pésame

domingo, 16 junio 2024. El sueño transcurre a ratos como la vida y otras como un musical (pero sin música, solo con coreografía). Salimos de casa (que no es nuestra casa) por calle Mundo nuevo. Yo bajo la cuesta con un carrito de la compra y Alberto va unos pasos atrás charlando con dos chicas muy altas. En el cine Andalucía (ya no existe) hay un festival. Supongo que Alberto querrá ver algún documental y lo espero apoyada en la pared. Me siento tremendamente cansada y triste. Un señor (que se parece a Maldonado) se pone delante de mí. Lleva una sahariana celeste mal planchada. Pienso si Alberto quería una para el verano porque parece muy fresquita. Un chico coloca trípticos del festival en un mostrador, se acerca y me dice al oído: Pésame. Me sobresalto. Entiende por mi gesto que he entendido Bésame. Se ríe. Nunca hay motivo para estar tan triste, siempre hay algo por o que estar bien, eso es lo que significa Pésame en mi idioma, dice. Me fijo en él, es Gael García Bernal. Alberto llega con las chicas. Gael y él hablan de política. ¿Qué han dicho?, pregunta una de las chicas sofocada. Hablan de Durruti. La chica se abanica los ojos llenos de lágrimas con las los manos como si estuviera secándose las uñas recién pintadas. Menos mal, creía que habían dicho que para este otoño volvían los pantalones por encima de la cintura. No, han dicho Ventura. La chica llora de alegría y yo pongo los ojos en blanco. Llegamos a casa de Gael. Su madre tiene un anticuario. Parece una marquesa, Alberto le besa la mano y le regala un cuadro (que llevaba no sé dónde). Yo paseo entre los muebles y miro cada objeto. Hay un cajón de chibalete lleno de libretillas y juegos antiguos. Pienso en comprarle uno a Alberto por su cumpleaños. La chica le dice a la madre de Gael que qué va a hacer ahora que tiene la pintura de un rojo. Me pregunto qué ve Alberto en ella, cómo la soporta. Empieza una especie de coreografía sin música ni palabras. Todos se mueven como si bailaran, pero tampoco bailan. a veces me veo a mí misma desde fuera, como si todo fuera una película. Derramo sin querer un frasco de perfume pero no huele a nada. Ni sonidos, ni olores ni vida, pienso. Hay dos crías de gato sueltas. Una de ellas se me sube por el brazo, me clava las uñas. Me veo como espectadora de una película, bajando por una gran escalera de mármol (en realidad chorándome por los escalones como si fuera un tobogán). Detrás de mí aparece Gael con un vestido largo de fiesta, y también se chorra para alcanzarme. (Supongo que Gael y la coreografía se han colado en el sueño porque ayer vi un vídeo de "Ema").