enfermos

lunes, 9 febrero 2009. Alguien me guía, como si estuviera ciega, a la cima de una colina. De allí sale una rampa con escalones anchos de piedra. A los lados, según voy bajando, veo asientos de avión ocupados por enfermos. En uno de los asientos veo recostada a mi prima Elisa, tapada hasta arriba con varias mantas. Enfermeras-azafatas reparten bandejas de comida. Qué bien que hayas venido, ahora puedes ocupar mi lugar y comerte mi cena, dice. No deseo en absoluto quedarme allí, pero lo hago porque pienso que donde ella debe estar es con su hijo. Al abrir la tapa de la bandeja, un plato de espaguetis rebosa manchándome las manos y las mantas.