tarta helada

sábado, 15 junio 2024. Estamos de visita en casa de unos vecinos. Nos reciben en la cocina. La casa parece la de Nuria (una compañera del colegio) porque desde la ventana puedo ver le chalecito que veía cuando de niña nos subíamos al balancín que había hecho su padre en el semisótano abierto. Se supone que el chalecito que veo vive mi abuela. No conozco a esos vecinos ni sé qué hacemos allí. Son dos hombres de campo bastante rústicos (uno se parece a uno de los actores de la serie "El pueblo"). De repente la cocina es la cocina de mi casa, miro el reloj, es muy tarde y debo irme. Hago café, caliento leche para dejarlo todo listo antes de irme. El café y la leche se derraman y no sé con qué secarlos. Digo que debo irme. Uno de ellos se interpone con los brazos abiertos. Le digo que es el cumpleaños de mi padre y no puedo faltar. ¿Ochenta y siete? Noventa y siete, respondo. Entonces puedes irte, llévate estas cajas de dulces, ice. Yo llevo una caja con una tarta helada que empieza a derretirse. Ya llevo tarta, le digo y se la enseño. Él insiste, es muy pesado. Miro la tarta y está cortada en cuatro pedazos. No parece una tarta. Empiezo a enfadarme. El hombre me pregunta dónde está mi hermana y dónde viven mis primas. Les digo que viven con mi abuela, ahí mismo, le señalo. Mientras mira por la ventana me escabullo. Aparece mi tía P (que murió hace más de quince años) y me dice que dé recuerdos de su parte, y que coma más que estoy demasiado delgada.