examen

jueves, 12 febrero 2009. Tengo un examen, no sé a qué hora pero sé que llego tarde. Mi madre aparece con un libro de poemas para que se lo dedique a la nieta de la vecina. Le digo que no tengo tiempo. Insiste, me da un bolígrafo, el libro está mojado y es imposible escribir en él, además ya está dedicado por varias personas y no queda espacio para escribir nada. Salgo de casa y subo al vuelo en un coche de caballos. Cuando el conductor se vuelve resulta ser Manolo García, el de El último de la fila. Me pregunta si he estudiado. Le digo que no. Me fijo ahora en que todo a mi alrededor es demasiado blanco, una luz irreal en un paisaje irreal, vacío. Me bajo y huyo. Al doblar la esquina todo es normal, una calle con tráfico. Paro un taxi. No sé dónde ir, mientras lo pienso voy contando las monedas que tengo. Son monedas plateadas de aluminio, no pesan anda y no sé de qué país serán. Le digo al taxista que pare cerca de un cajero porque no tengo dinero para pagarle. El taxista está ahora sentado en el asiento de atrás, dice que puedo pagarle con tarjeta. La única tarjeta que llevo es de plástico blando y no creo que sea de ningún banco.