lunes, 3 junio 2024. He llegado con mis padres a un pueblo. Entramos en un portal a cambiarnos de ropa. Llega Juan con una especie de mando a distancia que emite una luz roja. Dice que es lo último en tecnología, que hace que nos veamos a nosotros mismos y todo lo que nos rodea, que revolucionará el mundo. Lo enfoca hacia la frente de mi padre. Mi padre abre mucho los ojos y dice entusiasmado que ahora lo comprende todo, que lo ha visto todo (pienso que al fin será feliz, podrá dormir y dejará de hacerse preguntas sin respuesta). Después enfoca la frente de mi madre. Mi madre se encoge de hombros (no me queda claro si ya lo sabía todo o no ha sentido nada especial). Cuando llega mi turno, noto únicamente un poco de calor en la frente. Pienso si esa luz hará que me salgan más pecas. Por no hacerle un desprecio a Juan (y no quitarle la ilusión a mi padre), le digo que está muy bien, que es un invento increíble y que lo patente cuanto antes.
+
Me asomo a la cristalera de la que se supone es mi casa (no se parece en nada). Para correr las cortinas tengo que mover una bolsa enorme de reciclaje. Dentro hay botellas, plásticos y papeles, todo mezclado. Se supone que tengo clase. Miro el asfalto desde arriba, parece que ha llovido. Pienso si llamar a Javi para decirle que nos veamos un poco antes de entrar, para charlar junto a la escalera que lleva al colegio, donde se ponen los que fuman. Mientras pienso en si llamarlo o no me acuerdo de Daniel. Pienso en cómo sería mi vida con él, si él mezclaría botellas, plásticos y papeles en una misma bolsa. Sé que tengo que irme ya o llegaré tarde a clase, pero la bolsa es muy blanca, me parece preciosa y no puedo dejar de mirarla.