cambie los pantalones. Cuando se los estoy subiendo me meto también en ellos, pero no consigo subirlos del todo y quedo atrapada en una postura muy incómoda, con las rodillas clavadas en su cintura, como si me llevara a caballito. Llamo a mi madre para que nos ayude. Tarda en venir, no sé cuánto tiempo podrá aguantar mi padre conmigo a las espaldas.

el chico de las muletas y las chicas furry

miércoles, 10 julio 2024. Estoy en la terraza de un bar (en realidad no es más que una calle estrecha con mesas muy apiñadas). A mi alrededor todos parecen extranjeros. Un chico muy joven se sienta en mi mesa y me cuenta cosas (no recuerdo de qué habla). Todo el bar lo atiende porque lo que dice parece ser interesantísimo. Le digo que quizá no entiendan nada porque son extranjeros, que si quiere lo voy traduciendo. En ocasiones habla de alguien que se llama Bono. Le digo que si es su apellido quizá seamos familia. No dice nada. Le pregunto si es un mote como el del cantante de U2. Se levanta y se va. Me fijo en que lleva muletas, tiene una pierna arqueada y más corta. De espaldas está extremadamente delgado. De repente me da mucha pena y lo sigo. Aparece David con dos chicas muy modernas, maquilladas estilo años 80, con gafas de sol enormes a juego con abrigos tipo furry (una en fucsia y otra en naranja). Parece que hayan viajado en el tiempo. Quieren ir a un bar. Miro la hora, las 21.30 (aunque el reloj que llevo en la muñeca es en realidad el envoltorio arrugado de una chocolatina). Pienso que tengo que avisar a Alberto, decirle que estoy bien pero llegaré un poco tarde. Les digo que no vayamos muy lejos, que conozco un par de bares allí mismo (en el callejón trasero a la plaza de la Merced). Los bares han cambiado, tienen distintos nombres y son luminosos, no son los antros con los que yo esperaba sorprenderlos. David dice que conoce uno tropical. Es enorme y colorido, tiene un jardín al fondo. Hay chicas preciosas bailando en bikini y tipos con traje y corbata mirándolas embobados. Las chicas furry levantan los brazos y bailan. El chico de las muletas, que antes parecía tan seguro, se siente avergonzado. Señalo al chico con la mirada y le hago un gesto a David de, mejor nos vamos.
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Llego a casa. No hay nadie. Llamo a mi sobrino, lo consuelo (no sé de qué). Mientras hablo, voy recorriendo la casa a oscuras. Él asiente a todo lo que le digo. Al cabo de un buen rato oigo el ascensor. Ya llegan, no estés mal, le digo. Vale, dice él y colgamos.

escalera amarilla

martes, 9 julio 2024. Hay que poner el despertador en hora, pero es tan antiguo que hay que presionar con fuerza los botones. Cuando voy a hacerlo, porque sé un truco, Alberto dice que no tengo ni idea y que hay que sacarle la escalera.  No sé de qué me habla. Me lo quita de las manos, lo abre, saltan un montón de piezas, entre ellas una tira dentada amarilla de plástico. Supongo que eso es la escalera.
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Es el cumpleaños de mi madre. Nos hemos reunido en una casa con jardín toda la famia (y personas que no conozco). Supongo que la han alquilado para el evento. La casa es enorme, pero estamos todos apiñados en una habitacion, donde una mesa de comedor enorme ocupa casi todo el espacio. Empiezan a repartirse las habitaciones. Solo quedo yo. Tú duermes en casa de Elisa y Andrés, dice alguien. Miro por la ventana, es noche cerrada. La casa de Elisa se supone que está en lo alto de un monte y tengo que ir sola andando por un camino de tierra. Para colmo, veo que alguien le da a mi madre el regalo que le compré como si fuera suyo.

fin de partida 2.0

lunes, 8 julio 2024. Mis padres están en casa, cada uno en una butaca (la escena me recuerda a Fin de partida). Hablan sin parar, preguntan. La casa está muy desordenada, llena de muebles que no sé de dónde han salido. Mi hermana dice que se va. Mis padres preguntan todavía más, qué dónde va, que a qué hora vuelve, que con quién sale... Hay una tableta sobre la mesa, intento escribir a Alberto para contarle lo que está pasando y que no he tenido tiempo ni de hacer la cena. En la tableta solo aparecen fotos de mi prima y su hijo, excursiones, fiestas de cumpleaños. Tardo en darme cuenta de que no es la mía. No sé cómo parar las fotos que se suceden cada vez más deprisa. Veo a mi madre que se ha levantado e intenta meter los dedos en un enchufe. Mamá, es una mancha en la pared, no la toques, le digo. Solo quiero encender la luz, dice. La habitación está a oscuras de repente. Cuando por fin consigo enviar un mail a Alberto contándole el caos que tengo en casa, me vuelvo y la habitación está vacía.

mochuelo

viernes, 5 julio 2025. Entro en el cuarto de baño de la que fue la casa de mi abuela. Sobre el lavabo hay un mochuelo de colores. No estoy segura de si es así o alguien lo ha pintado. Parece una bola. Me mira con pena. Le abro la ventana para que se vaya. Da unos pasos atrás. Mojo una toalla y le limpio el plumaje. Queda de colores marrones preciosos. El mochuelo va a un cesto que hay en un rincón y él mismo se tapa con una toalla. Lo arropo como si fuera un bebé. Se duerme. Lo miro mientras respira profundamente.
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Al entrar en el dormitorio de mi hermana me fijo en el que no tiene techo, se ven vigas desnudas. Temo que caigan cascotes mientras duerme. Puedes llevarte tus muebles, ya no los necesito, me dice. Miro a mi alrededor pero solo hay escombros. Reconozco mi buró, pero está polvoriento y roto porque el techo le cayó encima.

media manzana

jueves, 4 julio 2024. Estoy con un grupo y necesito ir al baño. Me acerco al despacho de Alberto (no se parece al real) y entro en el servicio. El servicio no tiene puerta. Entra la chica de la limpieza, me ve, se excusa. Le digo que no tiene que disculparte, que he sido yo la que ha entrado donde no debía. Al salir, alguien me dice que Alberto se ha marchado porque tenía prisa. Siento una tristeza inmensa. Iván comienza a presentarme a autores que me saludan cariñosamente, todos dicen que tenían muchas ganas de conocerme porque les gustó mucho mi libro. Todo me da igual, solo pienso en que Alberto se ha ido. Nos sentamos en la terraza de una bar. Nos ponen una tapa de ensalada malagueña. Oigo la voz de Francis a mis espaldas, le dice a la chica que él pidió ensalada de lechuga. La chica le dice que no se preocupe, que por la equivocación le regalará a cambio una manzana. Me vuelo, Alberto está tomando algo con Francis, pero actúan como si no me conocieran. Mientras, Iván sigue hablándome de autores pero no le presto atención. Veo pasar a Cristina, habla con seguridad con otra chica, está muy delgada y me gustan sus vaqueros (los comparo con los míos). Pienso que debo cambiar de forma de vestir y actuar. Me vuelvo y le pregunto a Alberto qué haremos hoy, si quedarnos en Fuengirola o volver a Málaga. Sin decir nada me escribe a boli en el muslo (que de repente está desnudo): C A O T P M (que significa Comer Aquí O Tirar Para Málaga).